Excavaciones
Hasta aquí
llegó la vida, dices, y tu dedo toca el muro.
Hasta aquí
llegó la muerte, dices, y señalas el dintel.
Pero si pones
el pie donde estaba el umbral,
si te acercas
con la rama de albahaca y un gallo en los brazos,
las sombras
vendrán rápidamente a tu encuentro.
Pero si te
sientas donde estuvo el umbral,
si cantas con
el gallo –con el gallo de la memoria–
todavía
puedes recordar, privilegio de los vivos,
todavía
puedes olvidar, privilegio de los muertos.
Hasta aquí
llegó la vida, dices, y señalas el dintel.
Y ya no sabes
si estás del lado de la sombra o del lado de la luz.
Alguien viene
a beber sol: extiendes la mano.
Alguien viene
a beber sombra: extiendes la mano.
Y cuando el
desconocido te pregunta quién eres, no sabes contestar,
cuando le
preguntas quién es, no puede contestar.
Canta –pides–
pero él no cantará.
Sueña –responde–
y tú no entenderás.
Hasta aquí
llegó la vida, dices, y tu dedo toca el muro.
Hasta aquí
llegó la muerte, dices, y señalas el dintel.
Y cercas la
zona con una cuerda de sol, la cercas con fuego.
¿Qué buscas
en la zona de sombra? El perro se ahogó,
las gallinas
se ahogaron, se ahogaron los gatos y los dioses.
¿Quién te
busca en la zona de sombra? El pasto creció,
creció el
viento que viene del olvido.
El aire tragó
las tímidas palomas.
Y aquellos
esbeltos caballos lustrosos.
Recuerda: lo
que ahora no recuerdes nunca volverá.
Olvida: lo
que ahora no olvides nunca lo olvidarás.
Y pasas de la
zona de sombra a la zona de sol.
¿Qué buscas
en la zona de sol? No sabes qué buscas,
mirando las
ropas tendidas detrás del tiempo,
subiendo
escalinatas que sólo llevan al vacío,
abriendo y
cerrando puertas que no existen.
Hasta aquí
llegó la vida, dices, y tu dedo toca el muro.
Hasta aquí
llegó la muerte, dices, y señalas el dintel.
Y sentándote
nuevamente donde estuvo el umbral
cierras los
brazos, encoges las piernas, te duermes
en la gran
matriz del llanto, si todo no fue un sueño.
Horacio Castillo
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