Tapa retrato inédito de Antonin Artaud pintado durante su
estancia en Rodez por Frederic Delanglade
LAS MADRES EN EL ESTABLO
Sueño
al Sr. J. D.
puertas, celdas, granero, comida, la habitación que tenía
que elegir ¿era un granero o un establo; un refugio o una prisión?
¿era yo un hombre o un animal?
un mundo inagotable de pensamientos estaba alli, cuya
llave sabía muy bien que la tenían en el fondo, pero que nunca se decidían a
tendérmela, porque ninguno de esos pensamientos era yo, aunque fuesen todo lo
que efectivamente pensaba yo.
Ahora bien las puertas de las habitaciones y celdas ante
las que me encontraba y que en mi corazón temblaban de cólera, con sus
cerraduras y sus llaves, en lo real estaban todas heladas
de silencio y de una hipócrita animalidad:
-me abriré cuando seas como yo, eso es lo que parecía
decirme toda cerradura saltando de mi corazón.
yo era hombre pero las puertas con sus cerraduras de
cólera querían verme pensarme a mí mismo como animal, admitir por fin mi animalidad.
y era lo que yo no podía aceptar.
desconfiaba de cada puerta ninguna de las cuales me
parecía segura para pasar, _ y no sabia si eran puertas que daban las prisiones
del mundo o al espacio de las eternidades.
Ah, si todas las habitaciones hubiesen estado iluminadas
como en el tiempo en que desde la pendiente de las montañas, abriendo ante mí
la puerta de la inmensidad, veía el infinito sin cerradura y sin llave.
Pero ahora había muerto el tiempo de esto.
¿Por qué estamos también nosotras encerradas, no dejaban de
mugir las cerraduras con sus puertas y sus llaves, nosotras que somos todo lo
que ha querido encerrarte?
déjate llevar, por fin, déjate llevar, nosotras somos
todas dignas porque tú eres digno, pero por fin estamos hartas de estar fijas,
y nuestro comportamiento ha sido siempre el odio que abrigamos por tu dignidad.
Cuando se acababan estas palabras de la rebelión de los hombres
contra mi buena voluntad, oí el desgarramiento de un gong que protestaba hasta
en las nubes, señal de que todo infinito estaba ahora superado, ya que la misma
inmensidad aullaha ante la violación que se le había hecho. Y yo sabía que el Infinito
es alguien cuya misma dimensión está sin medida a no ser la de su voluntad, y
que ésta grita hasta en las nubes a partir del momento en que es ultrajada.
¿Pero qué tenía que hacer yo con todas esas puertas del
ser y con esos símbolos de personalidades en los que entrar? -
¿Soy entonces el cielo o el mar, o las olas de las
inmensidades (les que oigo dentro de mi corazón como bueyes en un establo, yo
que ando con mi esqueleto en la carne que no acabaré de doblegar hasta mi
última hora?
¡No tendré vuestro orgullo puertas!
Prefiero el ruido de mi paso en la tierra que la
violación de las eternidades.
Pero no tuve tiempo de acabar esta maldición contra la
vida que me encierra en los caprichos de su calidad de ser, pues no era más que
un feto levantado por las olas que me mugían; y las olas de todas esas
puertas-mujeres, de esas cerraduras llaves que desde el oriente hipnótico de
las cosas hacia mí con rapacidad, me transportaban a no sé qué en el que el ser
del ser me rodeaba.
Son las Madres que cocean en el yo de todo hombre con de
azagayas, me decía en ese momento mi pensamiento.
Así es como ya no me sentía más que coceando, y que el paso
del hombre en el que yo me escuchaba en la tierra y que la tierra había
enterrado, habiéndome abandonado con mi esqueleto y mi carne, yo no era ya más
que la intrusión de esas mujeres, donde toda puerta era ahora rechazada.
He aquí que por fin me vuelve la libertad pensaban en mí esas
cohortes anudadas.
La libertad de ser y de abrazar lo que pienso, es decir
mezclarse.
Para conocer la -felicidad de existir has dejado de
considerarte como un límite, el límite de los cuatro brazos instalados contra
todo lo que ha querido afluir. Las cosas no serán como tú has querido
pensarlas, sino tal como se han querido a si mismas contra tu espíritu de
insensata contención.
No se puede vivir sin animalidad.
- ahora bien desde hace demasiado tiempo yo conocía el punto
de gelatina meníngea en el que se hunde la voluntad humana y qué abominables
torsiones experimenta por parte de una calidad de ser rebelada por haberse dejado engañar
por falsas ideas. '
El yo quiero imprescriptible del yo no está solo en ese
punto del cerebro donde el alma individual y personal se piensa, si-no que hay
otros que cohabitan con él y que trabajan desde siempre contra él.
Antes de que tuviese tiempo de decidir por mí mismo el
ser de vivir me desposeyó.
Así es como las Madres violaron mi pensamiento.
Oleadas tras oleadas afluyen a mí desde todos los puntos de
sus inmundas envidias, hasta el día en que entren en carencia, la carencia del
Manifestado de la Vida.
Yo conocía antes el buey del granero y la cerradura del
establo, la batalla entre el Manifestado y sus Madres y el No-Manifestado de
las Supervivencias.
Supervivencia de lo que no fue la vida.
Sísifo volviendo a subir su roca en el espíritu no tiene
para los sueños más necesidad que el grito de ese terrible AQUÍ YACE, en el que
Aquel que no existe en la vida sino que para ser necesita SUPERVIVENCIA, se dio a conocer a mi en mi sueño
cuando las Madres me empujaron a la vida.
El inaccesible Infinito de las Supervivencias es para el
ser más tentador que ser, ya que sobrevivir es superar un ser, cuando ese ser
es estrangulado por la vida. Vivir es un tiempo, sobrevivir es: por el rechazo
del tiempo de ser, no abandonar ya esa eternidad de NO-SER donde triunfa la
Inteligencia celeste, Espíritu del No-Manifestado de la Vida.
Pero es aquí, les digo a las Madres del sueño en el momento
de despertarme, AQUI donde pronto se la verá existir.
ANTONIN ARTAUD
De Cartas desde Rodez, Editorial fundamentos (1980)