EL HIJO
Se asomó a la ventana
y amó el cielo
recién pintado
como
en su cuaderno de convaleciente;
sobre las hojas del parral
amó
una paloma
cálida. La vida
le tendía, otra vez, sus manos
para
la ronda alegre, hermosa:
en el centro
miraba
(con mis ojos)
la muerte.
ALEJANDRO NICOTRA
“Detrás, las calles”,
Ediciones Rialp, Col. “Adonais”, Madrid, 1971]
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