Señor...
He
sido, tal vez, una rama de árbol,
una sombra de pájaro,
el
reflejo de un río...
Señor,
esta mañana tengo
los párpados frescos como hojas,
las pupilas tan limpias como de agua,
un cristal en la voz como de pájaro,
la piel toda mojada de rocío,
y en las venas,
en vez de sangre,
una dulce corriente vegetal.
Señor,
esta mañana tengo
los párpados iguales que hojas nuevas,
y temblorosa de oros,
abierta y pura
como el cielo
el alma.
Juan L. Ortiz
De El agua y la noche
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