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15 de julio de 2021
Por qué pienso, Sam Shepard
¿Por qué pienso
"Este tipo está completamente loco"
entado en un bar de pueblo
Vestido con un traje de terciopelo negro, con chaleco
Oliendo a Marica de la Calle Catorce
Con un tic nervioso en unos ojos pardos
En los que casi no se ve la pupila?
¿Por qué pienso
"Este tipo está chiflado"
Cuando pregunta si ha nevado alguna vez en San Francisco
Si Herb Alpert toca a veces música clásica?
¿Por qué pienso
"Este tipo está majara"
Cuando me dice que tiene muchísimo talento
Pero le falta tiempo para desarrollarlo?
¿Por qué pienso
"Este tipo está como una chota
Cuando coge la jarrita de la leche
Y la llama "Esta vaquita tan mona"?
Sé por qué
Porque no oculta
La desesperada distancia que lo separa de la gente
Sam Shepard
12/79; San Anselmo, Ca .
14 de julio de 2021
En Rapid City, South Dakota, mi madre me daba cubitos de hielo envueltos en servilletas para que los chupase. Sam Shepard
En Rapid City, South Dakota, mi madre me daba cubitos de
hielo envueltos en servilletas para que los chupase. Estaban Saliéndome los
dientes y el hielo me insensibilizaba las encías.
Aquella noche atravesamos los Badlands. Yo viajaba en la
bandeja que hay detrás del asiento trasero del Plymouth, mirando las estrellas.
El cristal estaba helado al tacto.
Nos detuvimos en la pradera, en un lugar donde había un
círculo de enormes dinosaurios de yeso blanco. No era un pueblo. Simplemente
los dinosaurios iluminados desde el suelo por unos focos.
Mi madre me llevó a dar una vuelta abrigado bajo una manta
parda del ejército. Tarareaba una canción lenta. Creo que era «Peg a’ My
Heart». La tarareaba bajito, para sí misma. Como si sus pensamientos estuvieran
muy lejos de allí.
Serpenteamos lentamente por entre los dinosaurios. Por entre
sus patas. Bajo sus tripas. Describimos círculos en torno al Brontosauro.
Miramos desde abajo los dientes del Tyranosaurus Rex. Todos tenían unas
lucecitas azules a modo de ojos.
No había nadie. Sólo nosotros y los dinosaurios.
9/1/80
Homestead Valley, Ca.
Sam Shepard
13 de julio de 2021
El camión le dejó en un lugar llamado Plains. Sam Shepard
El camión le dejó en un lugar llamado Plains. Las calles eran muros de ladrillo. Los coches-patrulla corrían en todas direcciones. Mientras buscaba un motel vio una incomprensible cantidad de vehículos circulando. Encontró un motel que se anunciaba: «Suave como el Terciopelo: Habitaciones de Lujo.» Pensó que se tenía merecido el terciopelo. Lo que más ansiaba era precisamente el tacto del terciopelo. Ese terciopelo podía ser un refugio después de tanta carretera.
Tomó la habitación más cara sin preocuparse de si valía lo que pedían por ella. La habitación tenía un olor sintético que le pareció imposible de identificar. Quizá fuera el de la espuma seca de las alfombras. Las paredes estaban forradas de terciopelo rojo. La colcha era de terciopelo rojo. Las sillas estaban tapizadas de terciopelo rojo. La alfombra era de terciopelo rojo. El lavabo era rojo. Las cortinas eran rojas. Todos los rojos eran el mismo rojo. No había ningún rojo más rojo que los otros rojos, ni menos rojo que su vecino. La habitación era una roja venganza de ter ciopelo. Se instaló en ella como si estuviera en su casa.
Conectó la TV. Un Predicador predicaba con lenguaje de signos para sordomudos. Se fijó en que el signo que significaba «Jesús» consistía en golpear alternativamente las palmas de una y otra mano con el dedo corazón, denotando los clavos de la cru cifixión. Bajó el volumen y estuvo fijándose en las manos del Predicador. Tuvo la sensación de que el lenguaje saltaba al interior de la habitación. («Y ninguno de sus huesos será quebrado.»)
Se quedó dormido en la ducha, de pie. Soñó en un hombre al que había conocido de pequeño. Atado a un sicomoro. Quemado sin motivo alguno. Al árbol le quedó una hendidura negra que finalmente se cerró, y no quedó más huella que la rosada corteza. Tan limpia como el mentón de un bebé. Cuando despertó todavía podía ver a aquel hombre. Pensó que llovía sobre su cabeza. Y el hombre flotaba. Y las cenizas del cadáver de aquel hombre goteaban por su cara.
(«Y ninguno de sus huesos será quebrado.»)
3/79
Plains, Texas
Sam Shepard de Crónicas de motel, editorial Anagrama (1982) Traducción de Enrique Murillo
12 de julio de 2021
5, Fernando Pessoa (Bernardo Soares)
5
Envidio —pero no sé si envidio— a aquellos de quienes se
puede escribir una biografía, o que pueden escribir la propia. En estas
impresiones sin nexo, ni deseo de nexo, narro indiferentemente mi biografía sin
hechos, mi historia sin vida. Son mis Confesiones y, si nada digo en ellas, es
que no tengo nada que decir.
¿Qué tiene alguien que confesar que valga o que sirva? Lo
que nos ha sucedido, o le ha sucedido a todo el mundo o sólo a nosotros; en un
caso, no es novedad, y en el otro no es cosa que se comprenda. Si escribo lo
que siento es porque así disminuyo la fiebre de sentir. Lo que confieso no
tiene importancia, pues nada tiene importancia. Hago paisajes con lo que
siento. Hago fiestas de las sensaciones. Comprendo bien a las bordadoras
gracias a la amargura, y a las que hacen punto de media porque hay vida. Mi tía
vieja hacía solitarios durante lo infinito de la velada. Estas confesiones de
sentir son solitarios míos. No los interpreto, como quien usase cartas para
saber el destino. No los ausculto, porque en los solitarios las cartas no
tienen propiamente valor. Me desenrollo como una
madeja multicolor, o hago conmigo figuras de cordel, como
las que se tejen entre los dedos estirados y se pasan de unos niños a otros. Sólo
me preocupo de que el pulgar no estropee el lazo que le corresponde. Después,
vuelvo la mano y la imagen resulta diferente. Y vuelvo a empezar.
Vivir es hacer punto de media con una intención de los
demás. Pero, al hacerlo, el pensamiento es libre, y todos5 los príncipes
encantados pueden pasear por sus parques entre zambullida y zambullida de la
aguja de marfil de pico al revés. Punto de ganchillo de las cosas...
Intervalo... Nada...
Por lo demás, ¿con qué puedo contar conmigo? Una acuidad
horrible de las sensaciones, y la comprensión profunda de estar sintiendo...
Una inteligencia aguda para destruirme, y un poder de ensueño ávidamente
deseoso de entretenerme...
Una voluntad muerta y una reflexión que la arrulla, como
a un hijo vivo... Sí, punto de ganchillo...
Libro del desasosiego de Bernardo Soares
Fernando Pessoa
Traducción del portugués, organización, introducción y
notas de Ángel Crespo
11 de julio de 2021
4, Fernando Pessoa (Bernardo Soares)
4
Pertenezco a una generación que ha heredado la
incredulidad en la fe cristiana y que ha creado en sí una incredulidad de todas
las demás fes. Nuestros padres tenían todavía el impulso creyente, que
transferían del cristianismo a otras formas de ilusión. Unos eran entusiastas
de la igualdad social, otros eran enamorados sólo de la belleza, otros depositaban
fe en la ciencia y en sus provechos, y había otros que, más cristianos todavía,
iban a buscar a Orientes y Occidentes otras formas religiosas con que
entretener la conciencia, sin ella hueca, de meramente vivir.
Todo esto lo perdimos nosotros, de todas estas
consolaciones nacimos huérfanos. Cada civilización sigue la línea íntima de una
religión que la representa: pasar a otras religiones es perder ésta y, por fin,
perderlas a todas.
Nosotros perdimos ésta, y también las otras.
Nos quedamos, pues, cada uno entregado a sí mismo, en la
desolación de sentirse vivir. Un barco parece ser un objeto cuyo fin es
navegar; pero su fin no es navegar, sino llegar a un puerto. Nosotros nos
encontramos navegando, sin la idea del puerto al que deberíamos acogernos.
Reproducimos así, en la especie dolorosa, la fórmula aventurera de los
argonautas: navegar es preciso, vivir no es preciso.
Sin ilusiones, vivimos apenas del sueño, que es la
ilusión de quien no puede tener ilusiones. Viviendo de nosotros mismos, nos
disminuimos, porque el hombre completo es el hombre que se ignora. Sin fe, no
tenemos esperanza, y sin esperanza no tenemos propiamente vida. No teniendo una
idea del futuro, tampoco tenemos una idea de hoy, porque el hoy, para el hombre
de acción, no es sino un prólogo del futuro. La energía para luchar nació
muerta con nosotros, porque nosotros nacimos sin el entusiasmo de la lucha.
Unos de nosotros se estancaron en la conquista necia de
lo cotidiano, ordinarios y bajos buscando el pan de cada día, y queriendo
obtenerlo sin trabajo sentido, sin la conciencia del esfuerzo, sin la nobleza
de la consecución.
Otros, de mejor estirpe, nos abstuvimos de la cosa
pública, nada queriendo y nada deseando, e intentando llevar hasta el calvario
del olvido la cruz de existir simplemente. Imposible esfuerzo en quien no
tiene, como el portador de la Cruz, un origen divino en la conciencia.
Otros se entregaron, atareados por fuera del alma, al
culto de la confusión y del ruido, creyendo vivir cuando se oían, creyendo amar
cuando chocaban contra las exterioridades del amor. Vivir, nos dolía, porque
sabíamos que estábamos vivos: morir, no nos aterraba, porque habíamos perdido
la noción normal de la muerte.
Pero otros, Raza del Final, límite espiritual de la Hora
Muerta, no tuvieron el valor de la negación y el asilo en sí mismos. Lo que
vivieron fue en la negación, en el desconocimiento y en el desconsuelo. Pero lo
vivimos desde dentro, sin gestos, encerrados siempre, por lo menos en el género
de vida, entre las cuatro paredes del cuarto y los cuatro muros de no saber hacer.
4 «Primer artículo.» Pessoa no sólo hacía anotaciones en
inglés, sino que también escribió prosa y poesía en este idioma.
Libro del desasosiego de Bernardo Soares
Fernando Pessoa
Traducción del portugués, organización, introducción y notas
de Ángel Crespo