Mi pariente se dijo a si mismo
Mi pariente se dijo a si mismo
(pero a su vuelta todos le oyeron):
«Yo a la guerra no iré.
No tengo ningún enemigo,
no tengo ninguna revuelta,
no mato por ningún rey.
Mi pariente. con todo. pensaba:
«No se dirá que me rehúso
a obedecer a alguna ley.
Toda nuestra gente fue valiente,
sin cobardía ni abuso.
Pero no voy a matar por el rey.
Ir a la guerra sin espada
— pensaba aquel pariente ratio
-¬es otra cosa que no haré.
Pues traería vergüenza
a la cara de toda esta gente
de armas, que mata por el rey.
Si me dejo matar, obligo
a que sea criminal la criatura
con la cual. sin quererlo. me enfrentaré.
De quien podía se amigo,
sin la fuerza de esta aventura
a que me va llevando el rey.»
Decía mi pobre pariente:
«¡Puedo cortar la mano derecha!
¿Rescataré con mi sangre
la sospecha de cobardía?
¿Y estará perfecta mi alma
si yo no sirviera al rey?»
Entre dar y aceptar la muerte,
entre deserción y batalla,
entre la luz del amor y la de la ley,
mi pariente se sintió fuerte.
Se dijo a si mismo: «¡Válgame Dios!»
y partió. a servir al rey.
No obstante, el día del combate,
viendo levantarse una espada,
bien se lo que sintió, bien lo sé.
«¡Preferible es que me mate!
dijo y ya no dijo nada más.
fiel a si mismo y fiel al rey.
Como la conozco a mi gente,
puedo decir que, tras ello,
habrá suspirado: «Si me equivoqué,
le hice únicamente contra mi mismo,
Y aquí se acaba el servicio mío.»
Y aquí se acaba el pariente mío,
Libre del enemigo y del rey.
Cecília Meireles
1945
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