Luna de Herodes
Si en la noche
inmóviles policías sujetan perros de boca en piedra, yo tiemblo. Quiero
alejarme no puedo, como en sueños.
Entonces alzo la
mano a mi pecho el traspasado. No sea que a lo lejos entre selvas de hueso y
aliento salga el aullido de aquel que devora mis entrañas. Y aullando prolongue
en los perros guardianes un odio en silencio y dientes, que por milenios me
persigue.
Miguel Ángel
Bustos
De Visión de los
hijos del mal, 1967
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