Temor
A mi soledad le duele el paso de la lluvia
porque golpea, loca, sus húmedos martillos
empujando, empujando, a los charcos cansados.
Y es un viejo terco el barro ya formado.
Temo a mi soledad por su vacío como si fuera
el último vagón, duro, sombrío.
Pero sigo así, pensando que me llueve
alguna oreja húmeda para penetrar
aún más, en ese miedo oscuro.
Mi soledad no habla.
Como leche encrespada se levanta, sorda,
y me acerca su hollín de sigilosos puma.
Rafael Horacio López
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