El arte del
sugerimiento
El arte del
sugerimiento, como la palabra lo dice, consiste en sugerir.
No plasmar las
ideas brutalmente, gordamente, sino esbozarlas y dejar el placer de la
reconstitución al intelecto del lector.
Esa es la Belleza
que debemos adorar. La estética del sugerimiento.
Esto ya lo hacen
algunos, pero todavía quedan tantos escritores y poetas matemáticos y con olor
a miasmas y a subterráneo de templo egipcio.
Dejemos una vez
por todas lo viejo. Guerra al cliché.
Que ya no haya más
mujeres humildes que se ocultan cual la violeta entre la hierba.
Que ya no vuelen
más las incautas mariposas en torno de la llama.
¡Por Dios! ¿Hasta
cuando?
Que si hay una
alma no esa blanca y pura, sino cualquier otra cosa.
Que si hay una
montaña no sea una alta o encumbrada cima. Es preferible que sea una montaña
que dialoga con el sol o con pretensiones de desvirgar a la pobre luna. Todos
menos alta o encumbrada.
Hay poetas en
Chile de los cuales me decís un sustantivo y yo inmediatamente os digo el
adjetivo que le antecede, no que le sigue. Eso ya sería un adelanto. ¿Paloma?
Cándida paloma. Ni siquiera paloma cándida.
Uno se pregunta
¿para qué hacen versos esos señores que nos cantan lo que ya todos sabemos
desde el vientre de nuestras madres?
Si no se ha de decir
algo nuevo, no hay derecho para hacer perder el tiempo al prójimo.
En vez de repetir
y siempre repetir la eterna rutina, sería mejor que dijeran por ejemplo: yo
pienso lo mismo que dijo Bécquer en tal otra. Yo escribiría lo mismo que dijo
Fray Luis de León en tal estrofa, agregándole esto otro que dijo Gracilazo…
etc., etc.
Y como ya todo eso
es muy conocido, no se perdería el tiempo leyéndolo otra vez.
Es esta una manera
muy fácil y muy digna de recomendarse a gran número de poetas.
Por eso es que refresca
el espíritu cada gesto de rebelión de algún joven poeta.
¡Ah! Si en Chile
no se temiera tanto el ridículo. Si no se hiciera caso alguno a las risas
clownescas de la impotencia.
¿Qué al principio
la lucha es ardua? Claro.
Pero poco a poco
se irá formando el ambiente, poco a poco se irá depurando el aire, cultivando
el buen gusto. Poco a poco se irán sutilizando los espíritus y se les hará
pensar y entender los refinamientos poéticos, saborear las quintaesencias
exquisitas.
Cierto que en este
país todavía se trilla a yeguas. Pero no importa. Ya algunos admiten
maquinarias modernas y aprenden a manejar herramientas europeas.
Todos aprenderán
después.
El fin principal
que debe perseguir todo escritor es el de la originalidad. Una originalidad
inteligente. No calificada inteligente por los críticos gruesos y secos de
espíritu, ramplones o abufonados sino por los otros artistas, por los
verdaderos poetas, por los que son capaces de sentir y hacer esas sutilezas
refinadas propias de espíritus ultrafinos.
Por eso debemos
atacar la crítica en todas partes y principalmente en Chile.
Sólo debe existir
un comentario poético, de artista a artista. No de ramplón o de ignorante a
culto y quintaesenciado.
La desigualdad
engendra el error y la incomprensión.
¿Qué resultaría de
un crítico sobre cuestiones de gallinas que se pusiera a disertar sobre Arte?
Lo que leemos
todos los días en tantos diarios y revistas.
Persigamos la
originalidad sin hacer caso y sin temor al ridículo de los que tienen el
cerebro sólo para ponerle tongo.
¿Cómo se consigue
la originalidad?
Recogiéndonos en nosotros mismos, analizando con
un prisma nuestro yo, volviéndonos los ojos hacia adentro.
El arte del
sugerimiento es uno de tantos como hay en el simbolismo. Como la poesía
metafísica.
¿Que el simbolismo
ya murió? Ni vive, ni ha muerto; es una de tantas maneras como hay en el Arte.
El arte del
sugerimiento ayuda mucho para la concisión y puede dar a la frase cierta
ondulación, cierta gracia y exactitud precisa y ciertos repentes felices y
sorpresivos.
El sugerimiento
libra de los lazos de unión entre una idea y otra, lazos perfectamente
innecesarios, pues el lector los hace instintivamente en su cerebro.
Un ejemplo:
Le dais a un
retórico como tema algo sobre el Cementerio y os diría:
La tristeza del
Cementerio me llena de dolor y de oscuros pensamientos y maquinalmente evoco
todo lo que tiene relación con él. Me acuerdo de Hamlet cuando tomó la calavera
de Yorick y lloró sobre su recuerdo, pienso en Don Juan cuando dialogó con la
estatua del comendador… etc., etc… y si queréis podéis agregar al señor Gómez
García que hace votar a los muertos.
Le dais el mismo
tema a otro escritor, si queréis más moderno, y os diría:
La gran tristeza
evocativa de los cementerios. Hamlet, Yorick, Don Juan, Gómez García.
Ha suprimido todas
las ligaduras intermedias y os ha dado la misma idea exacta, con más soltura,
gracia y concisión.
Ahora esto mismo
aplicadlo a la poesía sutil, y aunque con un procedimiento algo distinto,
evocaréis inmediatamente una idea simple o una imagen poética que percibiréis
más pronto cuanto más estéis refinados.
Por eso la
percepción de esa poesía lejana, vaga, que podríamos llamar de horizonte, la
percepción de esa poesía que se resbala, que se esfuma, que pasa, está en razón
directa con la sensibilidad del lector.
Recordad siempre
aquel sabio concepto de Mallarmé:
"Pienso que
sólo es necesaria una alusión. La contemplación de los objetos, la imagen que
surge de los ensueños suscitados por ellos, son el canto. Nombrar un objeto es
suprimir las tres cuartas partes del goce del poema, que consiste en adivinarlo
poco a poco. El perfecto uso de ese misterio constituye el símbolo: evocar poco
a poco un objeto para patentizar un estado de alma o, por el contrario, escoger
un objeto para deducir de él un estado de alma por una serie de adivinaciones…
Si un ser de una inteligencia mediana y de una cultura literaria insuficiente
abre por casualidad un libro así escrito, y pretende gozar con su lectura no
consigue su objeto".
Y no olvidéis
tampoco aquellos versos de Verlaine:
Rien de plus cher
que la chanson grise
Oú l' Indécis au
Précis se joint.
Esto no quiere
decir que el sugerimiento sea la única forma digna de tomarse en cuenta. De
ningún modo.
Esto quiere decir
que el arte de sugerir es recomendable por prestarse a mil combinaciones más o
menos origínales y extrañas.
Ahora claro está
que hay muchos otros modos, y ¡cuántos que no conocemos! El Arte no puede
localizarse en una sola manera.
Vicente Huidobro
De Adán (1916)
No hay comentarios:
Publicar un comentario