Alzheimer, Felipe
Angellotti
Era un
importante hombre de negocios, a su espaciosa oficina sólo tenían ingreso seis
secretarias una más bella que la otra .Tal vez si lo hubiese intentado podría
haber tenido un romance con alguna, sin embargo, no lo hizo por dos razones;
primero, porque tenía el convencimiento de que si quería ser respetado como
jefe, debía ser amable y afectuoso y también, definir el límite preciso que no
hay que cruzar para evitar compromisos.
En segundo lugar
porque amaba a su esposa ,una mujer excepcional con la cual era feliz y a quien
deseaba porque además de inteligente ,era seductora poseedora de un cuerpo
armonioso trabajado largas horas en el gimnasio con dietas rigurosas y largos
minutos de caminata.
Lo que nunca pudo
comprender que siendo tan medulosa en sus apreciaciones fumara casi con
ansiedad .Era la única adicción que tenía; el lado oscuro de su culto al
físico: decía que era parte de su dieta adelgazante y que le sedaba los nervios.
Tal vez por eso
hacía gimnasia y aerobismo porque de esa manera morigeraba los efectos del
tabaco.
Le significó un
arduo trabajo el convencerla para que tuvieran un hijo. Siempre eludía el tema,
aduciendo que el embarazo le deformaría el cuerpo. Finalmente la convenció y
tuvieron una niña que hizo la felicidad de la pareja.
A los dieciocho
años era el orgullo de sus progenitores, ingresó a la Universidad para estudiar
medicina y allí, en uno de los cursos, conoció a Renato, el hombre que cambiaría
el rumbo de su vida.
Se enamoraron con
el magnetismo que impone el amor y después de un tiempo de noviazgo decidieron
vivir juntos.
Arrendaron un
departamentito y allí se instalaron con la ayuda de los padres que les
amueblaron el lugar con muy buen gusto .Se cumplía un ciclo de vida y se
iniciaba otro en pareja alejándose de los progenitores que quedaron muy solos
aferrándose uno al otro para evitar pensar que los años, se acumulan dejando
huellas en las manos y en el rostro.
Sin duda que el
alejamiento de la hija afectó a la madre Cayó en una profunda tristeza de la
cual Luis no pudo hacerla emerger y pasó el tiempo con las mismas rutinas
diarias hasta que, comenzó a notar ciertos cambios en la conducta de María.
Casi no se alimentaba, pasaba largo tiempo con la mirada fija a la distancia
como si el mundo que la rodeaba le fuera indiferente.
A veces se
despertaba levantándose de la cama a altas horas de la noche y deambulaba
insomne por la casa.
Un día, al
regresar del trabajo, sintió un olor picante en su nariz, de inmediato se dio
cuenta que el grifo del gas estaba abierto, corrió hasta la cocina y cerró la
llave para luego abrir a pleno las ventanas
dejando salir el gas. No quiso imaginar lo que hubiese ocurrido si
ella hubiese prendido un fósforo.
Un día llegó una
amiga a visitarla y ella mirándola con curiosidad le preguntó el nombre.
Luis, se alarmó
tanto que la convenció – no sin cierta resistencia- para que fueran a ver a
Rolando, un neurólogo amigo.
La examinó
meticulosamente y luego pidió con
urgencia unos análisis para cerciorarse del padecimiento de María y cuando tuvo la certeza de lo que padecía,
lo llamó a su consultorio para informarle.
- Luis, hace
tiempo que somos amigos, no puedo engañarte, lo de María, no es sencillo,
tengo su diagnóstico. Eso no significa que no puedas consultar a otro
profesional.
- Bueno, déjate de rodeos, sé sincero y decime de una
buena vez qué es lo que tiene.
- Alzheimer
- ¡Qué bien! y me lo decís así sin anestesia.
- Me pediste que sea sincero.
-Bueno sí, pero, podías habérmelo dicho menos duramente.
- ¿Hubiera cambiado la situación?
- No
-¿Entonces?
- Pero, ¿estás seguro?
-Te dije que podías consultar a otro profesional te daré
algunas pautas .Según mis conclusiones, ella padece de esa enfermedad que es
degenerativa del Sistema Nervioso Central de muy larga duración y de un
pronóstico desalentador.
-¿Estás convencido de lo que decís?
-Muy convencido, todos los síntomas y análisis lo
confirman.
-¿No hay medicamentos para contrarrestar la enfermedad?.
- Los medicamentos pueden retardar el proceso pero, es
irreversible.
Miró por la
ventana del consultorio y observó un árbol envejecido y sobre una rama un
pájaro que cantaba melancólicamente. No podía creer, era una pesadilla .De
pronto disparó la pregunta como una esperanza.
-¿Qué puedo hacer?
- Lo miró con dulzura, luego poniéndole una mano sobre el
hombro dijo; - Te comprendo, no es fácil aceptarlo, a mí también me duele, con
ella he sido muy amigo. En principio, no la dejes sola, busca a una persona que
la acompañe y la cuide .Estaré pendiente y te apoyaré haciendo un seguimiento
de su evolución.
La calle le
pareció absurda al igual que su vida cada vez más derrumbada. Ahora, estaría
sólo luchando con una enfermedad que al final le llevaría a la mujer que más
amaba.
Con mucho
abatimiento, se retiró de la empresa donde era socio sin perder sus acciones.
Consideró que era el ser indicado para acompañarla la amaba demasiado para
dejarla en manos de otra persona. Él le daría todo el tiempo que no le ofreció
absorbido por la Empresa.
Comenzó una vida
de penurias las que se acentuaban a medida que el tiempo pasaba. Ella vivía
momentos de lucidez por otros donde confundía personas y tiempos, se ponía
agresiva y mientras insultaba destrozaba todo lo que tenía a su alcance.
A veces se
abstraía observando por la ventana sin ver con la mente en blanco o al menos
eso suponía su marido que intentaba sacarla de su hermetismo y no lo lograba
con facilidad. En otras pedía a gritos que la llevaran a su casa donde vivió su
niñez. Casa que ya no existía más que en su mente distorsionada.
Cuando su hija iba
a verla, le preguntaba varias veces el nombre confundiéndola con su hermana
Patricia la que había fallecido hacía varios años.
Rolando - el
amigo neurólogo - visitaba la casa
asiduamente. Le tomaba las manos y mientras la contemplaba le hacía
masajes cariñosos.
El estaba
convencido de que el tabaco había hecho estragos en su organismo.
Al cabo de dos
años, la situación empeoraba ,las crisis nerviosas se acentuaron ,pasaba de la
risa al llanto en segundos .En varias oportunidades mientras repetía
permanentemente que esa no era su casa, se escapó y fue dramático hacerla
volver y convencerla a medias de que esa era su morada.
El tiempo, verdugo insaciable de la decadencia humana
minó el organismo de María , hasta arrojarla horas
enteras en la cama donde permanecía sin voluntad indiferente de lo que la
rodeaba sedada por tantos calmantes que le inyectaban.
Luis, mostraba en
su rostro el agobio y la consternación, Había adelgazado tanto que Rolando se
alarmó y lo llamó a la reflexión.
- Luis, normalmente las personas que atienden a este tipo
de pacientes, se deterioran con el enfermo, eso atenta contra la salud física y
mental. Si sigues así habrá que internarte y sería tremendo llegar a eso. Debes
comenzar a cuidarte o las consecuencias serán graves.
Comprendió que era
razonable lo que le decía su amigo y decidió asimilar la situación evitando
consecuencias.
La enfermera que
atendía a María esa mañana siguiendo un deseo de la enferma, la sentó en un
sofá cercano a la puerta. Buscó su bolso y dijo a Luis.
- Cumplí mi turno Sr Luis, me retiro hasta mañana.
- Te acompaño hasta la puerta así la cierro.
Cuando volvía
observó con la mayor sorpresa que María, se levantaba del sofá como si no
estuviera enferma y acercándose a él con una sonrisa amplia en su rostro, le
dijo;
Rolando,
amor.¡Por fin has venido! Luis, no está podemos amarnos sin temor. ¡Vení!,
vamos a la cama.
Quedó pasmado, se
dejó llevar al dormitorio y observó el brillo de sus ojos, cuando se desvistió
y luego desnuda comenzó a sacarle la ropa.
Actuó como una
profesional del amor, como nunca lo había hecho con él. Después, agotada, se
durmió para no despertar más.
Pensativo, la
contempló largamente mientras ella dormía su sueño final en la caja mortuoria.
Su amigo Rolando,
permanecía a su lado en un silencio doloroso.
Cuando la
depositaron en el nicho y se retiraba, se dio cuenta.
Felipe Angellotti
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