EL
POLIZON
Sol
naciente en el barrio. Claro el viento.
Canta
un tren lejanías por el campo.
Un
tren. A las ocho abre mi oficina.
Un
tren. El sol. Viajar. Vivir despacio.
En
ómnibus yo al centro. Pero antes
este
perfume que no tiene horario
de yuyo
analfabeto y masticable,
de
verde suburbano.
Un
tren. Lejos. Los índices del humo.
El
horizonte tierno como un pasto.
Ir con
el tren. Adónde? Adonde sea.
Ir con
el tren eléctrico y elástico.
Me
gusta ver andar a mi vecina.
Morena.
Pies con talco.
En
ómnibus al centro. El sol. El verde.
Un tren
pitando azul es casi un barco.
La
oficina. La gente. La corbata
en su
sitio. En sus puestos los semáforos.
En el
barrio las calles se desvisten.
La luz
y las personas van despacio.
Salta
al ómnibus, suelta, mi vecina.
Subo.
Ella y su vestido son livianos.
Nos
miramos de reojo. Después, nada.
(En un
tren yo me le sentaba al lado.)
La
oficina. La agenda. La birome.
Voy
bien: las ocho menos cuarto.
Casi un
barco aquel tren. Cierro los ojos.
Casi un
tren. Casi un barco.
Vaivén.
De barco y tren. Vaivén eterno.
No me
quiero bajar. Esto es un barco.
Esto es
un tren.
Esto es
un barco.
Esto es
un barco.
Ah, un
barco.
Osvaldo
Guevara de los zapatos de asfalto (1967)
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