El estudiante herido
a Esteban, a Pablo
Y cuando abrió la puerta de su cuarto
no lo -esperaba nadie. Pero él supo
que todo el mundo estaba allí esperándolo
El mundo puede ser un cigarrillo,
un libro puede ser, un vaso de agua;
sobre todo una almohada, en que repose.
una cabeza con la sien sangrante.
El mundo es una almohada si se sueña
gota a gota el dolor. Este y el otro,
aquí y allá, el dolor en todas partes.
El mundo del dolor. Porque, fue cierta
esa paloma en medio de la plaza?
Un segundo, no mas, entre los sables
encendidos de muerte: una paloma,
un rayo de dulzura. Si en los ojos,
alma adentro mejor; casi no vista,
paloma casi recordada: lejos,
hasta un parral, qué lejos, en el patio
de su casa, venia tarde a tarde
también una paloma y él moldeaba
la existencia según esa hermosura;
los racimos, la luz, la madre, el pueblo,
la tierra, si, la vida una paloma.
Una ficción, quizás. Pero, quién vuelve
por la mañana pura de su vaso?
¿Quién en las nubes del tabaco ha abierto
las alas silenciosas? ¿Quién extiende
sobre la sien quemante la frescura
de un plumaje de nieve, un si tan claro
que no lo apaga en gotas sucesivas
de no, y no, y no, y no, la sangre?
(Por la paloma que en un cuarto vuela
de pared a pared, de sueño a sueño,
buscando una ventana hacia la sombra,
hacia otros cuartos en la sombra, puede
una sangre teñir de alba la noche,
una muerte dar vida a nuestras vidas:
porque el mundo es también una paloma).
Y aunque no lo esperaba nadie, él supo
que todo el mundo estaba allí esperándolo;
el mundo de verdad, allí en su pecho;
un feliz esplendor. Esa paloma.
Alejandro Nicotra
Villa Dolores, 7 de agosto de 1966
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