Los ojos de la noche
La verdad está en los ojos de la noche
anidando en sabanas arrugadas
entre camas destendidas
entre celosías que escrutan la calle.
La tristeza está en los ojos de la noche
escondiéndose en los pasos del caminante
nocturno
oscureciendo veredas insomnes,
revolcando hojas y distrayendo besos
encendidos.
La mentira está en los ojos de la noche
estafando enamorados al filo de la
madrugada
ocultándose en billeteras de cuero
ecológico
manoseando promesas y juramentos eternos.
La verdad. La tristeza. La mentira
arrastran palabras como pies cansados
por las calles de la existencia.
Jose Luis Colombini
De Desvistiendo Lluvias
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12 de junio de 2024
Los ojos de la noche, Jose Luis Colombini
11 de junio de 2024
Entre perro y lobo de Olga Orozco por Jose Luis Colombini
Entre perro y lobo de Olga Orozco por Jose Luis Colombini
Video del Café Literario del Jueves 26 de agosto de 2010,
en La Vieja Esquina, Avda San Martín y Edison, Villa Dolores, Capital de la
Poesía, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Cuyo tema fue El perro y coordino la
velada Jose Luis Colombini.
Entre perro y lobo, Olga Orozco
Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada
lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes
manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera
que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al
corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia
en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los
hombres un aterciopelado veneno de piedad que raspa
en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto,
la
sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde
mis propios dientes?