Estas palabras
concluirán siendo apenas
signos confusos
escritos en deshechos papeles
aislados de mi ser
desde hace tiempo
y sin ningún
afán propicio.
Los pisará la gente
apática y urgida
cuando cruce
por la húmeda calle.
Julio Bepre
Quiero explicar que todos los post que fueron subidos al blog están disponibles a pesar de que no se muestren o se encuentren en la pagina principal. Para buscarlos pueden hacerlo por intermedio de la sección archivo del blog ahi los encuentran por año y meses respectivamente. también por “etiquetas” o "categorías de textos publicados", o bajando por la pagina hasta llegar al último texto que se ve y a la derecha donde dice ENTRADAS ANTIGUAS (Cargar más entradas) dar click ahí y se cargaran un grupo más de entradas. Repetir la operación sucesivamente hasta llegar al primer archivo subido.
Gracias por visitar este lugar.
Estas palabras
concluirán siendo apenas
signos confusos
escritos en deshechos papeles
aislados de mi ser
desde hace tiempo
y sin ningún
afán propicio.
Los pisará la gente
apática y urgida
cuando cruce
por la húmeda calle.
Julio Bepre
Trajín
Frente al simple capricho de un casual remolino
mi rostro se refresca. Veo mejor las cosas
pero esta vez la sed me rasga la garganta.
Se adensa el tiempo. Agobia la soberbia del sol,
el cielo se acomoda al cenit riguroso
y las calles contiguas a un yermo se asemejan.
El momento conduce a una imagen esquiva
y la flor reconoce la mengua en su color.
Pero yo estoy atento y enseguida descubro
el vuelo de los pájaros que rozan a las nubes.
El mundo me conmueve y a mi vigilia torno
y desando el misterio de cada meridiano,,
los límites sinuosos y algún perdido nombre.
El bochorno me invade y humedece mi frente
y al respirar albergo un rostro y su pregunta,
una historia acrecida y una mirada tensa.
Regresa el remolino y en algo debilita
este sabor reseco que atiborra el verano.
Después vendrá la noche con su luz apacible
de una luna creciente asombrando mis ojos.
Entonces incorporo mi frágil osamenta
y ante mí se demora la realidad del mundo.
Un hombre soy, un pez, un ave, un vegetal, la lluvia
y también esa piedra que los años desgastan.
Julio Bepre
Se abría vacilante una parte del día
y alguien intentaba un rumbo diferente
después de un lento invierno donde todos
ansiábamos calor. El alma nos pesaba
y en distintos suburbios se desleía el año
en su propio extravío. Quizá no aparecía
el obstinado escorzo sino apenas
aquel pausado andar por las horas recientes.
Pero alguien deshizo y encendió lo inestable
y no pudo la vista volverse más dichosa.
¿Regresará otra vez la ocasión no esperada?
¿Quién puede contestar de frente a tanto apuro?
Convoco a todo hecho y propongo otra suerte
para este nudo intacto que del ayer escapa.
¿Adónde puede ahora rehacerse esta imagen?
La vida sigue y sigue y uno rápido espera
soñar una palabra sin sílabas ni letras.
Julio Bepre
Decoración o destino
Es indubitable que el hombre es una
entidad determinada por fines; continuamente se hace proposiciones y se
encamina hacia algunas, rechazando otras.
La elección, dudas, y el sacrificio por algo que se pretende concretar
constituye algo típicamente humano, y es advertible en ello la incidencia
recíproca que tienen los factores individuales y colectivos. El fenómeno de la
especialización es también una nota propia del hombre y apunta a sus numerosas
necesidades: es por una libre decisión o compelido por distintas motivaciones,
como se opta por realizar algo. De una forma elegirá (si es que puede) el
mísero habitante de una aldea africana, en tanto corresponderá otra muy diversa
a quien se encuentra inserto en una sociedad de consumo.
Hay
distintas visiones, si no totalmente negativas al menos escépticas, respecto de
la proyección de una sustantividad humana que reúna alcances de servicio y
solidaridad incuestionables: la historia abona tales estimaciones. Resalta la
crueldad que se desplegó en el cercano siglo XX, y ni qué decir del ímpetu destructivo que
envuelve hoy a la humanidad. Indudablemente hay transgresiones,
desconocimiento, negación y hasta rechazo de los valores atinentes al espíritu,
de toda aquella virtualidad axiológica que sostiene la dignidad que corresponde a todo hombre por ser tal.
La
religión, la filosofía, la poesía, el arte y la ciencia en general, devuelven
al viviente la certidumbre de que la existencia tiene un implícito sentido
trascendente y una participación ennoblecida para con el resto de los demás
seres. El infierno son los otros, se afirma en una obra de Sartre, pero en ello
existe una total aceptación de lo absurdo, del sinsentido, de la inanidad de un
mero vivir sin ninguna referencia a una perspectiva de esperanza o liberación.
Y si todo es así ¿qué resulta de ello? ¿Qué podemos creer, crear, compartir o
celebrar en nuestro concreto vivir?
Si en este
arduo tiempo que transcurre no vemos asomar con claridad una esperanza equilibrada y sin retaceos
injustos ni con imposiciones arbitrarias de los dueños del poder, existen
muchos hombres a pesar de lo apuntado, que con sus gestos y acciones nos
recomponen en alguna medida de las desventuras que se sufren en el mundo. Son
precisamente aquellos implicados y comprometidos en la aventura de la creación
y dación desinteresadas.
Ubicando como ejemplo al poeta, ¿qué hace este buen
hombre? Nada menos que internarse a través del lenguaje en el misterio de la
vida y su belleza, para así vislumbrar el núcleo del Ser y aprehender en
consecuencia una razón valiosa y verdadera que explicite nuestra humana
situación. Esto no implica pretender que la actividad poética suplante la
relacionada con otros valores, y menos que sea la solución única que permita
enervar la orfandad existencial; el acto
de poetizar, de intentar asir la poesía, implica un salto en el vacío del que
no se conoce adónde puede concluir.
Quien haya elegido un quehacer creativo valioso como un seguro recurso
para el logro de notoriedad –y sin desconocer que toda buena obra puede
avecinarla-- ha errado manifiestamente, conforme a cuanto hemos sostenido
antes. Afirmó James Joyce que nadie
puede ser auténtico artista si no logra en algún momento librarse de la
mediocridad ambiental, de los entusiasmos baratos, de las sugerencias
maliciosas y de todos los aduladores influjos de la vanidad y la ambición.
No se
trata de convertir al poeta, al artista, al filósofo o al científico en ascetas
o en seres diversos de sus semejantes; quien se sienta distinto se alejará aún
más de la verdad, y sus resultados creativos o de investigación u ordenamiento
de la realidad, estarán teñidos de puro solipsismo que a la larga lo
establecerán en un callejón sin salida.
El arte, la filosofía
y la ciencia no son algo decorativo; cada proposición que nos hagan implicará
un desafío que conlleva y exige una plenitud participativa cuando no la
expulsión de cualquier acomodo banal al que a veces nos entregamos. El poeta
–reiterando la ejemplificación-- debe asumir su rol de creador con la
convicción de que hereda experiencias anteriores que enriquecieron el lenguaje
del cual se vale, además de aceptar cualquier eventual éxito como una
incidencia facticia.
La historia acoge
sobradas pruebas respecto a esta afirmación. ¡Cuántos celebrados autores
lograron con el paso del tiempo apenas una exigua mención en los manuales de
historia de la literatura! Los espacios de poder no son propios del arte, de la
filosofía, de la ciencia y menos aún de la poesía, puesto que ella –como lo
expresara René Menard-- no promete ni consuela de nada. Quien no acepte el
desprendimiento que implica la creación, se engaña a sí mismo, y quien se
desangra por obtener alguna distinción o merecimiento, necesita retornar cuanto
antes a un conveniente equilibrio interior. Si bien el hombre es un haz de
posibilidades, la intención de permanecer, de anular el olvido, de conjurar al
tiempo, no depende de él, y quien no haya meditado esta evidencia tampoco lleva
un rumbo acertado.
El creador, en definitiva, no puede estar calmadamente
invadido por la complacencia de ser tal; le corresponde ante todo sentirse comprometido por ello y,
muchas veces, con renuncia de las bondades que quizá provea una existencia más
ordinaria. Además toda auténtica y trascendente creación humana, no distrae ni
constituye una suntuosidad del espíritu, sino que es un intento máximo para
restituirle al hombre las excelencias quebrantadas por la civilización
cuantitativa, mecánica y consumista, y de crearle otras nuevas posibilidades de
crecimiento interior.
El creador es un
indagador, un buscador, un equilibrista en una cuerda floja, alguien que sabe
que deberá alejarse de cualquier canto de sirenas, alguien que debe en cada
momento avanzar para acrecentar y prodigar la noble actividad a la que se ha
entregado. Se trata entonces de no ser simplemente un buen hombre sino un
hombre bueno; el pensamiento desinteresado no puede ser nunca decoración sino
destino.
Julio
Bepre
Antes de adentrarme en el sueño
Quizá el pensamiento algo difuso
aunado a palabras de un azar
y el bullicio distante de los niños.
Una rauda bocina se desliza
¿hacia dónde?
¿tan pronto se ha diluido?
Una música infrecuente reconozco
y un paso mas seguro hay en el viento
ante este alzarse urgido del verano.
Algo pasa. Me deshago del mundo.
Algo abandono sin saber qué hallaré
en esa hondura apenas sospechada
hecha leve demora pretenciosa de sueño.
Me voy. Me alejo y sin embargo
breve y audible un ruego me regresa.
Julio Bepre
NOCHE CELESTE
Consigo lleva la oración junto al ruego.
Espera un año más con declinante agobio.
Se detiene y escucha una música niña.
Memoriza de pronto un antiguo poema.
Amalgama con prisa su término y origen.
Avanza sin retraso frente a tanta distancia.
No niega los instantes y hasta perdona al siglo.
Hoy mira enternecido la luz que lo ilumina.
En esta noche todo parece más humano.
Julio Bepré
Mujer sin nombre
Ni en plenitud de luz o en dura sombra
y nunca tampoco en la penumbra
mi aventura decae.
Su imagen ya refleja
el color de otra herida.
Es la espera de horas
donde las calles tensan
esta larga pobreza
y el paso del apuro.
Pero allí donde se afirma tu existencia
asoma en el destino esa alegría
de un encuentro fortuito
sin el peso
fatídico del día.
Y siento alzarse en el vecino aroma
la unidad progresiva de mi tiempo
y esa húmeda costumbre de los ojos.
No. No es sueño esta mujer sin nombre
ni el desvelo caído de la luz
ni la quiebra segura del silencio.
Julio Bepre
NO MÁS
Alguien debe rehacer con premura
cada palabra extraviada en el mundo
y afrontar toda ocasión y cuanto
arrima la verdad junto al silencio.
Aunque el día y la noche se asemejen
y el mundo se oculte tras un gris infinito
aunque se ignore adónde y cuando
el tiempo añadirá más inclemencia.
En esta hora apenas debe oírse
aquello que llega en un murmullo
y no esa habitual cautela desolada
con su larga y desgarrada queja.
Julio Bepré