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17 de noviembre de 2022
Elegía a Villa Dolores, Rafael Horacio López
16 de noviembre de 2022
15 de noviembre de 2022
A un costado del camino, Rafael Horacio López
A un costado del camino, Rafael Horacio López
Video de la 5ª Maratón de Lectura, 18 de Junio de 2012
organizada y llevada a cabo por el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca
Sarmiento, 9 horas de lectura continua (de 9 a 18 Horas) en donde dieron su
apoyo importantes personalidades del medio local, Periodistas, Escritores,
Funcionarios Municipales, Judiciales, Docentes, Alumnos de nivel primario,
secundario y terciario, Poetas, Público en general, en la sala de arte del Teatro
Municipal de la ciudad de Villa Dolores (Mítico lugar de Traslasierra),
"Capital de la Poesía", Traslasierra, Córdoba, Argentina.
14 de noviembre de 2022
A mi nieto, Claudio Suarez
13 de noviembre de 2022
Conjeturas, Claudio Suarez
Conjeturas
“Estamos hechos de la misma
sustancia de los sueños y nuestras
pequeña vida está cercada por el
sueño”
W Shakespeare
Sin el viento nos sentimos solos
somos parte de un paisaje desilusionado
como si cada cosa tuviera en su pasado
una deuda pendiente.
Hay lenguajes que olvidamos
al sabernos otoños derrotados: seres erróneos
de una tormenta de lluvia horizontal
que desciende sobre nosotros
con la forma confusa
de un desorden
del cielo.
Será porque en las tardes
cuando se apaga el sol de las ventanas
la íntima levedad de la luz tiene tan poca fe
que no sabemos si quedarnos en la niebla o regresar
al sueño, cuando llegue la noche.
Claudio Suarez
12 de noviembre de 2022
Esquirlas de luz, Claudio Suárez
Esquirlas de luz
El sabor de noche
respiran un aire diminuto,
trepa los tejados y teje el oro antiguo
de la flor herida, mientras
quedo a la espera de la ultima
palabra de los grillos.
Esquirlas de luz
como si fueran huéspedes fugaces
o amantes clandestinos
llegan a seducir los huesos
y el silencio.
La desmesura de la rosa
atraviesa el territorio prometido
y expone su intemperie desnuda
ante los astros.
El trébol es un redoble
de sol sobre la tierra que durará
lo que reste de la noche en la mañana.
Claudio Suárez
11 de noviembre de 2022
La noche del alma, Claudio Suarez
La noche del alma
Quizás lo que nos salva
son los raros momentos, en los que hay
luz de otro tiempo en las ventanas
y la blanca pared nada profana
que vive limpia de indulgencia.
El mundo todavía sigue ahí
y la luna va creando un recuerdo vecino:
otra realidad y aún estamos a tiempo
de contarnos algo.
En la noche del alma,
qué palabras vendrán a dar su aliento,
sino aquellas que nunca fueron dichas.
Claudio Suarez
10 de noviembre de 2022
Espejismos, Claudio Suárez
Espejismos
El desasosiego arrastra su chatarra
y la convierte en la sombra de un animal cansado,
que desde su yo y su memoria sabe, que
la muerte nunca se deja ver
completamente.
Somos un espejismo del olvido
en la historia triste de jugar a ser perfectos,
un ligero conjuro de las campanas de media tarde
que nos hacen llorar de un modo manso.
Tal vez seamos solo la luz
de unas brasas agónicas, que rezan por algo imposible
en la atávica sombra de la derrota.
Claudio Suárez
9 de noviembre de 2022
Champaquí, Claudio Suárez
Champaquí
A Gerardo Burton.
La voz callada, espera hasta
que la luz haga su entrada en la montaña.
Bajo las nubes espumosas
gira el cóndor, obedece las tácticas
órdenes del viento,
gira
limpia el cielo
y el silencio rueda
lo que dure su vuelo, durará
el sueño en otra vida.
En la letanía de las cosas
corre un agua
con el apagado sonido de algo
que abre en la memoria, lentas tardes
útiles al corazón.
La montaña es un jardín
abierto, que nos pertenece y se nos escapa
en el laberinto de la piedra.
Claudio Suárez
8 de noviembre de 2022
Todavías y esperanzas, Claudio Suarez
Todavías y esperanzas
Sacudido por vientos
descendentes, soy un hombre común,
una indecisión
entre un día y la sombra.
Una
pequeña explosión
invitada a cometer errores,
que podrán simplificarse en cenizas
o algo parecido.
Soy apenas la brevedad
de un orilla entre distancias divididas
que trae lo que
ola lleva:
sal, vanidad y espuma
para romperse
en un fulgor de escarchas.
Soy una monotonía,
un tiempo postergado hasta nuevo aviso
que ama y se acuerda y está lejos
y sólo puede oír al corazón
que no busca
la posesión ni la victoria.
Lo que vendrá ya es conocido
pero aún quedan todavias y esperanzas,
bebamos un sorbo de alegría y
manden a comprar pan
no
digo el de hoy,
tal vez el de mañana, el fuego no establece
su claridad, sino en el error y la belleza
de los bosques en cenizas.
Claudio Suarez
7 de noviembre de 2022
Cenizas de otoño, Claudio Suarez
Cenizas de otoño
A Mariela Santucci
En su decadencia de hermosura
la vida se desnuda y las rotas alas de los árboles
caen, en la estación del viento.
La memoria del otoño,
es un relámpago amarillo que quema
con su voz de ceniza las sombras del verano
y su fiel recuerdo de colores.
La hojarasca cruje
ya no son sino, el leve recuerdo de su forma
y aun así conservan la alegría:
la claridad suspendida, en el eterno
instante del presente.
Claudio Suárez
6 de noviembre de 2022
La memoria es una casa, Claudio Suárez
La memoria es una casa
La casa que un vez soñé, quizás
desmelene dudas y dolores y deje un rastro
en el corazón, que por su escala
requiere tal vez
más de un punto de vista.
Las puertas se eclipsaron
y acaso diluyan en sus bisagras
la indiferencia de las llaves.
Hay una inscripción
que la niebla fue borrando.
Los álamos se niegan
a la costumbre de volverse nubes,
los inquieta que nada siga siendo igual
y que se olvide el día querido
por la lluvia.
Quien mira la casa
está mirando su memoria.
Lo que tiene de real este camino
es la tensión de recordar un viento abandonado
qué extraña los frutos de su origen.
Claudio Suárez
4 de noviembre de 2022
El membrillo, Inés Arredondo
3 de noviembre de 2022
El Estío, Inés Arredondo
2 de noviembre de 2022
La señal, Inés Arredondo
La
señal, Inés Arredondo
El sol denso, inmóvil, imponía su
presencia; la realidad estaba paralizada bajo su crueldad sin tregua. Flotaba
el anuncio de una muerte
Pedro, aplastado, casi vencido, caminaba
bajo el sol. Las calles vacías perdían su sentido en el deslumbramiento. El
calor, seco y terrible como un castigo sin verdugo, le cortaba la respiración.
Pero no importaba: dentro de sí hallaba siempre un lugar agudo, helado, mortificante
que era peor que el sol, pero también un refugio, una especie de venganza
contra él.
Llegó a la placita y se sentó debajo del
gran laurel de la India. El silencio hacía un hueco alrededor del pensamiento.
Era necesario estirar las piernas, mover un brazo, para no prolongar en uno
mismo la quietud de las plantas y del aire. Se levantó y dando vuelta alrededor
del árbol se quedó mirando la catedral.
Siempre había estado ahí, pero sólo ahora
veía que estaba en otro clima, en un clima fresco que comprendía su aspecto
ausente de adolescente que sueña. Lo de adolescente no era difícil descubrirlo,
le venía de la gracia desgarbada de su desproporción: era demasiado alta y
demasiado delgada. Pedro sabía desde niño que ese defecto tenía una historia
humilde: proyectada para tener tres naves, el dinero apenas había alcanzado
para terminar la mayor; y esa pobreza inicial se continuaba fielmente en su
carácter limpio de capilla de montaña –de ahí su aire de pinos. Cruzó la calle
y entró, sin pensar que entraba en una iglesia.
No había nadie, sólo el sacristán se movía
como una sombra en la penumbra del presbiterio. No se oía ningún ruido. Se
sentó a mitad de la nave cómodamente, mirando los altares, las flores de papel.
. . pensó en la oración distraída que haría otro, el que se sentaba
habitualmente en aquella banca, y hubo un instante en que llegó casi a desear
creer así, en el fondo, tibiamente, pero lo suficiente para vivir.
El sol entraba por las vidrieras altas,
amarillo, suave, y el ambiente era fresco. Se podía estar sin pensar, descansar
de sí mismo, de la desesperación y de la esperanza. Y se quedó vacío,
tranquilo, envuelto en la frescura y mirando al sol apaciguado deslizarse por
las vidrieras.
Entonces oyó los pasos de alguien que
entraba tímida, furtivamente. No se inquietó ni cambió de postura siquiera;
siguió abandonado a su indiferente bienestar hasta que el que había entrado
estuvo a su lado y le habló.
Al principio creyó no haber entendido bien
y se volvió a mirarlo. Su rostro estaba tan cerca que pudo ver hasta los poros
sudorosos, hasta las arrugas junto a la boca cansada. Era un obrero. Su cara,
esa cara que después le pareció que había visto más cerca que ninguna otra, era
una cara como hay miles, millones: curtida, ancha. Pero también vio los ojos
grises y los párpados casi transparentes, de pestanas cortas, y la mirada,
aquella mirada inexpresiva, desnuda.
—¿Me permite besarle los pies?
Lo repitió implacable. En su voz había algo
tenso, pero la sostenía con decisión; había asumido su parte plenamente y
esperaba que él estuviera a la altura, sin explicaciones. No estaba bien, no
tenía por qué mezclarlo, !no podía ser! Era todo tan inesperado, tan absurdo.
Pero el sol estaba ahí, quieto y dulce, y
el sacristán comenzó a encender con calma unas velas. Pedro balbuceo algo para
excusarse. El hombre volvió a mirarlo. Sus ojos podían obligar a cualquier
cosa, pero sólo pedían.
—Perdóneme usted. Para mí también es
penoso, pero tengo que hacerlo.
Él tenía. Y si Pedro no lo ayudaba, ¿quién
iba a hacerlo? ¿Quién iba a consentir en tragarse la humillación inhumana de
que otro le besara los pies? Qué dosis tan exigua de caridad y de pureza cabe
en el alma de un hombre. . . Tuvo piedad de él.
—Está bien.
—¿Quiere descalzarse?
Era demasiado. La sangre le zumbaba en los
oídos, estaba fuera de si, pero lucido, tan lucido que presentía el asco del
contacto, la vergüenza de la desnudez, y después el remordimiento y el tormento
múltiple y sin cabeza. Lo sabía, pero se descalzo.
Estar descalzo así, como él, inerme y humillado,
aceptando ser fuente de humillación para otro. . . nadie sabría nunca lo que
eso era. . . era como morir en la ignominia, algo eternamente cruel.
No miró al obrero, pero sintió su asco,
asco de sus pies y de él, de todos los hombres. Y aún así se había arrodillado
con un respeto tal que lo hizo pensar que en ese momento, para ese ser, había
dejado de ser un hombre y era la imagen de algo más sagrado.
Un escalofrío lo recorrió y cerró los ojos.
. . Pero los labios calientes lo tocaron, se pegaron a su piel. . . Era amor,
un amor expresado de carne a carne, de hombre a hombre, pero que tal vez. . .
El asco estaba presente, el asco de los dos. Porque en el primer segundo,
cuando lo rozaba apenas con su boca caliente, había pensado en una aberración.
Hasta eso había llegado para después
ener más tormento. . . No, no, los dos
sentían asco, solo que por encima de él estaba el amor. Había que decirlo, que
atreverse a pensar una vez, tan solo una vez, en la crucifixión.
El hombre se levantó y dijo: “Gracias”; lo
miró con sus ojos limpios y se marchó.
Pedro se quedo ahí, solo ya con sus pies
desnudos, tan suyos y tan ajenos ahora. Pies con estigma.
Para siempre en mí esta señal, que no sé si
es la del mundo y su pecado o la de una desolada redención.
¿Por que yo? Los pies tenían una apariencia
tan inocente, eran como los de todo el mundo, pero estaban llagados y él solo
lo sabía. Tenia que mirarlos, tenía que ponerse los calcetines, los zapatos. .
. Ahora le parecía que en eso residía su mayor vergüenza, en no poder ir
descalzo, sin ocultar, fiel. No lo merezco, no soy digno. Estaba llorando.
Cuando salió de la iglesia el sol se había
puesto ya. Nunca recordaría cabalmente lo que había pensado y sufrido en ese
tiempo. Solamente sabía que tenía que aceptar que un hombre le había besado los
pies y que eso lo cambiaba todo, que era, para siempre, lo más importante y lo
más entrañable de su vida, pero que nunca sabría, en ningún sentido, lo que
significaba.
Inés
Arredondo
Inés Amelia Camelo Arredondo (Culiacán, Sinaloa, 20 de marzo de 1928 - Ciudad de México, 2 de noviembre de 1989) fue una escritora mexicana. Integrante del grupo de escritores conocido como Generación del Medio Siglo, grupo de la Casa del Lago o grupo de la Revista Mexicana de Literatura. En 1979 ganó el premio Xavier Villaurrutia por Río subterráneo.
31 de octubre de 2022
Osvaldo Guevara lee Musiqueros y El desterrado
30 de octubre de 2022
Osvaldo Guevara lee Balada de un domingo de mi infancia de Horacio Rega Molina
Balada de un domingo de mi infancia, Horacio Rega Molina
Mañana el maestro dará prueba escrita
(Mi infancia no tuvo sino días malos)
Sentada en un banco mi infancia recita
Colón ha partido del puerto de Palos.
Es día domingo. Llovizna. Hace frío.
El cuarto es muy grande, yo estoy solo en él.
Parece que arrastra en el cuarto sombrío
su cola de seda la reina Isabel.
Es día domingo. Con una constancia
Que más dolorosa no pudo haber sido
Sentada en un banco repite mi infancia
Del puerto de Palos Colón ha partido…
Las seis de la tarde, se encienden candelas
Se cierran las puertas. La casa es distinta
dan miedo, dan miedo, las tres carabelas.
La Santa María, la Niña y la Pinta.
29 de octubre de 2022
Osvaldo Guevara habla sobre el vino, lee su poema La cajera del super y Asunción del grillo
28 de octubre de 2022
Osvaldo Guevara lee su poema Casi nocturno
27 de octubre de 2022
Osvaldo Guevara lee La doble sombra
26 de octubre de 2022
Osvaldo Guevara lee su poema Hacia el grito