LOS ASESINOS ("ASHASHIN"), JUAN JACOBO BAJARLÍA
En esa fortaleza enclavada en un valle de difícil acceso,
Aloadín tenía un paraíso terrenal, donde sus iniciados muchachos de 12 años, se
drogaban con el hashish que él ofrecía mientras impartía su enseñanza.
"Matar a un malvado –decía– es una bendición de los cielos, porque ellos,
los malvados, están en la tierra para usurpar el derecho de los seres
bondadosos". (Acaso fue ésta la primera norma sobre el regicidio que
Maquiavelo y el Padre Mariana habrían de exaltar siglos después). Cuando los
heréticos estaban ebrios por el opio, Aloadín introducía un conjunto de falsas
huríes, muchachas no menos jóvenes que los iniciados, y comenzaba una danza
fascinante, mientras las cañerías del palacio-fortaleza, suministraban miel y
vino (Liber, XXXI; Ibn Al Levy, II, 21). Los goces terrenales del Alamut, eran
semejantes al paraíso de Mahoma. Después, Aloadín les mostraba los muros del
palacio, con murales excitantes, donde la desnudez y los alimentos se
concretaban en un sueño insaciable. En uno de estos muros, el que daba hacia el
valle y sus jardines diabólicos, había una inscripción del poeta persa
Abulkasim Firdusí (Libro de los reyes, c. IV), que decía:
A la secta herética de los ismaelitas, en el siglo xi,
correspondió el "honor" (o la felonía) de acuñar la palabra asesino,
nombre que derivó del hashish o haxix, droga extraída del opio que se
administraban sus integrantes, como lo da a entender Marco Polo (Líber
milionis, XXXI). Entre las víctimas de esta secta, se hallan Conrado, rey de
Jerusalén, Abdul Jorasat el Inmaculado, Malabel el Silencioso, Raimundo de
Trípoli, dos califas de Bagdad, el Gran Visir de Egipto, un Sha de Persia y
otros prohombres del medioevo. Su jefe se llamó Aloadín, o sencillamente el
Viejo de la Montaña, como lo menciona el aventurero veneciano. Pero su nombre
verdadero es posible que fuera el de Hasan Ibn Al Sabbah, según anotan J. B.
Nicolás (Les quartains de Kheyarn, 1867) y el erudito cordobés José E. Guráieb.
(Este último nos dice, en la Introducción a las Nuevas Rubaiyát, 1959, que
"Ese Hasan Ibn Sabbah, fue aquel famoso Caudillo de la Montaña, llamado
erróneamente por el Viejo de la Montaña, o "Cheik Al Yabal", jefe de
la secta de los ismaelitas").
Aloadín (digámoslo así para abreviar) ejercía, como jefe
de la secta, funciones de califa. Había sido condiscípulo de Omar Al Jayyam y
Nizam Al Mulk, en Nisapur, donde los tres estudiaban el Qorán, según
constancias de este último en la Wasíah que escribió para celebrar los
acontecimientos más memorables de su vida. El fue el primero que testimonió
sobre el carácter de Aloadín: un hombre pendenciero e intrigante, contra el
cual debió luchar a pesar de haberlo protegido siendo visir. Conspiró, por
tanto, contra Nizam Al Mulk, y al ser descubierto por éste, Aloadín se refugió
en la fortaleza de Alamut, en Rudbar, sobre las montañas cercanas al mar
Caspio. De ahí la denominación impropia de Viejo de la Montaña.
Todas las noches su cocinero [el de Zohak] mataba a dos
jóvenes y les extraía los sesos con los que luego cocinaba un alimento para las
serpientes del monarca.
Cuando los heréticos, también llamados hashashin o
asesinos (Baudelaire refuerza el concepto en Le poéme du haschisch, II),
regresaban del efecto del hashish y se hallaban entristecidos por haber perdido
las visiones del paraíso, resolvían la eliminación del enemigo más próximo de
Aloadín. Era el único recurso para volver a los goces terrenales y a las
delicias de los jardines diabólicos. Entonces echaban la suerte, y el elegido
salía del Alamut para confundirse, disfrazado, entre aquellos donde el
sentenciado por Aloadín, habría de perecer. A la vuelta del asesino, cumplida
la misión, el paraíso volvía a concretarse, y el héroe imponía su voluntad al
juego de las huríes. Era un privilegio que duraba 24 horas. Después, en otro
ciclo semejante, se resolvía el próximo asesinato.
Fue tan temido el Caudillo de la Montaña, que no hubo
príncipe que no buscara su protección. Conocían su ira y el efecto de su
fanatismo. Pero su imperio fue sofocado por la deserción de El-Haddar, uno de
los ashashin. Denostado por Aloadín, huyó un día de la fortaleza y se unió a
las huestes de Hulagu. Éste lo recibió con desconfianza. Su relato fue tan
verídico y atroz, tan detallado, que el gran guerrero acabó por admitir la
sinceridad del desertor. Hulagu llevó a sus hombres hacia el Alamut y le intimó
la rendición al Gran Asesino. Éste desoyó las amenazas, y el guerrero
estableció un cerco que duró tres años, al cabo de los cuales casi todos los
defensores del Alamut perecieron por hambre. Entonces Hulagu ordenó la
embestida final, y la fortaleza fue destruida en 1135. (Ibn Al Levy, II, 23,
dice en 1265). Cuando el libertador entró en el reducto de Aloadín, éste,
asesinado por su propia mano (autoasesinado) yacía con un puñal que le
atravesaba la yugular. Se supone que quiso morir lentamente, ocho siglos antes
de que Krafft-Ebing acuñara la palabra infamante extraída del nombre de
Sacher-Masoch.
Juan Jacobo Bajarlía. De Historias de monstruos. Prólogo
de: Leopoldo Marechal
EDICIONES DE LA FLOR (1969)
Juan-Jacobo Bajarlía es poeta, cuentista, ensayista,
novelista y dramaturgo. Nació en Buenos Aires el 5 de octubre de 1914, pero por
un error en las anotaciones del Registro Civil aparece como nacido el 5 de
octubre de 1912.
A los 9 años le dio por la poesía, y los 14, siendo
estudiante secundario escribió un novelón de capa y espada con el título de La
cruz de la espada, que un falso editor se llevó para publicar, y nunca más se
supo del original. Fue el mayor de 5 hermanos, hijo de padres de gran posición
económica, venidos a menos, a raíz de lo cual, el niño que entonces tenía 12
años, vendió medias por los bares para contribuir al sustento de la casa. A los
17 años ingresó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires,
y luego se trasladó a La Plata donde completó sus estudios.
Fue uno de los introductores del vanguardismo en la
Argentina. Entre 1948 y 1956 dirigió la revista Contemporánea y formó parte, en
1944, del Movimiento de Arte Concreto-Invención, junto con Gyula Kosice, Edgar
Bayley, Carmelo Arden Quin y Tomás Maldonado, entre otros. También, en 1983,
dirigió la revista Referente/el Ojo que mira.
Sus primeros libros que datan de los años 40, Prohombres
de la argentinidad y Romances de la guerra, fueron excluidos de su
bibliografía.
Obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de
Escritores el mismo año en el que se la adjudicaron a Adolfo Bioy Casares
(1962). Luego se sucedieron los grandes premios: el del Instituto del Nuevo
Mundo de la Facultad de Filosofía y Humanidades de Córdoba, dirigida por Juan
Larrea acerca de César Vallejo (1963), el Mystery Magazine Ellery Queen's
(1964), el Konex de Platino (1984), el Premio Municipal de Teatro (1962), el
Premio del Fondo Nacional de las Artes (1962), 2¼ Premio Municipal de Narrativa
(1969), Premio Boris Vian (1996), Premio Leopoldo Alas ("Clarín")
(1971).
Sus cuentos, una estructura en la que se mezclan lo
fantástico, la ciencia-ficción y la metafísica, integran varias antologías.
Como dramaturgo escribió y estrenó La Esfinge en el
Teatro Mariano Moreno, en 1955; Pierrot, en La Plata, en 1956; Las troyanas,
sobre el texto de Eurípides, en el Teatro de la Reconquista, en 1956; La
billetera del Diablo, en el Teatro LYF, en 1969; Telésfora en Radio Nacional,
en 1972. Su drama Monteagudo (1962) obtuvo cuatro distinciones: el de la
Selección Municipal para las Jornadas de Teatro Leído, el Premio Municipal a la
mejor obra no representada, el del Fondo Nacional de las Artes, y la Faja de
Honor de la SADE.
Realizó numerosas traducciones del francés, italiano e
inglés, incluyendo autores como el Aretino, el marqués de Sade, Kandinsky y
Jean Tardieu, entre otros. También tradujo La lección, de Ionesco, que
Francisco Javier puso en el Festival de Arte Dramático de Mar del Plata, en
1956. En 1963 fue leído, en el Teatro Los Andes, su drama de ciencia-ficción
Los robots, en un acto auspiciado por la Municipalidad (Secretaría de Acción
Cultural). Este drama, tragedia mecánica, como lo llama el autor, data de 1955.
Escribe novelas policiales con el seudónimo de John J.
Batharly, entre las que debemos mencionar Los números de la muerte (1972),
reeditada con nombre propio en 1978. Esta última y El endemoniado Sr. Rosetti,
también se publicaron en México con los títulos de Vudú, secta asesina, y
Hombre Lobo: El endemoniado Sr. Rosetti.
Entre sus antologías publicadas, Cuentos de crimen y
misterio (1964), posee un estudio preliminar sobre lo fantástico y policíaco en
las literaturas universal y argentina.
Considerado en su calidad de narrador, Leopoldo Marechal
llamó a Bajarlía "zoólogo de la monstruosidad". Hopkins, desde
Berkeley, dijo que "sus máquinas del tiempo dejan de ser instrumentos
mecánicos para convertirse en dimensiones metafísicas". Antonio de
Undurraga consideró que la dimensión metafísica de Bajarlía introducía en el
cuento fantástico una línea mas allá de "lo metafísico, lo fantástico y la
ciencia-ficción".
Dentro de su obra poética, su libro La Gorgona (1953) fue
traducido al alemán por Ilse Lustig, en 1953, sobre cuya traducción Esteban
Eitler compuso Música Dodecafónica, cuyo estreno se realizó en Bruselas, en
1954.
Entre sus numerosos ensayos, La polémica
Reverdy-Huidobro/El origen del ultraísmo (1964) fue publicada previamente en
francés por el Centre International d’Etudes Poétiques (Bruselas, 1962), con
prólogo de Fernanad Verhesen; y Existencialismo y abstracción de César Vallejo
(1967), se publicó en Córdoba en 1967 en tres volúmenes de Aula Vallejo (5, 6 y
7).
Fue colaborador del diario Clarín y director interino de
suplementos literarios. Actualmente colabora en La Nación, La Gaceta de
Tucumán, La Prensa y otros diarios de la Argentina.
Fue pionero en la investigación parapsicológica en la
Argentina, participando de las primeras experiencias en parapsicología
científica. Sus conocimientos en fenómenos paranormales lo llevaron a presidir
varios congresos y dar cátedra en diferentes instituciones. Además es asesor en
temas afines.
Fue vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores
(SADE). Formó parte de la Asociación de Artistas Premiados Argentinos
"Alfonsina Storni" (APA), de cuya revista fue redactor exclusivo.
Se realizaron dos documentales sobre su vida. Bajarlía,
desandando el tiempo (2003) y Bajarlía (2005), que exploran en profundidad su
vida y obra literaria.
Falleció en la Ciudad de Buenos Aires el 22 de Julio de
2005, a los 91 años.
En 2007 se publicó la obra póstuma El placer de matar,
que recopila distintas investigaciones que realizó Bajarlía sobre grandes
crímines y criminales de la historia.
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