Ya no es posible
Ya no es posible.
No digas tu nombre
emitiendo tu música
como una yerta
lumbre que se derrama,
como esa luna que
en invierno reparte
su polvo pensativo
sobre el hueso.
Deja que la noche
estruje la ausencia de la carne,
la postrera
desnudez que alguien pide;
deja que la luna
ruede por las piedras del cielo
como un brazo ya
muerto sin una rosa encendida.
Alguna luz ha
tiempo olía a flores.
Pero no huele a
nada.
No digáis que la
muerte huele a nada,
que la ausencia
del amor huele a nada,
que la ausencia
del aire, de la sombra huelen a nada.
La luna desalojaba
entonces, allá, remotamente, hace mucho,
desalojaba sombras
e inundaba de fulgurantes rosas
esa región donde
un seno latía.
Pero la luna es un
hueso pelado sin acento.
No es una voz, no
es un grito celeste.
Es su dura
oquedad, pared donde sonaban,
muros donde el
rumor de los besos rompía.
Un hueso todavía
por un cielo de piedra
quiere rodar,
quiere vencer su quietud extinguida.
Quiere empuñar aún
una rosa de fuego
y acercarla a unos
labios de carne que la abrasen.
Vicente Aleixandre
(1950) de Mundo a solas
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