Texto surrealista
El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo
el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho
de aire seco, de una coagulación de agua que refluye. Pero algo sucedió de
golpe.
Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de
frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color
de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre
mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas
líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.
Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese
busto de mujer venía en el temblor general, en las sacudidas de ese mundo
vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su vegetación de columnas,
sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus
frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían
quedado aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si
fueran huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los
espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa
de los seno, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba.
Pero todas las columnas pierden sus huevos, y en la
ruptura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos
invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto.
En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los ruidos están aprisionados en el
hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha congelado.
Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por
capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas
negras, fuegos terrestres, trombas de leche.
La fría agitación de las columnas divide en dos mi
espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que surge como
un triángulo en llamas.
Antonin Artaud
Publicado en "La Révolution Surréaliste", N° 2
(1925)
Versión de Aldo Pellegrini
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