CRÓNICA
La luz de la realidad
tiene el color arduo del amanecer.
He visto, a esa hora,
cómo vacilaban las paredes
y la inquietud de los árboles
y pájaros como gritos por el cielo.
He visto
una torre yacente
y el ángel roto
de su cruz.
La luz del amanecer
es también otro ángel, de alas sin término:
he visto sus ojos desiertos
ni piadosos ni crueles
sobre los ojos y las gargantas humanas.
En el azar del día,
sobrevivimos.
ALEJANDRO NICOTRA
[En “Lugar de Reunión”,
Taladriz, Buenos Aires, 1981]
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