Mate
Mate,
te saludan mis manos
y mis labios.
En el centro
estás, como un obsequio
pero como una flor
yo te festejo
cada mañana cada tarde
como el primer ladrillo.
Vamos a compartir
la fiesta
de la poesía
desde los verdes
papales
y en el agua
convertida en tinta
del arado.
Quiero que seas hoy
mi joven madre
y me ofrezcas
la leche
provinciana
convertida en arroyo
verde
como lo hace
el árbol con el
nido:
columpio en el silencio
de la casa.
No te quiero enorme
ni pequeño
sino en mi estatura
de mazorca incaica
buscando la bandera
de lo humilde.
Pero escribiré
tu nombre
y me cubriré
con tu dulzor
como una manta
que sube a la montaña
entre las blandas sombras
y el viento,
que me empuja,
grabaré tu nombre
en mis
palabras
y en mis
ojos
ya pesados
de tanto caminar
encorvados fogones.
Me recuerdo:
la lluvia
andaba
desatada en
los remansos
y nosotros
entre las voces
quebradas de las piedras
saboreábamos su espuma.
Yo los
miraba
en la palabra amena
en la garganta
del ovillo
acustre,
me recuerdo:
la lluvia cayendo
en leves racimos,
en copas
destrozadas en la arena
y todo era así,
porque
el mate nos unía.
Recuerdo:
mates
tristes
como el de Las Encrucijadas
Eran tres
y cada uno
con el alado perfume del poleo,
con miradas
de sillas vacías
como abejas
que siguen
los senderos
de las uvas.
Mate:
nombrarte
es nombrar las cosas,
los seres,
sentirlos adentro
en la palabra:
una copa,
una mesa,
un ser querido,
Yo digo:
mate amigo
y la yerba
se da vuelta
espumosa
y me sonríe
como pudiera hacerlo
un niño
con su fiel juguete.
Nombrar
me permite cumplir
con un ritual
tan antiguo como el agua,
distinguir,
pintar,
bautizar
nombrar las cosas y los seres,
sacar de los ojos
la lentitud
del paisaje:
y su corazón de pájaro.
Mate
Mate
verde como un sapo
inflamando a una nube,
caricia tibia
de guitarra
que de tanto pasar
de mano en mano
enronquece su voz:
se vuelve madera
en el mínimo aljibe
de la casa.
Creces como una montaña virgen
como el cielo
al apartar las nubes.
Permaneces en silencio
cuando los hombres
te cuentan
sus secretos,
o cuando auguras un beso
de espumante río.
Recuerdo a un mate
en el cogollo picaresco
de una criolla:
“Amigo López que viva
con el porongo en la mano,
es lindo tocar a veces
el porongo de un paisano”
Cuando me encuentro confuso
cuando no acierto
al corazón
de la palabra
recurro al mate.
Mate de silenciar
demoras,
calle verde,
saco de abrigar,
la soledad,
aliento oculto
entre la yerba:
despertador
de estudiantes aplazados.
Mate
mate
ahuecado tizón
musgo caliente
retazo provinciano,
al beber tu presencia
me siento repleto
y ya no tengo alas
para volar el charco
y llevar tu mensaje
de miel,
de familia
y de hojas,
pero al menos
te siento
en mi fervor argentino
y te pido, mate,
que me brindes el abrigo
de tu verde
y que sigas nombrando
como yo, las cosas,
y que una vez
o diez
o mil
seas la mano abierta de los pobres.
Rafael Horacio López
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