La pulcritud
Era un maniático de la pulcritud, obsesionado con el
polvo. Había matado a su esposa con gran sentido de la higiene y por ese crimen
lo habían condenado a muerte.
Antes de meter la cabeza en la guillotina, miró de arriba
abajo el artefacto con actitud desconfiada. Después, le preguntó al verdugo:
-¿Al menos el filo está limpio?
Jacques Sternberg
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