Porque tengo una inquietud
me asomo al verde corno niño se asoma a su juguete.
Y hundo mi curiosidad en el estribo que rumoroso
me despierta el rio. Y allí donde se juntan
la piedra con el árbol en la libertad del cielo
descubrí colores, ramas y cantos
que se balanceaban en generosos ritos. Y saludo
al martillo musical del garabato que en corcovos de
verdes
se modula en la mano triunfal del artesano.
Francisco Flores me lo dijo mientras soñaba en su Piedra
Pintada.
“Se defiende con espinas que en cercos biselados
nos detienen y besa al río y pinta el paisaje en su
figura”.
Piel mordida sin rencores por las plumas de la piel
nocturna
que cumple el ritual del fuego.
Verano a lo largo del paisaje dando color a Las Raíces
del Valle, a los besos del musgo entre las piedras,
a la silenciosa armonía de las sombras.
En el Valle conocí a Don Francisco Leyría
artesano del Río de los Sauces. El besa sus tierras,
las voces de los naturales aún latentes en los misterios
de los algarrobos, de los garabatos, y de cuantos verdes
que suavizan las miradas de los criollos, las aguas, los
veranos
y los sauces, y la silenciosa economía de las piedras.
Con golpes verdes me atora el camino a un río con destino
de alcoba
Que marea las manos de un delgado progreso.
Rafael Horacio López
De Oda al río de los sauces, Cantata.
Editorial tinta Libre, córdoba, argentina
Octubre de 2017
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