Carta de Alejandra Pizarnik a Antonio Porchia
30, rue Saint Sulpice - París 6 e
22 de febrero de 1963
Querido don Antonio Porchia: Siempre pienso en usted y
son incontables las veces en que quise escribirle. Pero siempre quería que
llegara un instante único, privilegiado, separado de los otros, no parecido a
ningún otro, para enviarle unas líneas que le dijeran la manera más pura cuánto
lo recuerdo y que terriblemente importante ha sido --es-- haber conocido su
voz, sus voces. Le agradezco enormemente las que me envió. Mi familia me las
hizo llegar. Ahora esas dos hojas con su escritura están usadas y desgastadas
(por mis ojos) porque las llevo conmigo como quien lleva los obligados
documentos de identidad. Y en verdad son eso.
Sabrá por nuestro común y querido amigo Roberto Juarroz
que van a hacer tres años que estoy en París. No pocas veces me tienta el volver,
verlo a usted, a Roberto, a unos pocos más... Ahora creo que podría conversar
con usted "mejor" que antes, tal vez porque perdí mi adolescencia o
sufrí más o recuperaré algo de la infancia o envejecí, no sé, pero al releer su
maravilloso librito mi fervor fue distinto: esta vez asiento a cada una de sus
voces con toda mi sangre y, lo que es extraño: su libro es el más solitario, el
más profundamente solo que se ha escrito en el mundo y no obstante ,
releyéndolo a medianoche, me sentí acompañada o mejor dicho amparada. Y también
asegurada, tranquilizada, como si me hubieran dado la razón en la única cosa
que yo rogaba tenerla. Volviendo al tema de París: lo que me calma de aquí es
vivir sola, sin familia, viendo a la gente sólo cuando lo deseo. Esto es muy
importante para mí. Necesito del silencio (o tal vez es el silencio que me
necesita). "Has venido a este mundo que no entiende nada sin palabras,
casi sin palabras". Esta frase se reitera en mí y canta en mí con
extremada frecuencia. En verdad, no hago más que pensar en el silencio. Y he
terminado preguntándome si el silencio existe. Pero si lo pregunto ya no hay
silencio.
Si alguna vez desea escribirme algunas líneas me dará
usted una muy alta alegría, me hará un gran bien. Por mi parte lamento que no haya
llegado aún ese instante privilegiado en el que quería hablarle y preguntarle
de una manera más hermosa que ésta de ahora. Pero como no tengo tanta paciencia
aquí va esta carta y el más cariñoso abrazo de Alejandra Pizarnik.
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