El pozo
Naturalmente, Bikle no se casó con ese objetivo, pero
cuando se casó su mujer puso en marcha los meses y los meses a su mujer. En
vano suplicaba y ponía peros al asunto: los meses se servían de su mujer y su
mujer de los meses. Antes de que se diera cuenta ya estaba de nueve meses y,
haciendo oídos sordos a toda clase de persuasiones, dio a luz a un niño. Bikle,
sin saber demasiado qué hacer, de tanta vergüenza se fue a un internado
femenino y, colorado hasta las orejas, anunció:
-He tenido un niño.
-¡Ja, ja, ja! -gritaron las señoritas-. ¡Ha tenido un
niño! ¡Ha dado a luz a un niño!
-¡Mentira! -bramó-. ¡No lo he tenido yo, lo ha tenido mi
mujer!
-¡Ja, ja, ja! -estallaron en una carcajada las
señoritas-. ¡Su mujer ha dado a luz a un niño!
-¡Cállense! -vociferó-. ¡Mi mujer no ha dado a luz, sino
que lo ha tenido!
-¡Ja, ja, ja! -aullaban las señoritas doblándose y
desternillándose-. ¡Su mujer ha tenido un niño! ¡Bikle con un niño, ja, ja, ja!
-Y reventaron todas de risa como un solo hombre.
-Cálmense -dijo con cautela Bikle-, al fin y al cabo yo
sólo soy el marido. ¿Y qué pasa si ahora hay un niño? Casi todas las personas
tienen niños, no veo ninguna razón para reírse. ¿Acaso he cambiado? Yo soy yo,
el niño es algo aparte, el niño es sólo un añadido-. Pero ya era demasiado
tarde. Las señoritas habían salido volando a chismorrear por la ciudad.
En seguida vino también a ver a Bikle su jefe.
-Es una vergüenza, señor Bikle, ¿tan joven y ya con un
niño? Bueno, bueno, yo no entro en sus razones -añadió relamiéndose con cara de
viejo verde-, su mujercita, obviamente, no está mal, lo comprendo, pero usted
aquí no durará mucho. No puedo tener en la empresa a un hombre con un niño, eso
me pondría demasiado nervioso. Usted estará sentado en su despacho como si
nada, pero ¿cómo puedo saber que justamente en ese momento el niño no se está
emporcando o que no está babeando? No, no, muchas gracias, hasta da grima
pensarlo-. Y se marchó asqueado. Una hermana vino corriendo a verlo y le armó
un escándalo.
-¡Te felicito! -siseó-. ¡Me has convertido en tía!
¡Dijimos que no te meterías en mi vida! ¡Te recuerdo que tú y yo habíamos roto!
Se fue, pero acto seguido se presentó un amigo.
-¡Hola! -le dijo Bikle.
-Bueno, bueno -le respondió-, no te tomes tanta
confianza. Yo con los padres no entro en confianza. Si eres papá, eres papá.
Papá me puede comprar una corbata para Navidad, o un reloj, pero ya no hay
trato de igual a igual.
Justo después llegó una amiga de su mujer:
-¿Qué tal tu mujer? ¿Da el pecho? ¿Tiene leche?
-No des el pecho -le dijo Bikle a su mujer con pesar-.
Será mejor que lo haga una nodriza. Contrataron un ama de leche bien lechera;
la nodriza daba de mamar al niño pegando gritos de vez en cuando. -Y tú -dijo
Bikle con aire lúgubre a su mujer- deja tu leche en paz. No tienes vergüenza.
-Y se fue a un bar. Pero en el bar no querían darle vodka.
-No, señor Bikle -le dijo el camarero intentando
persuadirlo-, el vodka les sienta muy mal a los recién nacidos. -Bikle le dio
un sopapo, a lo que el otro respondió-: ¡Cuchi cuchi, pupa nene no, caca!
-¡Nada de “pupa nene no”, ahí va otro directo a la jeta!
-se exaltó Bikle.
-¡Pupa nene no! -le respondió el camarero y le dio unos
caramelos. Bikle salió del bar, pálido de cólera, y subió a un coche de punto.
-Ah, tendrá prisa para estar con su niño -dijo el
cochero-. ¡Es digno de elogio! Yo también tengo un niño, deme la mano, colega,
me llamo Pieter. Lo que pasa es que yo tengo siete-. Pero Bikle ya tenía otra
cosa en la cabeza, una cosa mucho peor.
Subió a su apartamento, arrancó al niño del pecho sin mediar
palabra y se lo llevó furtivamente por la escalera de servicio. En la calle
empezaba a anochecer, soplaba un viento cálido y un trueno anunció la inminente
tormenta; el tiempo se había vuelto desagradable. Se llevó al niño al río, al
juncal, entre dos lunas, una brillando en el cielo y la otra centelleando en
las olas, y cuando estaba a punto de tirar al niño, desde el agua asomaron las
señoritas, que estaban tomando un baño, y estallaron en una carcajada, primero
una, después la segunda, la tercera y finalmente todas juntas:
-¡Miren, Bikle con el niño! ¡Va con el niño al río! ¡A
pasear! ¡Le muestra los paisajes! ¡Ja, ja, ja. ji, ji, ji. Bikle con el niño!
¡Con el niño! Ja, jaaa, jaja, ja, ja, ja, ja.
(1935) Witold Gombrowicz
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