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Mostrando entradas con la etiqueta Pedro Serazzi Ahumada. Mostrar todas las entradas
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30 de octubre de 2023

Inocencia perdida, Pedro Serazzi


 
Inocencia perdida, Pedro Serazzi
 
 
Pateando puertas y gritando con pulmón de juerga llegaron los mineros al “Tierna es la Noche”, en Inca de Oro.
¡Abran paso las putas, aquí viene el billete! – exclamó uno.Otro vociferó:
¡Ay, Silvio, mijito rico, serás mío esta noche!
El homosexual que servía las mesas les hizo un desprecio. Los improperios abundaban esta noche. Del grupo de mineros, ocho en total, uno casi ebrio se entretuvo dando golpes a un turco que tocaba el piano.
¡Niñitos, pórtense bien, si no, me dará el fastidio!
Era la dueña del local. Llamada Victoriana, en ese tono cursi que no le venía.
Erika, esa noche, vaporosa como siempre, los ignoró. Estaba en un rincón bebiendo una cerveza para tragarse sus penas. Era la reina del salón y sabía que ese grupo de mineros, al igual que la mayoría de los clientes terminaría cortejándola. Allí se hablaba mucho de ese grupo que acaba de irrumpir tan bulliciosamente. Laboraban en la mina “La Abundancia”; en ese tiempo con las vetas de plata y oro más ricas de esa zona minera del norte chileno. En el desierto se tejían muchas leyendas sobre la riqueza que repentinamente había convertido en nuevos ricos a un grupo de pirquineros. Se comentaba que habían hecho pacto con el mismísimo Satanás, “El que manda”, “El Malo” o “El Futre”, como también le llamaban. Eran como inexplicables que sus rocas minerales arrojaran de 100 a 300 gramos de oro por tonelada. También se comentaba que bebían mucho porque tenían miedo a esa cuenta con el diablo, pues éste, cumplido el plazo, los sacaba de las mechas de sus habitaciones y se los llevaba al infierno. Algunos eran tranquilos, otros muy violentos. Cuando les preguntaban por el secreto de su buena mina o por el posible pacto, se limitaban a sonreír. Los 20 socios siempre eran evasivos con las respuestas. Erika continuaba bebiendo sus penas. Esa noche cumpliría 20 años y esperaba sin ansiedad las doce. En su corazón llevaba una caja de recuerdos, que como una Pandora, no quería remover a fuerza de alcohol. Vano intento, en su cerebro daba vueltas un nombre: Cristina. Ese era el verdadero, el que borró cuando quiso sepultar su pasado. Se hizo llamar Erika, o La Erika, y de Cristina no se habló más en ese lugar, porque en la vida nocturna de los llamados prostíbulos o cabaret, el cambio de identidad es una regla de honor que se respeta.
El nombre Cristina Andrea quedó sepultado en su pasado y también escondida su cédula de identidad. Todo esto a partir de aquellos días amargos cuando su padre la expulsó a patadas y con lo puesto de su hogar, porque tenía tres meses de embarazo y sólo quince años de edad. No valieron las súplicas de su mamá, en un hogar donde imperaba el machismo. Penaba en sus recuerdos su adolescencia bella, a pesar de todo, porque amaba a sus padres, el hogar, sus amigas y su liceo de Copiapó. Ahora estaba lejos, en ese pequeño y pueblo del desierto de Atacama, de Inca de Oro, en medio de la nada, el cual en su soledad aprendió a querer.
Pensaba en los tiempos cuando era Cristina, la jovencita plena de ilusiones que creyó en las promesas de un muchacho tres años mayor que ella, el cual le pidió la prueba de amor.
- Ya estamos preparados, es mucho lo que nos queremos. ¡Tenís que darme la pasada ahora!
- Cándida, creyendo que el amor era para siempre, venciendo pudores, dejó caer su vestido al suelo. El como un loco le bajó el colalé y la recostó en la cama. Entonces Cristina le amó más que nunca en la vida… Y lloró. Sus lágrimas cayeron por el dolor físico de esa primera vez y también por esa ilusión.
- Yo tanto que lo amé! - recordó. Cuando quedó embarazada él huyó como muchos, no importa por qué… ¡Huyó!
Mirando nada, porque siempre cuando estaba triste miraba nada, pensaba en su candidez de ayer y pensó en voz alta.
- ¡Ay, Dios, si hoy me pidieran la prueba de amor reiría a carcajadas!
Esbozó una triste sonrisa. Luego continuó muy triste; filosofó: Una siembra errores y cosecha desgracias.
Entonces se agitó la nostalgia. Quería ser la de antes, la muchacha del liceo, pero no podía. Era sólo Erika, la preferida del “Tierna es la Noche”. ¿Qué quedó de aquella muchacha que quería ser enfermera, la que cabalgaba en las nubes que tienen los sueños de la adolescencia? … Muy poco, apenas una gargantilla de plata y un trébol del mismo material que lucía en su cuello. Ya no quedaba en su cuerpo ni en su rostro la candidez de ayer. Su cabello castaño lo cambió por uno rubio y artificial, de vaporoso gusto, vestido de fiesta ajustado con una abertura al lado que permitía apreciar una de sus bellas piernas. El maquillaje que resaltaba más su belleza alejaba de su entorno la inocencia que en el ayer había sido su tesoro más preciado y querido.
Mil historias habían pasado en su etapa de gravidez. Golpeó puertas que nunca se abrieron y su hijo lanzó el primer llanto en un cabaret, donde las asiladas, como le llaman a las prostitutas, le dieron protección y el cariño que tanto le faltaba. Luego, casi sin darse cuenta se involucró. Dejó a su hijo en Copiapó y trabajaba sólo por él. Estaba transportada en sus pensamientos y le parecía ver a su hijito durmiendo a su lado.
La despertó de aquello el estridente griterío de clientes y asiladas. El curco arrancando desafinadas notas de un vals peruano.
Luces rojas, verdes, violetas encendiéndose y apagándose intermitentemente.
¡Chiquillas, atiendan a los caballeros! – ordenaba la dueña.
Al tiro madrina – respondió una tal Marión.
¿Madrina?… ¡Cabrona! – comentó en voz baja Erika. Alcanzó a escuchar su comentario un apuesto hombre maduro. Se acercó y le sonrió.
Así es amorosa, cabrona es la palabra exacta. ¿Le puedo hacer compañía a esta preciosura?
Siéntese.
Todo el pueblo habla de ti. Dicen que no hay nadie más hermosa en ninguno de los locales de Inca de Oro.
Gracias.
Pidió la ponchera y la invitó a bailar. Ella, dulcemente, no aceptó. Le pidió disculpas porque estaba muy deprimida. El hombre tuvo paciencia, porque no quería perder por ningún motivo esa compañía, ni menos la oportunidad de hacerle el amor. Dijo llamarse Ernesto y se presentó como el presidente de la Cooperativa Minera La Abundancia. Comenzaron a charlar sobre varios temas. Cuando le correspondió cancelar la ponchera sacó su billetera y al desdoblarla la joven advirtió una fotografía.
¡Que linda muchacha!... ¿Es su hija?
Así es – sonrió y sacando la fotografía se la pasó.
Es mi orgullo. Luego cumplirá catorce. Se llama Susana y será una gran mujer.
Erika, apenada, le dijo:
Es curioso, yo soy muy joven, pero creo poder opinar sobre ciertas cosas y hasta dar un consejo. Soy todavía casi una lola, pero le suplico, acéptelo: si esa hija que tanto quiere, le falla, perdónela. Usted debe ignorar cuánto sufren los hijos sin sus padres. Nunca permita que se aleje de usted y su esposa. Enseguida le tomó una de sus manos y se la acarició.
También el pelo. A esa ternura el hombre primero reaccionó con un poco de emoción, pero en rápido movimiento deslizó su mano hacia uno de sus senos. No se dejó acariciar.
Tetoncita, ¿cuánto vale el “momento”?, quiero que nos vamos a acostar de inmediato.
No me pregunte esas cosas. No ve que estoy mal.
Media cañoneada estarás. ¡Qué bonito!... nosotros arreglando el mundo y el resto bailando y acarreando putas a las piezas.
¿Sabe señor grosero?: Con usted, ni aunque sea el más rico del pueblo me acuesto.
¿No te gusto, huevona conchas de tu madre?
¡No es eso, imbécil! Hay otras cosas.
El hombre muy indignado le lanzó un puñete que apenas Erika pudo esquivar a tiempo. No pudo evitar una fuerte cachetada, que a pesar de la música la sintió la mayor parte del numeroso público y asiladas.
¡Maraca, ni que tuvierai el choro de oro!
El jorobado detuvo la música y se acabó el jolgorio. El tal Silvio, que llevaba una peluca rubia y bailaba con otro varón, se lanzó en picada a defenderla.
El hombre se sentía humillado en lo más profundo de su virilidad. ¿Qué dirían ahora del jefe de la cooperativa, del mismo que se jactaba de ser irresistible con las mujeres? Era verdad que ejercía un protagonismo entre las más atractivas asiladas, pero ahí estaba, derrotado por esa mujer a la que consideraba una mocosa. No se podía convencer, atractivo y con mucho dinero y ¿de qué servía en el “Tierna es la Noche” con esa tal Erika? El, que siempre conseguía tener sexo gratuitamente, estaba haciendo el ridículo.
Ordenó que le soltaran los brazos. La muchacha se escondía tras su protector, el Silvio. La regente del local trataba de calmar a su furibundo cliente.
Que siga la fiesta, aquí no ha pasado “Never de never” -, apuntó el homosexual.
La mayoría volvió nuevamente a sus asientos y ahora el pianista tocaba un bolero mambo.
El hombre, furibundo, miraba a la muchacha que secaba sus lágrimas. Luego miró el escaparate donde había unas 20 botellas de whisky. Preguntó con suficiencia a la regente.
- ¿Cuánto valen todas esas porquerías?
- Esas con caras, don Jaime. Usted sabe, los impuestos la Comisión Civil que no me deja tranquila y…
- ¡Las quiero todas!
- Enseguida esparció un montón de billetes a los pies de la mujer. Habían más de 500 mil pesos que la mujer recogió con entusiasmo. El silencio reinaba en el salón. Sacó un cortaplumas. Ernesto, gritó:
- Escuchen todos!... ¡Voy a efectuar la “cascada” más cara de este pueblo miserable de Inca de Oro, con la puta más barata de la zona, porque esta huevona no cobrará nada por su número! … ¡Súbete a le mesa, mierda, o te corto; maraca, nunca olvidarás el día que te hice pedazos tu lindo rostro!
Erika trató de escabullirse, pero la tomó con fuerzas de los cabellos. Ella cayó al suelo y la arrastró violentamente para luego subirla con la misma violencia a una mesa. Un minero de aspecto humilde trató de salvar a la joven, pero sintió el filo de la navaja a milímetros de su mejilla. Prefirió escapar.
Estaba tumbada en la mesa y de un tirón el hombre le sacó el vestido de noche. Sólo estaba en colalé y se protegió los pechos con sus brazos. Lloraba y suplicaba que detuviera el castigo. Groseramente le manoseó las nalgas y le dio un fuerte apretón en ese lugar, la tomó del pelo y le gritó que se pusiera de pie. Le quitó los zapatos taco alto y los lanzó lejos. Luego, con la afilada hoja, cortó con increíble delicadeza la disminuta prenda que le quedaba, para luego estallar en una carcajada y darle la orden de mostrar permanentemente los pechos, a lo que tuvo que acceder ante el filo de acero que rozaba uno de sus pezones. Erika temblaba de pies a cabeza y un mudo auditorio presenciaba el vejamen. Ahora nadie hablaba. Ordenó a uno de sus cómplices amigos que subiera a le mesa y vaciara en sus cabellos la primera botella de whisky. El alcohol recorrió su cabello, su rostro, su cuello, sus pechos, su abdomen, hasta llegar a los vellos íntimos, el jefe de la cooperativa llenó su vaso. Lo hacía con mucha arrogancia y reía a carcajadas, casi como un enajenado
Cuando llevaba el vaso a su boca, la chica le dijo:
- ¡Tómatelo, tómatelo, bebe todo lo que quieras, pero, por favor, no dejes nada, porque será el trago más amargo de tu vida, pues yo soy la puta de tu hija y por eso no puedo tener sexo contigo!
- ¿Acaso olvidaste que este trébol que llevo en mi cuello fue tu regalo de mis 14 años, papá?... ¿No recuerdas que fue un obsequio cuando me querías?... ¡Yo soy la maraca de tu hija, soy puta!…¿Lo entiendes? y me llamo Cristina, Cristina Andrea... ¡También tienes un nieto!
El hombre dejó caer el vaso, que estalló en el suelo. Dio la vuelta y abandonó el salón. Lo hizo lentamente, tirando a su paso el cortaplumas. Su rostro lo llevaba inclinado, como mirando el viejo entablado del piso, mientras las lágrimas comenzaron a conjugar su dolor.
 
 
Pedro Serazzi Ahumada

29 de octubre de 2023

¡No te mueras, Pelusa!, Pedro Serazzi Ahumda


¡No te mueras, Pelusa!, Pedro Serazzi
 
 
“Dedicado a la verdadera Pelusa, una joven de Atacama, Chile, que inspiró este cuento”
 
 
¡Pucha y repucha!... Hoy en la noche casi pierdo la vida aquí en mi Chañaral. Todo por dármela de mujer grande. Le habría echado a perder los planes de verano a mi papá, a mi mamá y hermana, Valentina. ¡¿Cuándo iré a recapacitar y no continuar haciendo leseras?! … Cambiaré a partir de hoy, se lo prometo a Santa Teresita de Los Andes, la misma que cuando era Sor Teresita, el Papa Bueno, Juan Pablo II, la beatificó cuando vino a Chile y mi mamita estuvo allí en la ciudad de San Felipe. ¡Te lo juro, Santa Teresita que no engañaré más al papá y a la mamá!
Mi madre me habló tantas cosas lindas de la Santa, que murió apenas pasado los 20 años, en la flor de la vida. Una vez le pedí que me llevara al santuario y le dije que sería su seguidora, y que en nombre de Dios y la Santísima Virgen, prometía que sería una buena persona, pícara como toda joven, de carretes moderados, de muchos valores, pero mala ¡jamás!, porque mis padres me han formado para el bien y los valores no es bueno echarlos al tarro de la basura.
Sin embargo, en este momento estoy de rodillas en mi habitación, ante tu imagen de porcelana, Santa querida. Y es porque la conciencia me remuerde esta madrugada. Hice cosas malas y te pido perdón. Y aunque me duele mucho el cerebro, esto no es impedimento para arrepentirme, decirte que no se repetirá lo que hice y que ratifico la promesa que de hace ya tres años, porque por una rebeldía innecesaria, pasión o no sé que locura, por emociones nuevas, hace poco rato casi pierdo la vida.
 
Pedro Serazzi

 

 

28 de octubre de 2023

¡Papito, nunca más!, Pedro Serazzi Ahumada

¡Papito, nunca más!, Pedro Serazzi Ahumada

 

Se qué me dio por mirar por la ventana tan temprano. Más encima día domingo, cuando penan las ánimas en El Salvador (*). Fue entonces cuando casi me morí de impresión. Mi hermanito, Jimmy, el regalón de la casa, me clavó sus pícaros ojos y me sonrió. Se me salió todo el aliento y si no tuviera 16, capaz que me hubiese caído muerta de un infarto ahí mismo. ¡Qué locura, que terrible! el auto cero kilómetros del papá estaba pintado con rayas locas por todos lados... El se creía la muerte con la brocha en la mano y sonreía orgulloso.

Se me aceleró el corazón y la respiración no me salía. Hasta que exclamé:

-¡Mansa embarrada!

Papá recién había pagado la segunda letra, le quedaban 34, en cuota dólar, más cachá de intereses de los pulpos de la financiera, el pagaré maldito que hipotecaba nuestra casa y otras leseras.

-¡Ay, madre mía, aquí se arma la grande!

Más que corriendo me puse el colalés, una camiseta blanca media larga y me tiré escaleras abajo. Le quité la brocha, parecía payaso. Tenía el pelo verde y hasta la parka nueva toda pintada.

¿Cachai la cagada que hiciste chiquillo de mierda?

¡Le pinté lindo el auto al papito!

Me dieron unas ganas de pegarle una patada fuerte en el culo, pero, eso no. Nunca lo haría, apenas un deseo animado por la impotencia que sentí. El enano todavía no cumple los cinco. Me clavó sus pícaros ojos y sonrió. Claro, cómo no iba a reírse, si no sabía calcular la grande que había dejado. Lo único que se me ocurrió fue llamar a otro niño del vecindario.

¡Toño, “porfa”, llévate al enano y dale una vuelta larga en tu bicicleta! No quiero que lo vea mi papi, le temo mucho a su reacción. ¡Llévalo lejos! – supliqué finalmente.

¡Qué me iba a entender el Toño, si tiene como siete!

Antes de subirlo a la bicicleta, le dije al oído:

-¡Cabro huevón!

Se me olvidó que estaba medio pilucha y un viejo degenerado me miraba desde la calle. Ni lo pesqué. Lo único que me preocupaba era dejar de tiritar.

Mientras sacaba gasolina del estanque me preguntaba, a lo mejor cosas absurdas. Que cuándo iba a crecer el Jimmy para no seguir haciendo leseras. Es tan re’ tierno y yo la loca que siempre lo saco de los embrollos en que se mete.

Después me puse a pensar en la onda na que ver que anda mi papá. Está más pesado y todo por culpa de las cuentas en que se mete. Hasta por un cheque andaba fondeado el otro día.

Comencé a pasar una franela impregnada en gasolina. La pintura del portamaletas salió casi toda. Pero hubo un sector donde se secó y esa no salió ni con mis rezos. Había unas rayas verdes y anchas que afeaban el hermoso auto blanco. Pienso que el Jimmy pintó una primera parte la noche anterior. Me entró todo el susto de un viaje.

-¡Pucha, máquina, que hago!

Justo que aparece mi papá con cara de parquímetro. Creo que no fueron visiones y su pelo crespo se levantó como púas de erizo. Se puso verde, azul, rojo… Allí yo estaba cerca del infarto. ¡Qué locura, qué desesperación!

Justo que aparece el Toño con mi hermanito. Apretaba los puños y maldecía por ese regreso tan pronto.

La pintura delató al Jimmy. Lo demás fue terrible, mi papá como una fiera tomó un palo y lo agarró a golpes en una de sus manos. Fueron uno, dos, diez, me emborraché de impotencia. Gritaba desesperada. Me descontrolé:

¡Socorro, están matando a mi hermano! ¡Viejo maldito, asesino!

Me había tirado al suelo y aferraba a mi padre de una pierna y me pegó tremenda patada cerca de uno de mis pechos. El vecino, pese a que es re’ tranquilo, se metió, le pegó manso combo a mi papá, que lo derribó al suelo y le gritó:

-¡Suelta al niño, abusivo de mierda!

Medio aturdido, tuvo que soltar a mi hermanito, que había caído al suelo con él.

La felicidad del hogar se vino al suelo. El viejo de mi papá hizo siempre las cosas a su manera. Prohibió que lo llevaran al hospital. Yo me di cuenta la onda. Claro, si lograban averiguar la verdad, la justicia iba a proteger al Jimmy y él se iría preso. Después manso cartelito en el diario: “¡Detenido en El Salvador el chacal que torturó a su hijo!”. A la gente así le llaman los chacales y se lo merecen.

Mi mamá, súper atemorizada le trataba de acomodar los huesitos y le ponía hielo y una tablilla para reemplazar al yeso. Yo le colocaba supositorios. Sin embargo, pese a todos los cuidados y medicamentos, lloró y sufrió los tres primeros días y noches.

En un momento, muy desesperada miré a la pared y le conté mis penas. En ese instante me dio mucha rabia y tuve deseos de ser hombre para castigarlo por su maldad. Pese a mi rabia e impotencia, no era capaz de pensar en castigos físicos o crueles.

-¡Y yo, papá, que te había querido tanto, te habías caído del pedestal y te hiciste pedazos!

A él lo único que le importaba era darse inflas. Hace tiempo que me había dado cuenta de su onda, de lo agrandado que se había puesto. Para él tener un auto cero kilómetro era ponerle la pata encima a todos los que pudiera. También lo fue al comprar el equipo de sonido digital. Recuerdo que comentó:

Ese Carrasco, ¿qué se ha figurado? Mi equipo es más poderoso que el tarro que tiene él y ¡es japonés! ¿El suyo?, me río, no tiene potencia y apenas parlantes chicos, “parlantitos”.

¡Estás mal, papá!

¡Verónica, cuando te ganes el dinero con el sudor y tu te compres la ropa y la comida, recién te daré el derecho a criticarme!

Callé.

Recuerdo que cuando compró la alfombra con que cubrió todas las habitaciones, el asunto fue enfermante. Nuestra casa parecía de japoneses y le pasaba pantuflas a las visitas para proteger su inversión. Con su computador, que llamaba “extrem” la cosa fue demencial, se creía de la NASA. El que no gana mucho dándose esos aires. Todo para que le dijeran: “Don Sebastián”… ¡Ridículo! No hay como la gente sencilla.

El final de esto no se lo doy a nadie. Pensaba que las tragedias pasaban sólo en las teleseries o en las familias con personas con graves enfermedades. ¡Quién iba a pensarlo, la tragedia de visita en nuestra casa! Al Jimmy se le puso la manito negra y hubo que llevarlo al Hospital. Estuvo más de un mes internado. Mi papá, choqueado por esto, se fue de la casa.

En esos días todo era extraño. La Pioli, que es buena amiga, me dijo con mucha delicadeza que lo había visto emborrachándose con unos tipos re’ botados. Yo me hice la tonta, porque casi nadie a fondo sabe lo que nos pasó. Podía haberme desahogado con mi amiga, pero más me iba a entristecer.

Esa tarde cuando llegué a casa le di el tecito al Jimmy. Después nos pusimos a mirar televisión. Ahora mamá siempre está bordando y botando sus lágrimas diarias. Yo, aguantándomelas, porque ahora soy como el hombre de la casa. De repente me ensimismé, para bloquearme un poco, cuando toca el timbre mi desaparecido papá. El muy patudo venía con una autopista bajo el brazo. Sonriente se la alargó:

-¡Toma, mi amor!

Pero el chiquito no la pudo tomar, ahora no tiene la mano derecha, apenas un tronquito con un cuerito para que lo le raspe.

Recibió el juguete con un poco de torpeza, porque es temprano para que sea hábil con la mano izquierda. Con la cara iluminada de alegría, respondió:

- ¡Papito, nunca más…Nunca más te volveré a pintar el auto! ¡Devuélveme la manito!

Papá y le digo así sólo porque me engendró, lloró como un niño. Luego dio un grito desgarrador, que casi no era humano. Se golpeó de un puñetazo el rostro y escapó corriendo hacia la calle. Sé que nunca más volverá, lo presiento.

Fue tan fuerte ese momento, que esa pena casi me arranca el alma. Justo en la televisión estaban pasando la publicidad de una lesera electrónica, computarizada, que decían que era el milagro espacial del sonido. Comparaban al equipo con Dios y que quienes lo compraran podrían disfrutar el Cielo del sonido.

Agarré una botella grande de gaseosa y la lancé con furia a la pantalla del TV LCD de 42 pulgadas. Botella y plasma se rompieron y saltó la mansa llamarada del corto circuito.

Mamá se acercó suavemente, me abrazó con mucho cariño, me acarició los cabellos y entonces solté el llanto que por tanto tiempo me había guardado.

 

(*) El Salvador, ciudad de la Tercera Región de Chile

 

Este cuento ganó el segundo lugar en el Concurso de la Sociedad de Escritores, Atacama, Chile.


Pedro Serazzi Ahumada


 
PEDRO SERAZZI AHUMADA
 
 
Escritor, poeta y periodista chileno, nacido en Chañaral, Chile. Incursiona en narrativa y poesía. Su obra más conocida es la novela de amor “Una Ilusión en Caldera” usada en docencia en Concordia College, Moorhead, Estados Unidos; también ha sido enseñada en la Universidad de Loja; además escuelas y liceos de Atacama, Chile. Es autor de más de10 libros. Su principal género es la novela. Además escribe ensayos históricos, cuentos y leyendas. Fue antologado dentro de los 40 mejores escritores de cuentos mineros del siglo XX (Chile).
Figura en antologías en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, India, Perú, Bolivia, Argentina, México y Chile. Ha dictado conferencias en Chile y Estados Unidos.
Tiene varias distinciones y premios en narrativa y poesía y su novela “Una Ilusión en Caldera”, fue traducida al inglés.
Reside en la III región de Atacama (Chañaral)
 

 

 

 

27 de octubre de 2023

Mañana es otro día, Pedro Serazzi Ahumada

Mañana es otro día, Pedro Serazzi
 
  
Mañana, es decir más rato, será otro día, ojala pleno de sol. Me levantaré a las ocho y media y comulgaré en la misa de nueve. También le prometeré al Señor retomar la buena senda, total si es fácil ser buena si uno se lo propone.
Como lo hago siempre me tiraré a la piscina como corresponde, sin mentiras. No hay nada más lindo que la sinceridad. Anoche, digo anoche, porque ya son las seis de la madrugada, vinieron mis dos primas, la Quena y la Pilar. Mis primas siempre han sido bacanes, chicas buena onda, pero tenemos diferencia de edades y experiencia. Ellas, gemelas de 20 años y yo una pendeja de 15. Me dijeron que tenían una movida para un carrete en la disco con tres tipos casados y a la pinta. Para mí, adrenalina pura, quise hacer la movida de mujer grande.
- Sólo carrete, unos pocos copetes en el auto, escuchando unas canciones dando una vuelta por la ciudad y después nos vamos a bailar a la disco -. Dijo la Quena.
- ¡Nosotros la hemos pasado bomba y heavy con los compadres! – Agregó la Pilar – Son a la pinta, Pelusa, buen trago y taquilla. ¡La vamos a pasar la raja! ¿Cachai, loca?
Lo que son las cosas. Si yo les hubiera pedido permiso a mis papás para salir con mis primas, no me habrían pedido muchos detalles y como siempre me darían permiso para salir a divertirme, porque es el premio que me dan, porque dicen que con mi hermana somos dulces, hacendosas y buenas alumnas. Al menos nos esmeramos en eso y nos aflora de piel. Lo que creo es sólo las buenas enseñanzas y armonía del hogar. Pero lo hice todo al revés, como decía, “adrenalina”. Dije que me acostaría temprano y para disimular, le dije:
- ¡Papito, quiero escuchar música en mi celular!
- Bueno, hijita, si mañana deseas salir, nos avisas.
- ¡Vale!, ¡Muchas gracias! – Enseguida besé al papá, a la mamá. Ella sólo sonrió, porque habíamos compartido mucho ese día y estaba muy feliz.
Eran como las 10 de la noche. Era la pinturita perfecta. Me maquillé de lo más linda. Me puse un hermoso vestido celeste y floreado, muy de primavera-verano, unas chalas hermosas y me sumergí vestida bajo el cobertor a escuchar un poco de rock tecno. Me quedé dormida y como a las 12 y media de la noche sentí unos golpecitos suaves en mi ventana. Eras mis primas.
- ¡Comadre, estamos listas y ellos también!
- ¿Carrete corto y luego a bailar a la disco como prometieron, Pilar?
- ¡Por supuesto, y con los casados! … ¡Haremos nuestro escandalito propio!
Mis primas son más osadas que yo. Los chicos, no eran tales, eran unos tipos de más de 30 años. Los encontré viejos para nosotras y a uno llamado Julio, ordinario. Ese, según la Pilar, estaba que se le caía la baba por mí. Pero, que era su pareja, muy fogoso y ella estaba agarrada y lo compartía, no le importaba un trío. Y tenía que hacerlo, porque si no, éste se le enojaba. El otro era un tal Mario, se veía decente, pero después lo calé que era cobarde. No había un tercero.
 Para impresionar andaban en un BMW del papito de Julio. ¡Que baile en la disco, ni que nada! Se fueron directamente a la playa “Las Cochillas”, como a 20 kilómetros al sur de la ciudad, Mis reclamos fueron inútiles. Yo quería la disco.
En la playa sacaron dos botellas de ron, fumaron marihuana y pusieron el equipo del vehículo a reventar de volumen para bailar salsa. Todos estaban eufóricos. Yo apenas probé un sorbo de ron y nada de hierba. Mis primas se pusieron osadas, empezaron a sacarse las blusas para insinuar más que algo de las pechugas. Los tipos les tiraban agarrones por todos lados y como yo estaba arrinconada la Quena me gritó:
- ¡Cagafiestas!
Luego comenzaron a tener sexo sin pudor y me fui al auto. Bajé mi cabeza, porque no tenía ninguna curiosidad, susto sí. Como a la media hora llegó el tal Julio, se sentó a mi lado. Venía olor a copete, hierba y de esa cosa sexual.
-¡Ahora te toca a ti, guagüita!
- Me trató de besar a la fuerza y creo que lo consiguió, pero así no vale.
- ¡Eres más rica que tu prima y más linda que la chucha!
- ¡Suéltame, maricón!, ¿Qué no te basta una?
- ¡Yo quiero comerme ahora a la cartucha! ¡Te voy a romper el mate, la Pilar me dio el pase!
Me tomó las piernas a la altura de los muslos. Echó violentamente atrás el asiento, me subió a la fuerza el vestido hasta la altura de los senos, que me los apretó con fuerzas. Ahí me dio el inmenso pánico. Era su prisionera. De un tirón me hizo pedazos el colalés. No se compadecía de mis súplicas, ni de mis lágrimas.
- ¡Por favor, deténgase, nunca lo he hecho!... ¡Piense en sus hijos, tu también los tienes y me estás violando y podrás ir preso por esto!
Actuaba irracional y cuando me estaba penetrando con su “cosa”, le pegué un apretón furioso y clavé mis largas uñas en sus testículos. Creo que el grito se sintió a un kilómetro. Le llegaron a saltar las lágrimas.
Al principio el tipo no podía hablar del dolor y lloraba. Casi no respiraba. Pero, cuando reaccionó y yo estaba más vestida, me dio tremendo golpe de puño en la nariz, que me saltó la sangre y me manchó la falda del vestido. Por suerte no me aturdí.
- ¡Huevona, cartucha, devuélvete al jardín infantil!
Mis primas, ni aun habiendo bebido ron y fumado hierba justifico su actitud, fueron unas pesadas y desleales. Después el Julio se fue y continuaron con sus vicios. Quedé llorando, tratando de estancar la sangre con mi pañuelo. Le puse seguro al auto y producto del nerviosismo y el dolor, me dormí, así que ni me di cuenta que algo moví en el auto, tal vez la palanca de cambio y no debe haber estado puesto el freno de mano y tal vez con una de mis piernas lo dejé neutro y el auto se fue en una pendiente pequeña y chocó contra una roca. Desperté.
-¡Madre mía, Santa Teresita, protégeme por favor!- Supliqué.
 Corrieron ante el tremendo ruido. Yo bajé asustada para ver los daños. Cuando Julio miró el BMW del papito, tenía un foco menos, parachoques para la historia y un tapabarros muy abollado. El, amigo, Mario, me dio tremenda patada en el trasero y el Julio me lanzó tremendo puñetazo en la boca, se me partieron los labios. Me fui de bruces atrás y mi cabeza golpeó a la altura del cerebro, en la nuca, contra una roca. Vi estrellas, lo juro. Hasta entonces no creía que se veían estrellas, pensaba que era un mito. Quedé semi-aturdida. Traté de hablar y no pude. Ahora sentía que estaba húmeda de sangre la boca, la nuca y mis cabellos. Estaba conciente, pero no podía hablar, lo intenté. Traté de abrir los ojos y no pude. Sólo pensaba, sentía como una tormenta en el cerebro y quería abrir los ojos y no podía. Si comencé a escuchar y podía pensar. Escuché algo cruel de Julio.
- ¡Se murió la huevona! ¡Echémonos el pollo!
El Mario pensó que era lo mejor.
La Quena, agregó:
- ¡Todos morimos en la raya, la pendeja de mi prima, jamás salió con nosotros!
Los seguía escuchando y decían que había que darse la mano para sellar el compromiso y después escuché el ruido del automóvil que se alejaba. Sentía mucho frío. Me quedé inmensamente sola. ¿Sería el hielo de la muerte?... Me caía el rocío y en mis pensamientos oraba y perdía perdón por si moría. Era una triste confesión de pensamientos ante la imposibilidad de pronunciar palabras. Apenas había probado un sorbo de ron. Creí definitivamente morir, sin duda era un TEC. Entonces no pude reaccionar positivamente. Luego, intenté no perder el conocimiento, porque podía desangrarme, pero lo perdí.
A las cinco de la madrugada recobré el conocimiento. Dios mío, pude levantarme, hablar e hice un test a mis demás sentidos. Debí haber estado inconsciente unas dos horas. Continuaba el frío, aun pese a ser casi el verano. Por suerte no había perdido mucha sangre. Fui al mar, que estaba cerca y lavé la sangre de mi rostro, cabellos y la nuca. Me saqué el vestido, sólo quedé en sostén y lavé todo mi cuerpo. Me puse el vestido, los colalés estaban botados e inservibles. Caminaba como una ebria, sin estarlo y pude llegar a la Ruta 5, a unos 400 metros del mar.
Como todos dicen que soy bonita y tengo buena presencia hice parar a un bus, que se detuvo. Mi vestido, se veía bien, a pesar de todo. El chofer fue amable, no hizo preguntas y me llevó a Chañaral. Ni siquiera me cobró pasaje por el aventón. Al bajar le di las gracias con un chocolate que llevaba en mi pequeña cartera.
Partí a casa. Nuevamente ventana arriba, me saqué rápidamente el vestido. Me lavé una vez más, puse alcohol y hielo en mis heridas. Me puse el pijama azul de polar. Como era mucho el dolor de cabeza me tomé un analgésico fuerte y un desinflamatorio.
A ahora, cuando faltan 2 minutos para las 6 de la mañana, reafirmo mi compromiso de buen comportamiento y no más errores como éste. ¡Vale lo prometido!
 
Pedro Serazzi

 

 

26 de octubre de 2023

Hospital de Copiapo, Pedro Serazzi

Felipe Angellotti y Pedro Serazzi Ahumada en Villa Dolores, Traslasierra C'ordoba, Argentina. Encuentro de Narradores Paso del Leon (2009)


Hospital de Copiapo, Pedro Serazzi




21 horas, noche de ese mismo día, domingo en el Hospital de Copiapó, Unidad de Tratamientos Intensivos. Los padres de Pelusa y su hermana, Angélica, de 13 años de edad, están viviendo dramáticos momentos al lado de la joven Pelusa. Había sido derivada en una ambulancia, a las 10 de la mañana desde el nosocomio de Chañaral, a 176 kilómetros. Una enfermera observa el monitor cardíaco. Un neurocirujano y otros dos especialistas se aprontan a conversar con la familia, pero no es posible, no tienen la calma para poder escuchar.
¡Dios mío! ¡Que terrible! Estoy totalmente paralizada, también he perdido la visión; sólo puedo pensar y escuchar. Ni siquiera puedo mover los labios.
¿Por qué hice esto, por qué me golpearon así?... Mis padres, mi hermana, están a mi lado y no saben que los escucho… ¡Ay, sin tan sólo pudiera mover mis dedos y apretar la mano de papá, mamá o mi hermana, podrían saber que los escucho!
¡Quiero pedirles perdón! Hace un rato el sacerdote lo ha hecho por mí, al darme la extrema - unción. También me he dado cuenta que hoy es domingo por la noche y estoy en la UTI de Copiapó y que hace unas dos horas que estoy, aunque inmóvil, consciente. No pude despertar, feliz, como todos los días solía hacerlo.
Siento llorar a la mamá. La escucho decir:
- ¡Hijita, no te mueras!
Y yo quiero decirles con todas las fuerzas, con la voz que ya no tengo:
-¡No quiero morir, mamá! ¡Perdón papá, perdón mamita, hermanita del alma!... ¡Eramos tan felices!... ¡Papito, tengo tanto miedo!... ¡Siento que se me inunda de sangre la cabeza!...¡Siento como me explotan las venas!... ¡Papito, ayúdame, por favor, me estoy muriendo!... ¡Los amo mucho, quiero vivir, pero no puedo!... ¡Dios mío, Santa Teresita que triste…es…cuando… se aca…ba la vida…Yo…quie…ro, per…dirles…de…co…razón …que…el…

Pedro Serazzi 

25 de octubre de 2023

Dos lágrimas del mar, Pedro Serazzi Ahumada

DOS LAGRIMAS DEL MAR
                  
-¡Qué día más divino!
  Exclamó Carmen y sin embargo se puso a llorar. Iba a cumplir  al día siguiente 66 años de edad y estaba sola en el mundo. Ya hasta el último hombre que  había amado no estaba con ella.
  Caminó por la playa del balneario  Flamenco, Chile,  y una joven gaviota desplegó toda la energía de su cuerpo para batir sus alas y encumbrar un raudo vuelo tras los peces.
  Sintió envidia de la hermosa ave, pues ya no tenía los 36 años, edad que tanto echaba de menos, cuando  en esa mismas aguas, de olas suaves, se bañaba con su enamorado, el hombre que más la amó y se juramentaron ante Dios- que creyeron ver en las nubes de la tarde- que ese amor jamás terminaría.
  Estaba inmensamente triste, porque ese amor tan grande no supo cuidarlo y ese hombre, anotó en su libro de  penas que fue la mujer que más amó. Separados entre el orgullo y el dolor, vinieron los años crueles, donde el cuerpo también se convierte en otoño y arrojó lentamente las hojas de su belleza  y las reemplazó por las arrugas, un abdomen que creció, achaques de presión, dolor de huesos y otras cosas malditas, que terminaron con su menuda y hermosa figura.
 -  ¡Dios mío, qué lindo fue el ayer!...
  Ahora pensaba mucho más en  el Padre del  Nazareno, a quien había abandonado en los años hermosos de su vida. Continuó caminando, la tibieza suave de las olas mojaban sus pies. Reflexionaba sobre lo malo que fue haber favorecido su vanidad, antes que las cosas del alma y de haberse convencido que la belleza joven no se terminaría jamás. Tenía ira hasta con el mar porque ese día estaba más bello que nunca.
  La playa, pese a ser día de estío y cálida, curiosamente estaba casi vacía. Sólo dos niños jugando en la construcción de un castillo de arena, Uno de ellos  la llamó cariñosamente tía. En tanto, un joven rubio y apuesto, de ojos claros, se paseaba en short de baño por la playa. El la miró con dulzura:
- ¡Buenas tardes, señora!
  El muchacho, que tenía un aire distinguido,  todos los días la miraba con cariño y ella no podía entender exactamente por qué.  Sabía que no era un enamorado, lo presentía, menos de ella. Advertía que algo tenía en su interior que lo hacía más diáfano, comparado con otros más vulgares  con los que se encontraba otras veces. En tanto añoraba, el sol hacía su trabajo en el horizonte y se llevaba a reposar el largo día.
-Buena hora para nadar –  se dijo la mujer.
  Y luego, maldiciendo la soledad de su vida, viejo vicio el de maldecir que ella tenía, realmente pensó que lo mejor para la psiquis era darse un baño en el océano en el atardecer y luego, aplicar esas técnicas de relajación que tanto dominaba. Estimó que de esa forma sus penas tal vez podrían irse en el velero del atardecer.
  Nadó, como lo sabía hacer desde niña, bien y con estilo…
  Se sintió joven y hasta soñó con ese viejo y hermoso verano, lleno de romance, de besos, de pasión y hubo un cóctel maravilloso entre la sal húmeda que afloró de sus ojos y la que traía las olas. Aunque lloraba, sonreía de felicidad.
  Y nadó lejos, cada vez más emocionada con el raconto de ese especial romance. Sin embargo, una corriente marina traicionera la llevó lejos de la playa y  sus cansados músculos no fueron capaces de soportar la tensión y el esfuerzo que exigía la emergencia. Una de sus piernas se acalambró y al procurar aliviar el dolor se hundía. Con un esfuerzo supremo gritó:
-¡Socorro, que me ahogo!
  Sin embargo ¿quién la iba a escuchar? Ya no podía nadar y sólo uno de sus brazos que emergía, como un Titanic, indicó que se iba al fondo del mar. Tragó agua, se llenó de miedos y asimiló con pavor que comenzaba a morir.
 
-¡Perdóname, Dios mío! – decía en letanía mientras su cuerpo se iba al fondo del mar.
Desesperada y casi inconsciente sintió que dos manos la tomaron de la cintura  hasta emerger.
-¡Tranquila señora, yo la salvaré!
  El hombre, lentamente, aunque con seguridad,  la llevó a la orilla de la playa. Fue una maniobra de 10 minutos. Una vez en la arena, la recostó, le hizo respiración boca a boca y le aplicó otras técnicas de salvamento que conocía. Los niños del castillo de arena habían corrido en busca de ayuda, la que llegó prontamente en una camioneta de la Marina de Chile. Cuando éstos llegaron Carmen volvía lentamente a la vida. La cubrieron con una frazada, le pusieron en una camilla y la llevaron al Hospital del puerto más cercano, Chañaral. El hombre que la había salvado, era el apuesto joven de 25 años, que dio gracias a los marinos y partió con rumbo desconocido.
  Carmen, en la Sala de Urgencia volvió definitivamente a la vida y dos días más tarde, caminaba por la misma playa en busca de su salvador. La artesanía  era uno de sus hobbies  y le llevaba un hermoso regalo. Tuvo suerte, allí estaba, con los niños del castillo de arena, él también ayudándolos, como un pequeño más. Al verla se puso de pie.
-Señora, que gusto verla repuesta.
  Y ella sacó sus sentimientos lindos, esos que nunca debió dejar de lado en la vida. Lo abrazó, lloró, le dio las gracias, le entregó el regalo y le dijo que le invitaba a su casa de veraneo a comer esa noche.
¡Qué emoción!, pero cuánto lamento decirle que no puedo ir!
¿Por qué no?  Entonces, ¿quién eres?, para poder agradecerte toda la vida.
  ¡Soy tu hijo, mamita!... Soy aquel pequeño al que no dejaste nacer por el qué dirán y porque iba arruinar un poco tu bello cuerpo, cuando tenías 36 años. Recuerdas, mamita, yo era iba a ser  hijo del amor  y estaba extasiado en tu vientre…Papá te rogó mucho por mi existencia y sin embargo pagaste en una clínica para que yo no viviera.
  Pagaste por mi muerte, pero a pesar de todo y perdona que me quiebre, ¡te extrañaba, mamita! Viví muchas semanas en tu vientre con la ilusión de nacer… Tú no quisiste que yo viviera. Yo quiero que tú vivas y anhelo que el amor, todos los días toque tu corazón. ¡Te amo, mamá!
  Se habían separado del abrazo y al joven rubio, que le tenía tomada las manos, se le descolgaron dos lágrimas que fueron como cristales. Carmen no sabía si gritar, llorar o pedir perdón. Su salvador, le soltó las manos. Luego, con su regalo  y los pies descalzos corrió por la playa y a plena luz del atardecer, teniendo también como testigo a los dos niños, se comenzó a esfumar a pocos metros de ellos, convirtiéndose en parte de la espuma del mar.
 
 Carmen se sentó en la arena y rompió a llorar.
 
Pedro Serazzi
(Chañaral, Chile)

 

24 de octubre de 2023

¡Tenís cara de aval, flaco!”, Pedro Serazzi Ahumada

“¡TENÍS CARA DE AVAL, FLACO!”, PEDRO SERAZZI  AHUMADA
 
 Saverio encaminó sus pasos por la calle San Martín de Chañaral, por ese barrio antiguo de casitas de madera que tanto se asocian a la historia de los viejos puertos del norte chileno. Una farándula, ruidosamente, hacía propaganda a una candidata a reina. El, que siempre vibraba con entusiasmo, esa noche no estaba contagiado con ese ambiente de carnaval. Al llegar a la casa de su novia, su expresión fue de más desánimo.
- ¿Qué te pasó, Flaco, te pilló la Crisis? – le dijo Lorena con ironía.
- ¿Cómo lo notó, mi amor?
- Cariño, con esa cara estás para promotor de funerarias.
Le hizo pasar. Saverio se dejó de caer con desgano en el sofá del living. Mientras encendía un cigarrillo la joven y atractiva muchacha le sirvió un trago. Luego le acarició los cabellos. También le besó apasionadamente. Luego, haciendo el gesto de gatita en arrullo, le dijo suavemente:
¿A qué hora nos vamos mañana a Caldera?
No podemos ir, amor, me embargaron el auto.
¡Cóooomo!
 Lo que escuchas – respondió lentamente y en tono de tristeza.
¡Nuestro deportivo cero kilómetro! ¿Me vas a decir, ahora que ahora no es tuyo, nuestro?... ¿Y qué más te quitaron?
¡Todo, apenas se salvó el gato!
¿Qué es todo, aclara, Flaco?
Mi empresa con los computadores, los demás equipos y toda le mercadería, el local comercial, la oficina, el auto, la casa, la moto, todos los enseres de casa, salvo los protegidos por ley, que es la cama y los necesario para cocinar. También se llevaron el plasma digital que te tenía de regalo.
¿Qué cagada te mandaste, tonto huevón?
Fui aval del Pollo Flores.
¿Tú aval, ridículo?... ¡Te da la locura, le firmas un documento a un tipo, te hace la mariconada, nosotros a un mes de la boda y te dejan en pelotas!
Confié – dijo mirando el piso -. Siempre había sido de amigos leales, pero esta vez me caí.
¡Te dejaron en pelotas, imbécil! ¿Sabís por qué te cagaron, boludo?
Saverio no respondió.
¡Porque tenís cara de aval, Flaco!
Te estás poniendo grosera, nunca habías sido así.
¡Ahora me conoces, así soy la verdadera yo! ¡Estoy furiosa, eres un huevón a la vela, un pendejo, una mierda!... ¡Ahora te van a dar patente y revisión técnica como huevón y pelotudo!
 ¡Contrólate, no tengo ganas de pelear!
¡No me hagas reír, la vida no es un circo. Para sobrevivir en estos tiempos se necesita ser hombre y tener dinero, no un débil que deja la cagada a cada rato… ¡Eres un niño chico, apenas un imbécil!
Lorena…
¡No me interrumpas! Me tenías prometida una luna de miel en Buenos Aires, por algo habíamos comprado los muebles de la casa, aunque fuera con tu dinero, porque es tu obligación. Y ahora, qué eres: apenas un simple hombre, te has convertido en un pobre, en un poblador… ¿Tu creís que me voy a casar con un derrotado?... ¡Jamás, yo necesito un hombre con plata y ojalá profesional. ¡En una semana te reemplazaré!
¡Déjame explicarte!
Explicaciones ¿ahora?... ¡Mentiras, me llenarás de mentiras!
Lorena, ¿me dejarás de amar por este tropiezo?
Yo a los tontos y los pobres los evaporizo, los borro de mi vida… Fuiste como un café instantáneo. Le echo agua y se deshace el amor, el compromiso, todo… así de simple.
A pesar de los insultos, respondió con calma.
-Te quiero mucho, pero me confundes. No sé que pensar.
- ¡Desahógate, cobarde!
- Hoy se han derrumbado muchas cosas en mi vida. No puedo darte argumentos que justifiquen mi error, pero no creo merecer ese trato. Yo a ti no sólo te he dado amor, sino también en lo económico lo que mejor había podido. No tengo argumentos para justificar mi error. Me equivoqué en perjuicio de los dos, pero no me merezco ese trato.
- ¿Y que más, señor Saverio?
- Como hombre me cuesta llorar y creo que estoy a punto que me suceda. No quiero que me ocurra delante de ti, creo que después de esta conversación no te lo mereces. Mi derrota la asumiré a solas.
Saverio se levantó e intentó salir.
¡Flaquito, Saverio, amor mío, me arrepiento de lo que dije!
 No quiso escuchar más. Abrió la puerta, Lorena le lanzó con fuerzas un vaso lleno de gaseosa y ron que se hizo trizas en la blanca pared, a escasos centímetros de su cabeza.
Se fue caminando en dirección a la plaza principal del puerto. La amargura era mucha. No pudo atajar sus lágrimas. Se sentó en un escaño del paseo público. Pensó:
Comenzaré nuevamente, no importa cuánto tarde. Muchos me darán la espalda, pero hay otros buenos amigos, que aunque no me apoyen en lo económico, sé que serán importantes en lo moral.
Tengo que prepararme. Tengo la seguridad que volveré a tener éxito en la vida. Aún en mi derrota de hoy tengo fuerzas para seguir creyendo en el mañana. Y no es utópico. Es mi verdad y es algo muy íntimo. El destino es así a veces nos toca perder en el juego de la vida. Asumo que me equivoqué, que no trataré de repetir el error y que este tropiezo es un golpe fuerte. Tengo fe que me volveré a levantar y porque creo en mí. Si todos están de carnaval, por qué tener que llorar. Iré a brindar por mí, porque tengo que levantarme.
Poco después entraba a la discoteca de moda y hasta esbozó una sonrisa a un bullicioso grupo de disfrazados. Se acercó a la barra, pidió un trago largo y alzándolo a la altura de su frente, dijo en voz alta:
-¡Qué viva el mañana!
- ¡Que viva y que te traiga puras cosas buenas, Saverio!
Era Yanette, una atractiva mujer, la que siempre irradiaba alegría.
Gracias, amiga, aunque no tienes ideas por qué brindo.
Se sentó a su lado. Ella llevaba una lata de cerveza.
Me imagino que para fortalecer tu espíritu, que debe estar muy alicaído. Las noticias vuelan. Bien sabes que en nuestro pueblo casi no existen secretos. ¡Has tropezado, Saverio, no estás derrotado! Me emocionas… ¡Eres único! ¿No he conocido a nadie que brinde en un momento de tantas dificultades?
A pesar de todo, estoy triste. Hay un juicio por medio y el abogado querellante me dijo que…
No pudo seguir hablando, su amiga le puso una mano tapándole suavemente la boca, le suplicó:
Saverio, ni una palabra más. No te desgastes… ¡Ya pasó!
OK. Yanette.
No deseos saber detalles, Saverio, nadie lo merece. Tal vez en otra oportunidad. ¿Bailamos?
Ella lo llevó a la pista. Saverio la abrazó fuerte. Le hablaba al oído, la música estaba muy fuerte.
Me había prometido estar solo, mamarme esta pena como hombre. ¡Eres muy tierna!
¡Mucho más que tierna, amorosa, preciosa! ¿Soy pesada, verdad?
Eres linda, eres lo máximo. Dime, ¿te di lástima?
 Por el contrario te admiro. Eres súper, pocos se derrumban en el día y por la noche están brindando por buscar nuevas esperanzas en su vida.
Yanette lo rodeó con sus brazos en el cuello y comenzó a bailar con sensuales movimientos. El joven, inevitablemente pensaba en su problema. En la discoteca el principal invitado era el entusiasmo. Seguía confundido, en segundos se había derrumbado la mujer que tanto había querido. Aunque la perdonase sentía que nada podría ser como antes y ahora bailaba con la chica que antes de ser novio él tanto había soñado. Cuando Saverio fue libre, al principio, Yanette tenía compromiso y cuando estuvo libre, ya era tarde. Su fragancia, sus ojos chispeantes, esa sonrisa que regalaba a cada instante le emocionaba. Sabía que se precipitaba, pero igual lo dijo:
Te invito mañana a la playa de Flamenco. ¿Irías en bus, con un tipo que ahora es medio pobre?
Sí, con letras grandes, en bus, lo de menos, pero con una condición, Saverio, si vuelven con Lorena, no me consideres en ningún juego que me haga daño.
No hay compromiso, ella me echó de su vida.
En cuanto a tu pregunta si irías con alguien que ahora es medio pobre, no pienso en ello, para mí es un detalle.
Le sonó tan hermosa esa frase que se emocionó. Ahora hasta había sonreído.
¿Serías capaz de amar a un arruinado en potencia?
¡Por supuesto! Y tú, ¿podrías querer, tal vez con el tiempo amar a una chica que anhela tu amor hace mucho tiempo? ¿Y podrías no buscar en mí, ni la voz, ni los ojos, los cabellos ni nada que te recuerde a Lorena? ¿Serías tan valeroso de no defraudarme?
Saverio hizo la cruz con sus dos índices, le dijo que lo prometía y selló el compromiso con un beso. Ella se emocionó.
-Estoy tan triste porque has perdido tanto.
. No, Yanette, hoy he ganado mucho. Tú eres el capital más valioso. Se abrazaron y se besaron nuevamente. El suave ritmo de una vieja canción decía: “Te quiero porque sí/ que importa la razón/ de frente y de perfil/ con todo el corazón/”.

Pedro Serazzi Ahumada
 
Escritor, poeta y periodista chileno, nacido en Chañaral, Chile. Incursiona en narrativa y poesía. Su obra más conocida es la novela de amor “Una Ilusión en Caldera” usada en docencia en Concordia College, Moorhead, Estados Unidos; también ha sido enseñada en la Universidad de Loja; además escuelas y liceos de Atacama, Chile. Es autor de 10 libros. Su principal género es la novela. Además escribe ensayos históricos, cuentos y leyendas. Fue antologado dentro de los 40 mejores escritores de cuentos mineros del siglo XX (Chile).
Figura en antologías en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, India, Perú, Bolivia, Argentina, México y Chile. Ha dictado conferencias en Chile y Estados Unidos.
Tiene varias distinciones y premios en narrativa y poesía y su novela “Una Ilusión en Caldera”, fue traducida al inglés.
Reside en la III región de Atacama (Chañaral) y actualmente es director del periódico Presencia y de un canal de cable. Es presidente en Chile de la Casa del Poeta Peruano.
 
 

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