(Prólogo) –
Yo no soy Yo sino Aquél que
llega
a posarse en mi hombro, y a
decirme,
Junto al oído, las extrañas
voces
que se susurran a través del
cosmos.
Voces de Dios y del Demonio,
donde el Ángel combate en el
infierno
por vencer al azufre
incandescente
y al plutonio y al cobalto
juntos.
Yo no soy Yo sino aquél que
dicta
a mi ardiente corazón moderno
todas las letras de un idioma
antiguo,
perdido hace mucho y sepultado,
bajo arena total y cruel ceniza,
pero parlado por mi boca sabia.
Antonio Esteban Agüero
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