A una gata que se fue
Casi olvido tu nombre, irascible
reencarnación vigilante de mis secas
cohabitaciones con papeles ambiguos:
no busqué desanimar tu afecto,
sólo di más tiempo a las palabras
acaso porque envejecía sin experiencia:
te quise con fieles envolturas,
no merecí
que aquella tarde derramaras
tus celos sobre la mesa
de las inducciones celestes
(tal vez
crítica o sexual discurso
sobre discriminaciones y desapegos):
tu percepción bestial te diría
que todo lo femenino debió ser amparado,
cubierto, servido por mí.
Rodolfo Godino
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