Los ciegos
¡Míralos, alma mía; son realmente aterradores!
parecen maniquíes; vagamente ridículos;
terribles, extraños, igual a sonámbulos;
apuntando, no se sabe dónde, sus tenebrosos ojos.
Sus ojos, de donde la divina chispa ha partido
como si miraran a lo lejos, escudriñan el horizonte;
no se les ve jamás cansados bajar la cabeza
para escrutar, incomodados por la ilusión, el suelo.
Y atraviesan así la negrura perpetua,
hermana del silencio inmortal. ¡Oh, ciudad!
mientras que a nuestro alrededor cantas, ríes y bramas,
prendada del placer hasta la crueldad,
¡Mira! ¡me arrastro también! pero más ofuscado
me pregunto: ¿Qué buscan los ciegos en el Cielo?
1860.
Charles Baudelaire
Versión de José Luis Colombini
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