Las muertes
He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la
lluvia,
lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso de la
piel del V lagarto,
inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz de
alguna lágrima;
arena sin pisadas en todas las memorias.
Son los muertos sin flores.
No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
mas su destino fue fulmíneo como un tajo;
porque no conocieron ni el sueno ni la paz en los infames
lechos
[vendidos por la dicha,
porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida
gota de salmuera.
Ésa y no cualquier otra.
Ésa y ninguna otra.
Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de
nuestra vida.
Olga Orozco
de "Las muertes" (1952)
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