Objetos al acecho
¿Dónde oculta el peligro sus lobos amarillos?
No hay ni siquiera un pliegue en la corriente inmóvil que
tapiza este día;
ni un zarpazo fugaz contra el manso ensimismamiento de
las cosas.
Ninguna dentellada;
nada que abra una brecha en estas superficies que
proclaman su lugar en el mundo:
mis dominios inmunes,
mi pequeña certeza cotidiana frente a las invasiones de
la oscuridad.
Y sin embargo surge la amenaza como un fulgor perverso,
o como una estridencia sofocada;
quizás como un latido a punto de romper la frágil
envoltura de las apariencias.
Ha cundido la impía rebelión en mi tribu doméstica
acostumbrada antes al ritual de mis manos y a la mirada
que no ve.
Los objetos adquieren una intención secreta en esta hora
que presagia el abismo
Exhalan cierto brillo de utensilios hechos para la
enajenación y el extravío,
contienen el aliento para el ataque indescifrable,
transforman sus oficios en esta exasperada, malsana
geometría del suspenso.
Son gárgolas ahora.
Son ídolos alertas en muda interrogación a mi poder
incierto.
Se ha cambiado la ley:
mis posesiones me presencian.
Se han mudado los credos:
el bello acatamiento se extingue bajo el sol de la
sospecha.
Y ninguna palabra que devuelva las cosas ilesas a sus
humildes sitios.
Y ningún catecismo que haga retroceder esta extraña
asamblea que me acecha,
este cruel tribunal que me expulsa otra vez de un
irreconocible paraíso,
recuperado a medias cada día.
Olga Orozco
De Mutaciones de la realidad (1979)
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