VI
Un alfiler de sangre diseña mapas de dolor
sobre el cristal de mi pensamiento.
Los silbidos relampaguean con el humo ferroviario.
Gritos cuadrados, pritos pisados, trenes arrolladores,
elefantes, suspiros azules. Vértices de montañas
luminosas.
Túnel hondo; fuego negro.
Rutas sin postes, postes devorados por asnos.
Tren amarillo.
Armazones de acero clavadas en mi pecho,
y mampostería tirititando dentro de mi cuerpo.
Pequeño alarido de personas muertas,
incienso amarillo, tren nebuloso.
Ruedas de cristal,
gotas de limpidez, ojos de agua.
Maquinista de piedra. Campanas.
Y mis dos brazos se vuelven campanas
arrancando pedazos de lengua.
Mis dientes roen rieles,
pequeños ratones del yerbajo suave.
Se va el tren.
Varios niños de lata
sacan la cabeza cuadrada.
Y me hacen gestos. “Adiós”.
Jaime Saenz
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