SOBRE AQUEL CAMINO REAL
Sobre aquel camino real
una fogata se encendía,
como una lámpara de luz
en una loma desteñida,
y cambiando de sitio siempre
asombraba las noches tibias,
sobrecogiendo a los viajeros
de rumbo aciago y despedida.
El fuego fatuo, en el camino,
con su ala blanca y movediza,
guardaba el alma de un guerrero
desfallecido en sus orillas,
o de otras almas encerradas
en el temblor de una guarida,
de otra gente, de otros viandantes,
con su jornada no cumplida.
Habían desapariciones
y extrañas cosas sucedidas,
que la penumbra se poblaba
con inquietudes de agüería,
y el viento jadeaba sin pausa
sobre casas emblanquecidas,
como si el cielo estremeciera
el paso de las Siete Cabrillas.
Sobre aquel camino real
se desgajaba nuestra vida,
nuestro destino de troperos
de nubes y de maravillas,
de ilusiones que se esfumaban
y a cada instante renacían,
como esa chispa solitaria,
color luciérnaga perdida.
Algo tendríamos, al fin,
de aquella hoguera y sus pupilas,
que estábamos y que no estábamos
con el alma en su exacta cita,
sino, más bien, como la llama
que parpadea en su vigilia,
llamaradas en senda inquieta,
heridos de una tierra herida.
Sobre aquel camino real,
los hombres de una lumbre viva.
Elvio Romero de Los valles imaginarios, Editorial Losada
(1984)
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