13 de marzo de 2017

Una de Humphrey Bogart, con el pato Juan en la plaza Freud, Isidoro Blaisten

Una de Humphrey Bogart, con el pato Juan en la plaza Freud

Los ojos de penetrante mármol de Sigmund distinguían se a través del alto follaje de la plaza Freud.
El pato Juan caminaba arrimado a la pared, arrastrando los fangulos, las manos en los bolsillos, la mirada hosca.
De pronto, a través de una mata de nomeolvides, el pato Juan vio la figura barbada de Sigmund, el cual, a pesar, y aun sabiéndolo, y quizás por estas dos cosas juntas, o quizás también porque formaba parte de su técnica, dijo
-Pienso que está usted repitiendo situaciones, Juan.
-Hungry -respondió el pato Juan-. No doy más de hungry.
-Hungry Bogart -se entusiasmo el padre del psicoanálisis-. Lo recuerdo muy bien. Un actorazo. El tesoro de la Sierra Madre, un peliculón. Tánger, Fuego en Casabindo, Revólver por Ramcas, un actorazo.
-¡Palos porque Bogart y palos porque no Bogart! ¡Hungry! -clamó el pato Juan.
¬Escúcheme, viejo. La mano viene así: en febrero no estoy. Usted está muy defendido, muy defendido. Voy a tomarme el mes de febrero de vacaciones. No sufra mi ausencia. ¿Quiere?
Y se alejó ensimismado, rozando con la pipa las varas de nardos.
Resultado: el pato Juan no dio más de hungry y comenzó a lamer desesperado la botamanga de mármol de la estatua de Sigmund que miraba la lejanía con ojos penetrantes.

Isidoro Blaisten

De El Mago Editorial del sol (1974)

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