Compruebo, con amargura, que sólo restan algunas gotas de
sangre en las arterias de nuestras tísicas épocas. Desde los lloriqueos odiosos
y especiales, patentados sin garantizar un punto de referencia, de los
Jean-Jacques Rousseau, de los Chateaubriand y de las nodrizas en pantalón de
los angelotes Obermann, pasando por los restantes poetas que se han revolcado
en cl lodo impuro, hasta cl sueño de Jean-Paul, el suicidio de Dolores de
Veintemilla, el Cuervo de Allan, la Comedia Infernal del polaco, los ojos sanguinarios
de Zorrilla, y el cáncer inmortal. Una carroña, que pintó en otro tiempo, con
amor, el morboso amante de la Venus hotentote, los inverosímiles dolores que
este siglo se ha creado a sí mismo, en su voluntad monótona y repulsiva, lo han
tornado tísico. Con la música a otra parte. Sí, buenas gentes, soy yo quien os
ordena quemar, sobre una pala, enrojecida al fuego, con un poco de azúcar
amarilla, el pato de la duda, de labios de vermut, que derramando en
melancólica lucha entre el bien y el mal, lágrimas que no brotan del corazón,
hace en todas partes, sin máquina neumática, el vacío universal. La
desesperación, nutriéndose, prejuiciosa, de sus fantasmagorías, lleva
imperturbablemente al literato a la abrogación en masa de las leyes divinas y
sociales, y a la maldad teórica y práctica. En una palabra, hace prevalecer en
los razonamientos cl trasero humano. ¡Vamos, pasad la consigna! Uno se vuelve
malvado, lo repito, y los ojos toman el color de los condenados a muerte. No
retiraré lo que digo a continuación. Quiero que mi poesía pueda ser leída por
una joven de catorce años. El verdadero dolor es incompatible con la esperanza.
Por grande que sea ese dolor, la esperanza se levanta cien codos por encima.
Dejadme en paz, pues, con los indagadores. A tierra las patas, abajo, perras
ridículas, fabricantes de confusión, farsantes. Aquello que sufre, que diseca
los misterios que nos rodean, no espera. La poesía que discute las verdades
necesarias es menos bella que la que no las discute. Indecisiones acérrimas,
talento mal empleado, pérdida de tiempo: nada será más fácil de verificar.
Conde de Lautrémont
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