Tras la noche en "El
Ciervo", Herman Hesse
Dormitábamos en el bar, ligeramente borrachos,
mi mejilla apoyada, contra tu cuello blanco,
tu abrigo de piel tenía un olor delicado y
denso tu pelo negro,
de pronto tuve miedo de tu juventud.
¿Qué quiero aquí en estos hermosos brazos,
junto a este pecho, sobre estas rodillas
jóvenes,
yo, el viejo al que nunca sonrió la suerte?
Tú eres demasiado joven para mí, demasiado
hermosa,
demasiado cálida.
¿Qué busco aquí junto a estas mesas de mármol,
donde corre el jerez y hay cubiletes de dados?
Quiero irme con el genio del agua y los peces,
a casa, a la miseria de siempre.
Lárgate, payaso, de este círculo alegre,
donde florece la frivolidad y ríe la belleza,
toma tu sombrero, hace rato que sonaron las
campanas
de medianoche,
corre a casa, viejo loco y húndete!
Entonces me puse en pie, ellos no se dieron
cuenta,
fuera en el canal flotaban las estrellas.
Delante de mi casa había un perro extraño,
me olió y huyó del desconocido,
subí las escaleras, cada zapato pesaba
cincuenta kilos.
En el espejo vi mis párpados enrojecidos,
y el pelo gris, marchito y arruinado.
¡Ojalá me hubiese mordido y devorado el
extraño perro!
Voy cuesta abajo, la juventud no volverá.
Herman Hesse
De la «Neue Rundschau»
(1926)
«Der Steppemoolf»
Fragmento de un diario en
versos
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