Una de Humphrey Bogart, con el pato Juan en la plaza
Freud
Los ojos de penetrante mármol de Sigmund distinguían se a
través del alto follaje de la plaza Freud.
El pato Juan caminaba arrimado a la pared, arrastrando los
fangulos, las manos en los bolsillos, la mirada hosca.
De pronto, a través de una mata de nomeolvides, el pato Juan
vio la figura barbada de Sigmund, el cual, a pesar, y aun sabiéndolo, y quizás
por estas dos cosas juntas, o quizás también porque formaba parte de su
técnica, dijo
-Pienso que está usted repitiendo situaciones, Juan.
-Hungry -respondió el pato Juan-. No doy más de hungry.
-Hungry Bogart -se entusiasmo el padre del psicoanálisis-.
Lo recuerdo muy bien. Un actorazo. El tesoro de la Sierra Madre, un peliculón.
Tánger, Fuego en Casabindo, Revólver por Ramcas, un actorazo.
-¡Palos porque Bogart y palos porque no Bogart! ¡Hungry!
-clamó el pato Juan.
¬Escúcheme, viejo. La mano viene así: en febrero no estoy.
Usted está muy defendido, muy defendido. Voy a tomarme el mes de febrero de
vacaciones. No sufra mi ausencia. ¿Quiere?
Y se alejó ensimismado, rozando con la pipa las varas de
nardos.
Resultado: el pato Juan no dio más de hungry y comenzó a
lamer desesperado la botamanga de mármol de la estatua de Sigmund que miraba la
lejanía con ojos penetrantes.
Isidoro Blaisten
De El Mago Editorial del sol (1974)
No hay comentarios:
Publicar un comentario