PADRE DE FUEGO
Padre: te hablo otra vez en la mañana
radiante hacia los blancos cocoteros
te hablo otra vez, tendido en tus fronteras,
varón
gallardo.
De Sur a Norte te contemplo y leo
las misteriosas líneas de tu mano.
te nombro una vez más y no respondes,
Paraguay
duro.
Fronterizo del viento y de la luna,
país forjado en el verano y hecho
de cántaro canoro y sosegado,
tierra
cantora.
Con labios tibios de color de greda,
pareciera que besas tus congojas,
0 cubres tus heridas con un besó,
Paraguay
hondo.
Jaula encerrando pájaros errantes
o cantores errantes como pájaros,
despierta el cielo cuando allí se canta,
laurel
sonoro.
Cuando se canta allí, cuando se sufre,
cuando hay alguien que llora por sus muertos,
cuando todo suplica por los vivos,
Paraguay
triste.
Tienes una aureola de martirio,
halo de pasionaria conmovida,
clavo y látigo en flor de una Via Crucis,
carne
sufrida.
Y cuando todos te despojan, pones
la mejilla ofreciéndola al castigo,
Cristo moreno con los pies en llaga,
Paraguay
bueno.
Hijo distante, me pregunto a veces
por qué te escribo este cantar, si dejas
un áspero dolor en mis recuerdos,
Padre
inquietante.
De lejos, Padre, canto la escarlata
luz que algún día alumbrará tus pasos,
celebro a un astro en tus boscajes, canto
el gesto libre que te hará dichoso;
te imagino también con poncho de alba,
padre purpúreo, Paraguay profundo,
Padre de
fuego.
Elvio Romero de
Los valles imaginarios, Editorial Losada (1984)
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