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6 de noviembre de 2015

Los ancianos callaban, Horacio Castillo


Los ancianos callaban

Al pie de la muralla, junto al fuego, los ancianos callaban.
Miraban a lo lejos las negras nubes y callaban.
Escudriñaban noche y día el mar y callaban.
La arena empezaba a enfriarse, el alma empezaba a enfriarse,
los pájaros huían hacia el porvenir.
Pero los ancianos callaban, buscaban
el surco de la quilla en el agua y callaban,
miraban llorar la sombra de la encina y callaban.
Se oyó un grito. ¿Qué dicen esas hojas?
Se oyeron alas. ¿Adónde vuelan esas piedras?
Pero los ancianos callaban, oían el lamento
que viene del futuro y callaban,
miraban la bañera ensangrentada entre la maleza y callaban.
Se oyó un ladrido. ¿A quién llama ese perro?
Se oyeron carros. ¿Adónde llevan esos muertos?
Pero los ancianos callaban, recordaban
el lenguaje bárbaro de la golondrina y callaban,
espantaban el lagarto entre las breñas y callaban,

pensaban en el destino del ruiseñor y callaban, callaban.

Horacio Castillo

5 de noviembre de 2015

Croar del alma, Horacio Castillo

Croar del alma

Cuando mi alma, como una rana, salte a la nada,
la oirán croar, croar toda la noche,
croar arriba y abajo, al este y al oeste,
hasta que el ojo monótono de la luna llore en los pantanos,
hasta que cese el espanto y empiece la eternidad.

Horacio Castillo


4 de noviembre de 2015

El Pecho Blanco, El Pecho Negro, Horacio Castillo

El Pecho Blanco, El Pecho Negro

Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
Al despertar tomaba el pecho blanco en su mano
y acercándolo a mis labios decía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche blanca, espesa, dulcísima.
Luego apretaba entre sus dedos el pezón negro
y colocándolo en mi boca repetía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche oscura, infinitamente agria.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
De día, sosteniendo el pecho blanco en su mano
como una paloma, susurraba: Es la luz del mundo;
y a la noche, mientras exprimía suspirando
el pecho negro, prorrumpía: Es la oscuridad.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
A veces exponía el pecho blanco al sol
y escondiendo bajo su ropa el pecho negro
canturreaba: Esta es la leche que sacia toda hambre,
y su rostro se iluminaba con una sonrisa inmortal.
Pero mi boca buscaba otra vez el pecho negro
y tomándolo en su mano con piadosa resignación
lo ponía en mis labios diciendo: Bebe, hijo mío,
y yo bebía ávidamente la leche que da más hambre.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro. 


Horacio Castillo

3 de noviembre de 2015

Daniel Conn leyendo su poema Cuerpo de arena

Daniel Conn leyendo su poema Cuerpo de arena
Video del 2º ENCUENTRO DE "POETAS EN EL ARA"
"Poesía enciende una luz" (A. Bruzzone).
18 DE MARZO DE 2012
OJO DE AGUA (NONO) TRASLASIERRA, CÓRDOBA.

Organizó Grupo "Amigos del Ara de la Poesía"



CUERPO DE ARENA

La tomo de las manos y no queda nada.
Ni un detalle de ella permanece.
La abraso y se diluye en un universo homogéneo y etéreo.
La acaricio hasta modelar una figura de otro tiempo
y se desmorona como las migas del pan añejo.
La contengo en un castillo de paredes altas, de techos largos
y huye con el viento que se pierde por debajo de la puerta
La empapo de mi sudor y por un segundo deja de ser un puzzle inescrutable.
Se queda ahí, quieta, eterna, casi celestial.
La contemplo grano a grano, parte por parte,
la recorro con mis ojos, la intento tocar,
pero desaparece como la muerte.

Nuevamente todo se ha secado
y mis manos no pueden más que extrañarla.


Daniel Conn

2 de noviembre de 2015

Chantaje, Daniel Conn

CHANTAJE

Uno de estos días te voy a raptar…
y no pediré rescate.

Daniel Conn Calderon
dR.o. Poeta Lacustre (Chile)

1 de noviembre de 2015

Terapia, Daniel Conn

Terapia

Atento loco! Siempre atento!
Decía el escritor
que había olvidado su lápiz.

Daniel Conn Calderon
dR.o. Poeta Lacustre (Chile)

30 de octubre de 2015

Toda, Daniel Conn

Toda

Aún flotando desde la habitación al comedor
el piloto del calefón flama, como lo hizo toda la noche
Veo el vino a medio servir, el desayuno a medio levantar
Pongo las manos en mi pelo
donde antes estuvieran las tuyas.
Aparece tu cara tan cerca de la mía
y el recuerdo de mirarte
me deja observando por la ventana,
buscando una palabra que no encuentro.
Eres toda tú, pelo, nariz, ojos negros, senos, caderas, hombros y manos…muslos.
Mientras sigo enumerándote y echando a perder este poema,
caigo que al desmenuzarte divido tus características entre comas
y pierdo irremediablemente esa mirada que nos convoca.
Las palabras vuelven a enmudecer
Se hacen tan pequeñas y tú tan grande
Tan precisas frente a la generalidad toda
Me pongo de pie y cierro la ventana que abriste
porque el frio de la tarde ha empezado a entrar en esta casa limpia y silenciosa.
Tú aún te paseas por todos lados,
pero tan incorpórea que mis manos lloran un poco
Sé que has salido apenas hace una hora,

pero la casa cruje tu ausencia.

Daniel Conn

29 de octubre de 2015

Sin sentido, Daniel Conn

Sin sentido

Cada uno de ellos había creado un infierno para el otro, pese a que se querían. Milan Kundera.

No hay Paradoja más ingrata
que estar lleno de vacío
sentir que el estomago pesa una tonelada
de nada.
Cuando el cuerpo se desplaza flotando
por los terruños del infierno,
recorre doliendo
las bocas pastosas repletas de cenizas húmedas
y toma asiento como un inútil
capaz de esperar a que esa guillotina caiga
No hay paradoja más ingrata
que esperar muerto
a que venga la muerte.


Daniel Conn

28 de octubre de 2015

Semana Santa, Daniel Conn

SEMANA SANTA

Creo en la libertad de pensamiento
Creo en la importancia del error
Creo en la comunidad y el trueke
Creo en el sexo abundante y generoso

En la hermosura del ser
En la liberación de la vergüenza

Creo que toda casa es un templo
Que todo lugar y hora es sagrado
Creo que el pan y el vino
es cuerpo y sangre del pueblo

Creo en la sencillez de la madera
Creo más en la fuerza del papel que en la del oro
Creo que la alimentación, la salud y la educación
Son para todos

Creo que la vida no se debe ganar
Se debe disfrutar
Creo que el amor comienza y se acaba
Creo que jamás fuimos echados del paraíso
Creo que la manzana es un pedazo del mundo
Creo que la mujer es encarnación de la savia

Creo en el la poesía y el arte
Creo en la segura muerte
Creo en la droga recreativa
En el aborto terapéutico
Creo que no existe ningún mandato
porque sólo creo en las alas de la decisión
Creo en la magia
Creo en la suerte
Creo en el trabajo
Creo en el descanso
Creo en la pareja
Creo en la amistad
Creo en las calles
Creo en los parques
Creo en el mar
Creo en la montaña,
                   pero no creo en dios.


Daniel Conn

27 de octubre de 2015

"LA LITERATURA INFANTIL Y SUS POSIBILIDADES" Charla Taller a cargo del escritor Rafael Horacio López y la profesora Susana Miranda.




"LA LITERATURA INFANTIL Y SUS POSIBILIDADES" Charla Taller a cargo del escritor Rafael Horacio López y la profesora Susana Miranda. (Video)
En el marco de la 2º FERIA MULTICULTURAL DEL LIBRO Y ARTES
Jueves 22 de octubre 2015, Sala de Arte Municipal. Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina.
ORGANIZAN: Biblioteca Pedagógica Villa Dolores - Uepc Villa Dolores San Javier - Biblioteca Caranday - Círculo de Narradores Paso del León.
AUSPICIAN: Municipalidad de Villa Dolores - CEMDO Ltda.


26 de octubre de 2015

Los ruidos cariñosos, Rafael Horacio López

Los ruidos cariñosos

Mi madre tiene el sello de la aurora
diligente y ágil caminar
por los pasillos
en ruidos cariñosos
de frescos cubiertos
con la presencia de ángeles distraídos.
Con ruidos de alas llega la noche
mi madre ilumina
con su paisaje de mujer y cielo
el rostro del hogar
del patio fresco
un cielo cribado
por estrellas que escriben en silencio.
Y el día termina
la música de los discretos ruidos.
Y en el cansancio de mi madre
encuentro fuerzas,
para seguir urdiendo,
con el ruido de la aurora
al otro día.


Rafael Horacio López

25 de octubre de 2015

Rafael Horacio López leyendo su poema " Donde se acaba el viento"

Video de Rafael Horacio López leyendo su poema "Donde se acaba el viento". Café Literario del 26 de Marzo de 2009 cuyo tema convocante fue el Viento.


Donde se acaba el viento
todos somos niños.
Lo vemos pasar
y el de puro gusto
gira y gira como loco
en espirales de tierra
y esa arenilla que se pega en la ropa
y en la piel quemada de los hombres.
Los remolinos del viento
son la alegría sin rienda
que despeinan a los árboles
y a los desprevenidos caminos
y en el centro las plumas
buscando pegarse en algún canto
y el miedo atizando las cenizas
y una larga mirada
y la noche derramando su sangre sombría
entre las plumas y el corazón de la tierra.


Rafael Horacio López

24 de octubre de 2015

Segundo deseo, Rafael Horacio López

Segundo deseo

Las tormentas del espíritu son terribles.
El deseo golpea mi paciencia de ser hombre.
Mi interior es un río:
un río de manos que pintan
el último asidero.

Es tu valle una granada
roja,
negra,
verde,
que se escuda
en un mundo de abejas.
Sol de animal dormido donde acaban
las uñas del sudor del viernes.


Rafael Horacio López, Villa Dolores, Capital de la poesía, Traslasierra. Córdoba, Argentina.


23 de octubre de 2015

Vida sencilla, Rafael Horacio López

Jose Luis Colombini, Teresa Gómez Atala y Rafael Horacio López

Vida sencilla

En la vida sencilla
la mirada de la abuela
-Pero allá lejos –
Sin darle importancia al día,
que camina de memoria,
aquel jardín tan amplio,
donde mi madre dejara su mirada.
Flores sencillas coronando un pan,
con el calor de una bandera,
que si saberlo coronaba,
semillas para alimentar mis palabras.
En la vida sencilla,
pisoteaba un barro que sería techo,
de mi andar sencillo.
Y picoteaban pájaros el aire de mayo enrarecido.
Decir la vida sencilla era mirar la mesa,
donde discurrían los días y los padres.
Donde se extendía el mantel
se daba el milagro del pan, del vino,
darse la mano con lo necesario.
Los vientos respetaban la música,
de los humildes surcos.
Pero el tiempo tenía su consigna,
pintaba de blanco los paisajes.
Y la vida sencilla resignaba,
las manos amigas del descanso,
escribiendo partidas en el patio.

Y yo con ellas.

Rafael Horacio López

22 de octubre de 2015

Todo gira como cabeza de alicuco, Rafael Horacio López


Todo gira como cabeza de alicuco

Antes de escribir abro el silencio
repaso el ir y el venir de los personajes
pájaros que llevan una encomienda al infinito
como un lavarse las manos
en el canto verde de los árboles.

Repaso los días y las horas
y todo es una pared con leyenda nueva.

Antes de escribir lavo mis manos.


Rafael Horacio López de La sed de la luz (1997)

21 de octubre de 2015

Mate, Rafael Horacio López

Mate

Mate,
te saludan mis manos
y mis labios.
   En el centro
estás, como un obsequio
pero como una flor
yo te festejo
cada mañana cada tarde
como el primer ladrillo.
 Vamos a compartir
   la fiesta
   de la poesía
   desde los verdes papales
y en el agua
convertida en tinta
   del arado.

Quiero que seas hoy
mi joven madre
y me ofrezcas
   la leche provinciana
convertida en arroyo
   verde
como lo hace
   el árbol con el nido:
columpio en el silencio
   de la casa.

No te quiero enorme
   ni pequeño
sino en mi estatura
de mazorca incaica
buscando la bandera
   de lo humilde.

Pero escribiré
       tu nombre
y me cubriré
con tu dulzor
como una manta
que sube a la montaña
entre las blandas sombras
y el viento,
que me empuja,
grabaré tu nombre
       en mis palabras
       y en mis ojos
ya pesados
de tanto caminar
encorvados fogones.

Me recuerdo:
       la lluvia andaba
       desatada en los remansos
y nosotros
entre las voces
quebradas de las piedras
saboreábamos su espuma.

       Yo los miraba
en la palabra amena
en la garganta
       del ovillo acustre,
me recuerdo:
la lluvia cayendo
en leves racimos,
en copas
destrozadas en la arena
y todo era así,
porque
el mate nos unía.

Recuerdo:
       mates tristes
como el de Las Encrucijadas
Eran tres
y cada uno
con el alado perfume del poleo,
con miradas
de sillas vacías
como abejas
que siguen
los senderos
de las uvas.
       Mate:
                 nombrarte
es nombrar las cosas,
los seres,
sentirlos adentro
en la palabra:
una copa,
una mesa,
un ser querido,
       Yo digo:
       mate amigo
y la yerba
se da vuelta
espumosa
y me sonríe
como pudiera hacerlo
un niño
con su fiel juguete.
Nombrar
me permite cumplir
con un ritual
tan antiguo como el agua,
distinguir,
pintar,
bautizar
nombrar las cosas y los seres,
sacar de los ojos
la lentitud
del paisaje:
y su corazón de pájaro.

Mate
Mate
verde como un sapo
inflamando a una nube,
caricia tibia
de guitarra
que de tanto pasar
de mano en mano
enronquece su voz:
se vuelve madera
en el mínimo aljibe
de la casa.

Creces como una montaña virgen
como el cielo
al apartar las nubes.
Permaneces en silencio
cuando los hombres
te cuentan
sus secretos,
o cuando auguras un beso
de espumante río.

Recuerdo a un mate
en el cogollo picaresco
de una criolla:
“Amigo López que viva
con el porongo en la mano,
es lindo tocar a veces
el porongo de un paisano”

Cuando me encuentro confuso
cuando no acierto
al corazón
de la palabra
recurro al mate.
Mate de silenciar
demoras,
calle verde,
saco de abrigar,
la soledad,
aliento oculto
entre la yerba:
despertador
de estudiantes aplazados.

Mate
mate
ahuecado tizón
musgo caliente
retazo provinciano,
al beber tu presencia
me siento repleto
y ya no tengo alas
para volar el charco
y llevar tu mensaje
de miel,
de familia
y de hojas,
pero al menos
te siento
en mi fervor argentino
y te pido, mate,
que me brindes el abrigo
de tu verde
y que sigas nombrando

como yo, las cosas,
y que una vez
o diez
o mil
seas la mano abierta de los pobres.

Rafael Horacio López

 De Nombrar las cosas 

20 de octubre de 2015

Conversación con niños sobre Literatura infantil a cargo de Rafael Horacio López

Conversación sobre Literatura. Visita a la casa del Poeta Rafael Horacio Lòpez de alumnos de la escuela primaria Jose de San Martin de San Javier, Traslasierra, Còrdoba, Argentina  16 de octubre de 2015

19 de octubre de 2015

Nuestro país, Elvio Romero

Nuestro país

Nuestro país (el mío,
el que puedo ofrecerte), aquella
dulce tierra violenta, con la frente
segada y abolida por un aire quemado,
donde ochocientos ríos le dan curso a sus ojos
y cordilleras verdes le apoyan la andadura,
desgajo de protesta vegetal y verano,
mi país que se instruye sobre un nivel
de lluvias,
oh mi país hermoso,
despiadado y profundo,
fiel a si mismo, puro, solitario, implacable,
nos reserva un asiento
de hierbas y azahares, desenvuelve
-mi amor- sus recelosos,
sus imperiosos meses, su silencio,
por esto, por nosotros,
por asir esa luna de carbón desdichado
que se nos sube a veces por la noche a los ojos...
 


Elvio Romero

17 de octubre de 2015

Todos aquí llegamos, Elvio Romero

TODOS AQUÍ LLEGAMOS

Todos y cada uno,
todos aquí llegamos
con un aire de sol y viento con paisajes,
mordiendo un odio largo, largamente callado,
y poco acostumbrados a este oficio de horror,
de turbio fango.

Pecho al calor abierto.
Con cabellos hirsutos, puños, arterias, manos,
trajinamos senderos de osamentas
y uniformes amargos.

Con un anochecer en las pupilas
y un tanto fatigados
de estampidos y muertes y tensiones,
caminamos, vibramos y matamos.

Rudo dolor de pueblo, ruda angustia
de pueblo asesinado.
Por eso vamos todos, cada uno,
para poder vengarlo.

Con un aire de sol y viento con paisajes,
soñadores, osados, temerarios;
con un sacudimiento de tierra descuajada
y arada a fogonazos.

 Elvio Romero de Días Roturados

(Edit. Lautaro, 1948)

16 de octubre de 2015

Réquiem para un titiritero, Elvio Romero

 Réquiem para un titiritero

                                       En memoria de Julio Correa.


En la casa de la colina
desde ayer habita la muerte,
                   el viento
    desgasta un telón verde;
    hay un tinglado triste,
    vacío, que se mece,
en la casa de la colina
donde una flor morada crece.

En la casa de la colina
hay rincones que palidecen,
                  un halo
      de luna el techo envuelve,
      hay Príncipes y Reinas
      y Arlequines con fiebre,
en la casa de la colina
por donde el tiempo se detiene.

En la casa de la colina
sube el musgo por las paredes
                    la noche
       penetra y se conmueve;
       hay fantoches que sacan
       el guante a la intemperie,
en la casa de la colina
donde un retablo se oscurece.

En la casa de la colina
la desdicha tejió sus redes,
                   el aire
      se detiene y se hiere;
      hay un hondo silencio
      de pantomima inerte,
en la casa de la colina
donde la sombra se estremece.

En la casa de la colina
corre el frío por los dinteles,
                  la luz
      da un traspié y retrocede;
      hay un traje vacío,
      un Corcel sin jinete,
¡en la casa de la colina
que da vuelta y desaparece!

Elvio Romero 

De Los valles imaginarios, Editorial Losada (1984)

15 de octubre de 2015

Bella y Nocturna, Elvio Romero

Bella y Nocturna

"Viene, me digo siempre
Viene, me digo siempre. Bella y nocturna, digo,
y está a mi lado y viene. Y en la noche descanso
junto a su pecho, al borde de su pecho, al remanso
de su cálida sombra sirviéndose de abrigo.
Siempre me digo, viene,
Bella y Nocturna, y siempre se levanta en mi sueño
despacio, apareciendo como en un bosque
umbrío, fiel y asidua en mi frente,
como alguien que debiera, siempre bella
en un bosque, responder cuando digo
Bella Nocturna en sueños
cuando me digo, viene.
Y acude fiel y asidua, con cálida sombra

cuando, Bella Nocturna, con su sombra me abrigo."

Elvio Romero

14 de octubre de 2015

Todos aquí llegamos, Elvio Romero

TODOS AQUÍ LLEGAMOS

Todos y cada uno,
todos aquí llegamos
con un aire de sol y viento con paisajes,
mordiendo un odio largo, largamente callado,
y poco acostumbrados a este oficio de horror,
de turbio fango.

Pecho al calor abierto.
Con cabellos hirsutos, puños, arterias, manos,
trajinamos senderos de osamentas
y uniformes amargos.

Con un anochecer en las pupilas
y un tanto fatigados
de estampidos y muertes y tensiones,
caminamos, vibramos y matamos.

Rudo dolor de pueblo, ruda angustia
de pueblo asesinado.
Por eso vamos todos, cada uno,
para poder vengarlo.

Con un aire de sol y viento con paisajes,
soñadores, osados, temerarios;
con un sacudimiento de tierra descuajada
y arada a fogonazos.

 Elvio Romero de Días Roturados

(Edit. Lautaro, 1948)

13 de octubre de 2015

Sobre aquel camino real, Elvio Romero

SOBRE AQUEL CAMINO REAL

Sobre aquel camino real
una fogata se encendía,
como una lámpara de luz
en una loma desteñida,
y cambiando de sitio siempre
asombraba las noches tibias,
sobrecogiendo a los viajeros
de rumbo aciago y despedida.

El fuego fatuo, en el camino,
con su ala blanca y movediza,
guardaba el alma de un guerrero
desfallecido en sus orillas,
o de otras almas encerradas
en el temblor de una guarida,
de otra gente, de otros viandantes,
con su jornada no cumplida.

Habían desapariciones
y extrañas cosas sucedidas,
que la penumbra se poblaba
con inquietudes de agüería,
y el viento jadeaba sin pausa
sobre casas emblanquecidas,
como si el cielo estremeciera
el paso de las Siete Cabrillas.

Sobre aquel camino real
se desgajaba nuestra vida,
nuestro destino de troperos
de nubes y de maravillas,
de ilusiones que se esfumaban
y a cada instante renacían,
como esa chispa solitaria,
color luciérnaga perdida.

Algo tendríamos, al fin,
de aquella hoguera y sus pupilas,
que estábamos y que no estábamos
con el alma en su exacta cita,
sino, más bien, como la llama
que parpadea en su vigilia,
llamaradas en senda inquieta,
heridos de una tierra herida.

Sobre aquel camino real,
los hombres de una lumbre viva.
  

Elvio Romero de Los valles imaginarios, Editorial Losada (1984)

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