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8 de marzo de 2024

Al pájaro se lo interroga con su canto, Olga Orozco

Al pájaro se lo interroga con su canto
 
Hay en algunos ojos esas borras de añil que dejan los crepúsculos
al evaporarse
–un ala que perdura, una sombra de ausencia–
Son ojos hechos para distinguir hasta el último rastro de la
melancolía,
para ver en la lluvia el inventario de los bienes perdidos,
así como hace falta un invierno interior
“para observar la escarcha y los enebros erizados de hielo”
dijo Wallace Stevens congelando el oído y la pupila,
convertido tal vez en el hombre de nieve que contempla la nada
con la nada
y que oye sólo el viento,
sin ningún evangelio que no sea ese sonido único del viento
(aunque tal vez hablara de la más extremada desnudez;
no de la transparencia).
Pero yo sé que cada tiniebla se indaga solamente con la noche que
llevo,
que la piedra se entreabre ante la piedra
de la misma manera que se tantea el corazón con el abismo.
¿Hay alguna otra forma de asomarse hasta el fondo del subsuelo,
el fondo de otra herida, el fondo de otro infierno?
No hay ninguna otra lámpara para reconocer lo próximo, lo ajeno,
lo distante.
Lo atestigua la esquiva intención de la rata chillando entre los
vidrios,
resbalando en la rampa de una impensable luz;
lo proclama la estrella con su remoto código adherido a un temblor,
tal vez a una agonía que ya fue;
lo confirma ese yo que camina contigo y es memoria dondequiera que
olvides,
y ese otro, inabarcable, centelleante,
que le sale al encuentro bajo el agua de las transformaciones,
y a veces ni es persona, ni color, ni perfume, ni huella de este
mundo.
Ambos están tejidos con la sustancia misma del silencio.
Se parecen a Dios en su versión de huésped reversible:
el alma que te habita es también la mirada del cielo que te incluye.
 
 
Olga Orozco


 

6 de marzo de 2024

En el final era el verbo, Olga Orozco

En el final era el verbo
 
Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo para sustituir los jardines
del edén
sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás
todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer y a destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.
Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo
alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.
 
Olga Orozco
 

5 de marzo de 2024

La casa, Olga Orozco


 La casa

 
Temible y aguardada como la muerte misma
se levanta la casa.
No será necesario que llamemos con todas nuestras
lágrimas.
Nada. Ni el sueño, ni siquiera la lámpara.
 
Porque día tras día
aquellos que vivieron en nosotros un llanto contenido
hasta palidecer
han partido,
y su leve ademán ha despertado una edad sepultada,
todo el amor de las antiguas cosas a las que acaso
dimos, sin saberlo,
la duración exacta de la vida.
 
Ellos nos llaman hoy desde su amante sombra,
reclinados en las altas ventanas
como en un despertar que sólo aguarda la señal convenida
para restituir cada mirada a su propio destino;
y a través de las ramas soñolientas el primer huésped
de la memoria nos saluda:
el pájaro del amanecer que entreabre con su canto las
lentísimas puertas
como a un arco del aire por el que penetramos a un
clima diferente.
 
Ven. Vamos a recobrar ese paciente imperio de la dicha
lo mismo que a un disperso jardín que el viento recupera.
Contemplemos aún los claros aposentos,
las pálidas guirnaldas que mecieron una noche estival,
las aéreas cortinas girando todavía en el halo de la luz
como las mariposas de la lejanía,
nuestra imagen fugaz
detenida por siempre en los espejos de implacable
destierro,
las flores que murieron por sí solas para rememorar el
fulgor inmortal de la melancolía,
y también las estatuas que despertó, sin duda a nuestro
paso,
ese rumor tan dulce de la hierba;
y perfumes, colores y sonidos en que reconocemos un
instante del mundo;
y allá, tan sólo el viento sedoso y envolvente
de un día sin vivir que abandonamos, dormidos sobre
el aire.
 
Nadie pudo ver nunca la incesante morada
donde todo repite nuestros nombres más allá de
la tierra.
Mas nosotros sabemos que ella existe, como nosotros
mismos,
por el sólo deseo de volver a vivir, entre el afán del
polvo y la tristeza,
aquello que quisimos.
 
Nosotros lo sabemos porque a través del resplandor
nocturno
el porvenir se alzó como una nube del último recinto,
el oculto, el vedado,
con nuestra sombra eterna entre la sombra.
 
Acaso lo sabían ya nuestros corazones.
 
 
Olga Orozco
1946

4 de marzo de 2024

Canción del muchacho asustado, Miguel Angel Bustos

Canción del muchacho asustado
 
Qué golpea
bajo la tierra?
Lejanas bombas
lejanos llantos.
Qué llevan
los vientos negros?
Soles pequeños
átomos inmensos.
Quién me asusta?
El pez herido
la flor enferma.
Qué grito
en la noche abierta?
Ven
y tiembla
corazón
 
Miguel Angel Bustos
 

3 de marzo de 2024

Oleo único, Miguel Angel Bustos

Oleo único
 
Ante el enigma que me representa la vida de un instante, la extraña multiplicación que une las cosas y los hombres, sólo puedo proceder plantándome justo en el filo de todo, tratar de tomar el bulto irradiante de la existencia con el peso exacto del sonido y del color, construir con mi carne y con todo lo que me es exterior estos murales.
Ante todo ver más allá.
Hacer murales con el alma del hombre.
 
 
Miguel Angel Bustos
(Buenos Aires, marzo 1957) De Cuatro Murales, 1957

 
 



 

2 de marzo de 2024

Casa de silencio, Miguel Ángel Bustos


 

Casa de silencio
 
Un niño y un cuchillo, enamorados carne y hierro, buscan en el alma la selva que los salve.
Aromas y llantos boca de hielo sobre cicatriz de pureza. Irá a devorar temblores irá la tierra alzando mares.
Sueño del niño que muere en su Casa de Silencio en el cielo del espanto, hierba de tristeza amor de nadie. 
 
Miguel Ángel Bustos
De : Fragmentos Fantásticos (1965)

29 de febrero de 2024

Luna de Herodes, Miguel Ángel Bustos

Luna de Herodes
 
Si en la noche inmóviles policías sujetan perros de boca en piedra, yo tiemblo. Quiero alejarme no puedo, como en sueños.
Entonces alzo la mano a mi pecho el traspasado. No sea que a lo lejos entre selvas de hueso y aliento salga el aullido de aquel que devora mis entrañas. Y aullando prolongue en los perros guardianes un odio en silencio y dientes, que por milenios me persigue.
 
Miguel Ángel Bustos
 
De Visión de los hijos del mal, 1967

 

28 de febrero de 2024

Elementos, Miguel Ángel Bustos

Elementos
 
Todo lo que ves es simple
unas pocas cosas
unas pocas palabras
el fuego en el agua.
Mi lengua
en tu lengua
el sol es simple.
Tu cuerpo lo cubre.
Tu cuerpo lo aclara.
 
Miguel Ángel Bustos

 


Miguel Ángel Bustos Von Joecker nació en Buenos Aires en 1932. Fue declarado desaparecido por la dictadura militar el 30 de mayo de 1976.
Cursó estudios de Derecho y Filosofía y Letras. Viajó por el norte de su país, Brasil, Bolivia y Perú en una búsqueda de la identidad continental que se refleja mágicamente en poemas y dibujos suyos vinculados al surrealismo y la literatura fantástica. Estaba casado con Iris Enriqueta Alba de Bustos.
Entre 1966 y 1967 el dibujo comenzó a ocupar un espacio tan absoluto como el de su poesía; cuatro de sus libros están ilustrados por él. En 1968 obtuvo el Segundo Premio Nacional de Poesía por Visión de los hijos del mal. Cuatro años después nació su único hijo, Emiliano. Era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Colaboró como crítico literario en las revistas Panorama y Siete Días, y en los diarios La Opinión y El Cronista Comercial. También fue un asiduo colaborador del equipo periodístico que editaba el quincenario político Nuevo Hombre, que, luego de Silvio Frondizi, dirigía Rodolfo Mattarollo.
Fue secuestrado en su domicilio, ubicado en la calle Hortiguera N° 1521 piso 6° departamento "B", de Buenos aires. El 30 de mayo de 1976 a las 22:30 un grupo de personas que se identificaron con unas Tarjetas Amarillas como pertenecientes a la Policía Federal golpearon la puerta del domicilio de Miguel Ángel y su esposa. Luego ingresaron al inmueble entre cuatro y seis personas vestidas de civil, encerraron a Iris en la cocina junto con su hijo Emiliano Bustos, mientras destruían el lugar y tras media hora se fueron llevándose a Miguel Ángel Bustos. No hay testimonio de su paso por un Centro clandestino de detención. Su caso fue tratado en la Causa Primer Cuerpo de Ejército.
En mayo de 2014, el Equipo Argentino de Antropología Forense confirmó que los restos del periodista y escritor secuestrado durante la última dictadura cívico militar estaban en un sector con once fosas individuales NN del cementerio de Avellaneda, halladas hace 15 años. Los análisis determinaron que Bustos fue fusilado de, al menos, dos disparos en la cabeza en junio de 1976, un mes después de haber sido desaparecido.
 


 

27 de febrero de 2024

Arreglo con frutas e instrumentos de viento, Miguel Ángel Bustos

Arreglo con frutas e instrumentos de viento
 
Naranjos
hasta cuándo serán naranjos las calles del Tigre
y no el corazón de mi amor.
Pulpa de tu tremenda boca la toqué y se me fue por la noche entre
los naranjos volvió para pegarme como la rama más débil
o la ola más fría iniciando la tormenta
Y yo que creí que nos pondríamos juntos en nuestra vida de mil
años.
Trompa apaga la luz que desciendo solo a la ciudad de los
hombres. Apaga lamento de hierro y bronce entre los
naranjos.
Ahí voy lava tu cuerpo y vamos. Ah santa piel joven el mundo
será nuestro.
Silencio con la sorda alegría. Ahora duerme al fin. Clarín
entre los naranjos.
 
Miguel Ángel Bustos
 

26 de febrero de 2024

La selva liviana, Francisco Madariaga

La selva liviana
 
El sonido de un tren que se ahoga en la catarata
de las hojas.
Al fondo de la selva liviana y los cocoteros se
hunde el nivel del llanto,
el peso entero de los sueños.
Peso entero del saco de perfume de la gracia.
Estoy entre la espada del paisaje y el ladrillo
caliente del olvido,
viajando con un ardor de joya y sangre.
Escuchando el aullido de mi candor: mi nueva
fiesta.
 
A paladas, silbatos.
El tren se encierra en si al borde de los esteros
nocturnos.
Su polvo ciudadano tiene miedo a la gran humedad
de la tierra,
al aire cálidamente eléctrico
a los cisnes del negro vapor,
nocturno de la herida del mundo.
 
Francisco Madariaga

 

25 de febrero de 2024

Entresueño en la siesta, Francisco Madariaga

Entresueño en la siesta
 
A Julio Salgado
 
Una toalla de verano arde en aquel
... balcón.
Se agita enredada, tal vez, en alguna
... mano.
¿Una mano de esta ciudad,
o una mano que ha venido con una brisa
... marina?
¿Hay algún cuerpo esbelto que sangra,
el ardor de unos ojos,
la canción de unas manos?
 
Ahora la toalla sangra enredada en un
mástil de ojos verdes:
alguien la ha mojado con sus
... labios.
 
Francisco Madariaga
 
De País Garza Real, 1997

 

22 de febrero de 2024

Rasgada de topacio, Francisco Madariaga

Rasgada de topacio
 
A Olga Orozco, 1991
 
Le dije que se pusiera su sombrero
y dejara deslizar una arboleda de sol
... por la orilla del mar.
Había tanta sonrisa en su boca sonora
y a veces frecuentaban sus labios los
... bares del coral.
Su memoria barría los barrotes de todas
... las prisiones.
Era la hija del sombrerero de dios que pasaba
... en un celeste y rojo carruaje,
ardiendo de amor al regreso de los reales
... horizontes,
y en el olor a su carrera de ayudante
... salida del polvo de las hadas,
su tránsito real ardía ahogado por la
... sangre de pleamar.
Ayudante rasgada de topacio en el
... corazón de la inmortalidad.
 
Francisco Madariaga
De País Garza Real, 1997

 

20 de febrero de 2024

Cenit con reportaje, Francisco Madariaga

Cenit con reportaje
 
Carruaje celeste e la cuadrilla del sol se derrumba
en las laderas calientes.
Con un don infernal de encanto y de sonido
lloras entre los hombres tu desacuerdo con
el lenguaje,
con el manantial de la luz diaria erguida que el
hombre pobre reparte entres sus hijos.
 
Francisco Madariaga

 

 

12 de febrero de 2024

Lágrimas de un mono, Francisco Madariaga

Lágrimas de un mono
 
Yo quiero cautivar tu desesperación, oh mono
adiós.
Tiemblas tanto en tus islas negras, oh mono adiós.
En los embarcaderos el color encendido en tus
ojos tiene tanta fe.
Oh mono, retén el equilibrio de tu asombro.
Yo ya tiemblo en tus islas, mono adiós.
Tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza
mi alma con el mundo.
 
Francisco Madariaga

 

Sólo un brillo nuevo, Hugo Mujica


 
Sólo un brillo nuevo
 
 
en un florero
lleno de agua,
                pongo una rosa
entierro una vida.
y me quedo aquí,
mirando
el impostergable paso
de una vida hacia su nada,
el andar de un tiempo
             en la herida que abre.
nada cambia ante mis ojos
salvo un brillo,
húmedo,
como si por no percibirla
fuera la muerte la belleza
                                  en esta rosa.
 
Hugo Mujica

11 de febrero de 2024

La gracia perdida, Hugo Mujica


 
La gracia perdida

 
 
al final la casa
es siempre atrás
como el umbral
de la despedida, el del adiós frente
a un camino nunca trazado
el del gesto inconcluso,
la mitad olvidada.
en el medio la terca torre:
el propio nombre
la estaca entre el deseo
y la nostalgia,
el puñado de humo
en el que aferramos el miedo a perder
lo que nunca tuvimos.
al final, el que nos llega,
queda la apuesta
del inicio, la gracia perdida:
queda perderlo todo.
 
Hugo Mujica

10 de febrero de 2024

Hay perros que mueren de la muerte de su amo, Hugo Mujica

Hay perros que mueren de la muerte de su amo
 
hay perros
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo
que no se agitan,
                  tiemblan.
y hay hombres
en los que muere dios
como una gota de lacre
sobre el pecho
            de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche.
hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
                                    donde morir de carne,
pero no llora
como quien lo hace solo
llora como quien llora abrazado a un niño.
 
 
Hugo Mujica

 

9 de febrero de 2024

Cada hombre, Hugo Mujica


CADA HOMBRE   
 
cada hombre y yo:
caña seca
en la que se surca
el viento para retomar su cauce,
como si nada hubiese pasado
salvo el abrirse de
una ausencia,
un surco entre mi paso y el pasado
entre mi vida y cada vida.

 
Hugo Mujica

 


 

8 de febrero de 2024

A veces la vida, Hugo Mujica


 

A VECES LA VIDA   
 
a veces
nos miramos en silencio
la vida y yo.
A veces duele, duele
blanca, lenta
se hunde en la carne
como una botella vacía se hunde en el
estanque
que la va llenando.
a veces, en silencio, llora
y algo sagrado brilla en el mundo,
en silencio, reverbera en las palabras.

Hugo Mujica

4 de febrero de 2024

Video de Alejandro Nicotra leyendo sus poemas El LLamado, Y Ahí el panorama de la gran ciudad y Venus.

 Alejandro Nicotra leyendo sus poemas El LLamado, Y Ahí el panorama de la gran ciudad y Venus.
52º Encuentro Internacional de Poetas "Oscar Guiñazú Álvarez" Villa Dolores- Capital de la Poesía, Las Tapias, Villa de las Rosas, San Javier, Traslasierra, Córdoba, Argentina. 10, 11,12 y 13 de Octubre de 2013

3 de febrero de 2024

Las nubes, Alejandro Nicotra


 
Las nubes, Alejandro Nicotra

 
 
Van muy altas las nubes
sólo
para los ojos y los dedos del sol.
 
 
Sobre el humo
y las plazas que balbucean árboles
o el cuarto blanco y negro de quién
o las esquinas de ira fija
sin párpados.
 
 
Lejos,
sobre los baldíos del amanecer
y el cadáver de turno.
 
 
Van muy altas, con su arco iris y sus liras,
y nadie sabe ya por qué
ni cuándo ni cómo.
 
Alejandro Nicotra 

2 de febrero de 2024

Gabriela Bayarri leyendo el poema Bar de Alejandro Nicotra.

 Gabriela Bayarri leyendo el poema Bar de Alejandro Nicotra.
Café Literario del día 8 de abril de 2010 cuyo tema fué el Bar y coordino la velada Adrián Salagre.
En la Vieja Esquina, Avda San Martin y Edison, Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina

1 de febrero de 2024

Noche cercada, Alejandro Nicotra

Noche cercada
 
Cuando se apaga el grito del mundo,
¿eres el hueso de rocío y de hielo
en que sopla la muerte?
¿O carne, luz de carne,
apenas tocada
por la sombra de una mano de árbol?
 
Desnuda abres y cierras todo círculo,
luna en su halo
vuelta, muriendo, al alba.
 
2
 
Noche cercada, amor,
¿cuándo salta tu instante
de lomo curvo y zarpas con fiebre
sobre los párpados de la piedra?
 
Sólo el ascua del ojo perverso
lo denuncia.
 
¿Cuándo saltarás,
furia montés?
 
Nadie más sabe
que el corazón inerme
la mordedura de tu llama mortal,
fúnebre en su cueva de ceniza.
 
3
 
Tensa la noche el arco, norte a sur,
apuntado hacia el alba.
El alba,
¿quién me grita en su carne,
el llamado mordiente del cielo?
Por mis dedos en tu cuerda de Sombra;
mi mano, noche, ávida
de luz...
 
 Alejandro Nicotra
De Desnuda musa

 

31 de enero de 2024

Preguntas retóricas, jazmin de Alejandro Nicotra por José Luis Colombini

 Preguntas retóricas, jazmin de Alejandro Nicotra por José Luis Colombini

Video de la  5ª Maratón de Lectura, 18 de Junio de 2012 organizada y llevada a cabo por el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento, 9 horas de lectura continua (de 9 a 18 Horas) en donde dieron su apoyo importantes personalidades del medio local, Periodistas, Escritores, Funcionarios Municipales, Judiciales, Docentes, Alumnos de nivel primario, secundario y terciario, Poetas, Público en general, en la sala de arte del Teatro Municipal de la ciudad de Villa Dolores (Mítico lugar de Traslasierra), "Capital de la Poesía", Traslasierra, Córdoba, Argentina.

30 de enero de 2024

Enumeración urbana, Alejandro Nicotra


 
Enumeración urbana
 
Las avenidas que corren en la noche
con todas sus lámparas encendidas, hacia el amor -
y desembocan en los baldíos y las sombras.
 
Y las plazas, los sitios
donde "el tiempo respira y dice, por árboles
y gárgolas:- Yo soy la eternidad . . .
 
Y los edificios, altos,
con ventanas abiertas a un millón de existencias
posibles. (Y no hay más que el cuarto, blanco y
negro,
en que alguien está solo. Cuartos
y cuartos como planetas fríos).
 
Y los puentes, anacrónicos
en la elegia y el suicidio, solo pasos
de una calle a otra calle.
 
Y las calles, que entre relámpagos
y gritos, te conducen
a la casa, sin nadie, de tu muerte.
 
Alejandro Nicotra

29 de enero de 2024

A Robert Frost, Alejandro Nicotra


 
A  Robert Frost
 
Esta mañana, entre las hojas frescas
y el atisbo del sol,
tembló el cable de Boston como un pájaro:
te has ido Robert Frost.
 
Le dije a mi mujer: -Voy al encuentro
de un hermano mayor.
Y caminé a la sombra de mis árboles,
A solas, Robert Frost.
 
Anoche era la luna en mis ventanas
un ave, no una hoz;
anoche, cuando yo nada sabía,
oh, Robert Frost.
 
Y anoche, entre los pinos y la nieve,
junto a un lago, el de Dios,
en un caballo de sombrío fuego
andabas, Robert Frost.
 
Ven a mi casa, dime de los frutos
la madura lección
(de paso, escucharemos las cigarras),
maestro, Robert Frost.
 
¡Ay, quien sabe de muerte! Pero, ¿importa?
Tú vives en tu voz
no más me basta que inclinar, despacio,
mi oído hacia una flor:
desde la tierra, por el tallo ardiente,
me hablarás, Robert Frost.
 
Alejandro Nicotra de “El tiempo hacia la luz” Editorial Hachette, Buenos Aires, 1967

22 de enero de 2024

Hacia mi mismo, Robert Frost

Hacia mi mismo
 
Uno de mis deseos es que aquellos árboles oscuros,
Tan viejos y firmes que la brisa apenas los penetra,
No fuesen la máscara de una penumbra discreta,
Estiradas sombras, lejos al borde del destino.
 
No he de ser retenido, pero en ese algún día,
En su inmensidad debería escabullirme,
Intrépido, buscando incesante la tierra abierta,
O el sendero donde la rueda lenta vierte arena.
 
No veo por qué yo debería volver,
O por qué los otros mis pasos deben rastrear
Para alcanzarme, pues deberían extrañarme,
Sabiendo largo tiempo que todavía los amo.
 
No me encontrarían distinto del que supieron contemplar,
Sólo más seguro de que aquello que pensaba era verdad.
 
Robert Frost
 
 

21 de enero de 2024

Amor y una pregunta, Robert Frost

Amor y una pregunta
 
Un extraño llegó hasta la puerta en el ocaso,
Y habló con el justo novio.
Llevaba una vara blanca y verde en la mano,
Que a su vez sostenía todas sus cargas.
Preguntó, más con los ojos que con los labios,
Si habría refugio para él durante la noche,
Y se volvió para mirar la distancia del camino,
Sin luces ni ventanas iluminadas.
 
El novio dio un paso y cruzó la puerta diciendo:
Miremos hacia el cielo,
Y preguntemos por la noche que vendrá,
Tú y yo, extraño compañero.
Las hojas de la vid cubrían el patio,
Los frutos de la vid eran azules,
Otoño, si, pero el invierno estaba en el viento;
Extraño, ojalá lo supiera.
 
Dentro, la novia yacía sola en el atardecer,
Inclinada sobre el fuego del placer,
Su rostro brillaba rojo frente al carbón,
Y rosa era el deseo y el pensamiento del corazón.
 
El novio observó el camino desgastado,
Sin embargo la vio a ella en el interior,
Y deseó su corazón en un cofre de oro,
Inmóvil con un alfiler de plata.
 
El novio pensó en un pequeño regalo,
Algo de pan, una bolsa para el descanso,
Una oración sincera por los pobres de Dios,
O para los ricos una humilde maldición.
 
Pero si aquel extraño fue consultado o no,
Sobre la muerte del amor de dos,
Por albergar la pena en la noche que vendrá,
El novio nunca lo supo, pero deseó saberlo.

Robert Lee Frost (San Francisco, 26 de marzo de 1874 - Boston, 29 de enero de 1963) fue un poeta estadounidense, considerado uno de los fundadores de la poesía moderna en su país por expresar, con sencillez filosófica y profundidad sentimental, la vida y emociones del hombre rural de Nueva Inglaterra.


 

20 de enero de 2024

Fuego y hielo, Robert Frost

Fuego y hielo
 
Algunos dicen que el fuego consumirá al mundo;
otros afirman que triunfará el hielo.
Por lo que yo sé acerca del deseo,
doy la razón a los que hablan de fuego.
Mas si el mundo debiera sucumbir dos veces,
pienso que sé bastante sobre el odio
para afirmar que su ruina sería igual de grande,
y con ella bastaría.
 
Robert Frost
 

18 de enero de 2024

El camino no elegido, Robert Frost


 
El camino no elegido

 
Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;
 
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.
 
Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
 
Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
 
Robert Frost

17 de enero de 2024

Lo más próximo, Robert Frost


Lo más próximo
 
Pensó que a solas podía captar el universo entero;
Pero la única voz que obtuvo por respuesta
Fue el falso eco de sí mismo
Que procedía del precipicio,
al otro lado del lago.
 
Una mañana, desde una roca de la playa,
Clamó que lo que él quería en la vida
No era una mera copia hablada de su propio amor
Sino un amor correspondido, y con voz propia.
Y la única respuesta encarnada
Capaz de dar respuesta a su queja matinal
Comenzó a descender, en la otra orilla,
por el talud del acantilado hasta el lago
para zambullirse después en las distantes aguas.
 
Pero cuando tras nadar un buen trecho se aproximó a su orilla
En lugar de poseer forma humana
Y de ser quien él tanto había anhelado
Resultó ser un gran macho cabrío, que aparecía poderoso
apartando las encrespadas aguas con su enorme pecho.
Y al llegar a tierra
Desprendiendo agua como una cascada,
Comenzó a tambalearse a través de las rocas con su cornamenta,
Hasta que se perdió en la maleza -y eso fue todo-.
 
Robert Frost

16 de enero de 2024

El peligro de la esperanza, Robert Frost

El peligro de la esperanza
 
Es justo allí
a mitad de camino entre
el huerto desnudo
y el huerto verde,
cuando las ramas están a punto
de estallar en flor,
en rosa y blanco,
que tememos lo peor.
 
Pues no hay región
que a cualquier precio
no elija ese tiempo
para una noche de escarcha.
 
Robert Frost

 

7 de enero de 2024

Llueve, y alguien está diciendo “llueve”. Vicente Luy


 
 
Llueve, y alguien está diciendo “llueve”. Si me equivoco
contradíganme con amor, porque con amor digo.
Si erro pónganme maestros, que luego yo les enseño,
porque con amor hago.
O ustedes, ¿Por qué creen que llueve; porque hace falta?
¿creen que llueve porque si? ¿por qué carajo creen que
llueve?
Llueve; y no sólo eso; la verdad es que hay un montón
de gente diciendo “llueve”.
Porque llueve.
Si me equivoco contradíganme con amor, porque
con amor digo.
 
Vicente Luy

5 de enero de 2024

Apenas pasa la tormenta, Vicente Luy

Apenas pasa la tormenta
los riachos de montaña embrutecen
y retumban
arrastrando árboles, gente
y algunos amores.
Yo una tarde
perdí un par de zapatillas
y vi pasar a una señora
rebotando río abajo contra las piedras
sin oponer resistencia.
Y me tenté, pero no me tiré.
Todo ese día fue el que no se tiró.
La lluvia de ayer, tarde
y noche,
fue mayúscula;
y si bien en casa hay otra vez hay goteras
y yo estoy sufriendo
mi susto fue lejano.
En el barrio ya no quedan montañas
y las diagonales solo dan remansos.
Pero un día después, hoy, aún húmedas
las puertas,
siento pánico y violencia.
¿Será el amor que se aleja?
No, no dije tristeza; dije pánico y violencia.
Vos quizás te acuerdes; yo soy
el chico que perdió las zapatillas
y la parrilla y una remera
y trepó presa del pánico,
justo a tiempo para ver pasar una señora
que ya no era una señora
rebotando río abajo,
a pasos de Icho Cruz. Y se tentó
pero no se tiró
-todo el día fue el que no se tiró-
Y hoy, mucho tiempo después,
un día después de ña tormenta
siente pánico y violencia,
¿Será el amor que se aleja?
 
Vicente Luy
 

4 de enero de 2024

Me gustó una chica fea, Vicente Luy

Me gustó una chica fea.
Mucho me gustó.
Y luego me encantó cómo besaba a su chico.
Es actriz, y él dibuja.
Amigos nuevos que no sé si volveré a ver.
Estoy saliendo a la calle
y a donde voy pido el micrófono, y leo.
Todavía temblando.
Pero ya se pasará.
Y si no, subo a 2 PROZAC por día.
Voy a devolver la poesía a su sitio.
Por lo menos en esta ciudad.-
 
Vicente Luy
Plan de operaciones
La única manera de vivir a gusto es estando poseído (2013)

 
 

3 de enero de 2024

Empiezo por la más obvia: ¿Qué es poesía?, Vicente Luy

Empiezo por la más obvia: ¿Qué es poesía?
En teoría, la única ciencia que se ocupa del problema
 
Vicente Luy
De No le pidan peras a Cuper (2003)

 

2 de enero de 2024

Acuden, Vicente Luy

Acuden
prestos a sostener la red
Le cubren la mollera al río
Zarandean
Cierran la gran bolsa inconclusa
Riegan el muelle
con peces plateados
algunos todavía aletean
como tentando al imposible
otros le sonríen al sol
demasiado de frente
 
Vicente Luy
De No le pidan peras a Cuper (2003)

 

31 de diciembre de 2023

Los niños, William Carlos Williams


 

LOS NIÑOS
 
De tanto en tanto
tropezamos con un sendero
de violetas amarillas
 
algunas
pocas azules grandes violetas
azules en
el bosque del cementerio
recogimos
manojos de ellas
 
había ahí una familia
llamada Foltette
una familia numerosa
con muchas tumbas de niños
así que recogimos
manojos de violetas
y pusimos uno
sobre cada lápida.
 
William Carlos Williams

30 de diciembre de 2023

Autorretrato, William Carlos Williams


 
Autorretrato
 
 
Con rojo gorro invernal azules
ojos sonriendo
solo la cabeza y hombros
 
embutidos en el lienzo
brazos cruzados la gran
oreja derecha el rostro
 
ligeramente inclinado
un grueso abrigo de lana
con anchos botones
 
abrochados al cuello revela
una nariz bulbosa
pero los ojos enrojecidos
 
por el uso excesivo debió
forzarlos
pero las delicadas muñecas
 
dejan ver que fue un
hombre ajeno al
trabajo manual su rubia
 
barba afeitada a medias
sin tiempo para nada
más que su pintura
 
William Carlos Williams

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