Oscar Guiñazú Álvarez el gran convocador, Escribe Teresa Gómez Atala
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001
En Candelaria, Pcia. de San Luis, el 3 de junio de 1916, los ojos claros de Oscar Francisco contemplaron con asombro, por primera vez, la luz.
Un niño como Todos, pero sin duda, con un destino singular: buscar la luz de la palabra.
Tal vez el primer sonido que percibieron sus oídos, fue el canto silvestre del jilguero, o la voz musical del agua, quebrándose entre las piedras.
Con seguridad la belleza del paisaje, fue despertando sus sentidos tempranamente y antes de aprender los secretos de la escritura, descubrió la vibración de su alma, que le marcaría una senda: La Poesía.
Salvador Guifíazú, su padre labrador, le señaló con su ejemplo, un camino de dignidad y hombría de bien, que mantuvo a lo largo de su vida.
Petrona Alvarez. su madre maestra, lo inició en el misterio del abecedario y en la libertad del viento, fruteció en poemas.
Y es así, que Oscar Guiñazú Alvarez, en 1927, contando con sólo once años, dejó su niñez en la casa natal y se radicó en Villa Dolores. ingresando en la Escuela Normal Dalmacio Vélez Sársfield: de donde egresa en 1934 con el título de Maestro Normal Nacional. Siendo el abanderado de su promoción.
En el transcurso de ese año promueve reuniones en su domicilio a las que asistían jóvenes con su misma vocación : La Literatura.
Así formaron lo que ellos llamaban la Escuela del Verso publicando sus trabajos en los diarios locales firmados con seudónimos. De esta manera, nace Eduardo Dawn, y con este nombre publica su primer libro de poemas: “El Amor y el Dolor de Eduardo Dawn” en el mismo año comienza a ejercer la docencia destinado a la escuela de Tosno Pcia de Córdoba.
En Colonia Los Zorros (Tercero Arriba) permanece hasta 1941 oportunidad en la que se traslada a la localidad de Anisacate, con la misión de crear la Escuela N° 2, con el cargo de Director.
Fue corresponsal del diario La Voz del Interior también de La Prensa de Buenos Aires.
En esa época conoce a Esther Zárate, también docente, con quién contrae matrimonio en diciembre de 1944, incondicional colaboradora, que por más de cincuenta años lo acompañó silenciosamente en sus desvelos.
Mientras tanto, alternando la docencia con una definida vocación poética, publicó: “Muestrario” en 1946, editado por el diario Democracia.
Se encontraba en ese momento, ejerciendo su profesión en la Escuela Gral. San Martín en la localidad de Salsacate.
En 1950 “por razones políticas” es dejado cesante, conjuntamente con su esposa, razones, que se piensa, fueron derivadas de un gremialismo militante.
Hombre de voluntad firme, jamás se daría por vencido y dedicó la mayor parte de sus horas a diversas tareas.
Sin embargo, ya tenía un poemario listo para entrar en prensa: “El Polen de la Inquietud”, cuya difusión se logró en julio del mismo año, publicado por la Editorial Assandri.
Por motivos de trabajo, debió viajar casi permanentemente. Esa actividad, lo llevó a recorrer numerosas ciudades.
Según su propio relato, había adquirido la costumbre de averiguar, en bares y comercios de cada localidad a la que llegaba, el nombre y dirección de los poetas locales, a quienes luego visitaba iniciando así una amistad epistolar, que en muchos de los casos, se mantuvo hasta el final de su tiempo.
Establecido en Villa Dolores, con su familia, se inicia como director del diario Democracia, gestión que realiza durante varios años.
Reincorporado a la docencia en 1955, es nombrado director de la Escuelá N° 27 denominada Francisco Javier Arias y se inicia como profesor de enseñanza secundaria.
Paralelamente, el poeta siempre tuvo un desvelo, para su otro gran amor: la poesía.
En 1958, nace “Tardes de la Biblioteca Sarmiento”, entidad cultural integrada por poetas de Villa Dolores y zonas aledañas, que presidió hasta 1996.
Una vez, relató que en su tiempos niños, en Candelaria, había tenido el ferviente anhelo de repicar las campanas de la iglesia, llamando a misa. Sueño que un día cumplió. Su destino de gran convocador, se había iniciado.
En 1962, organizó el 1º Encuentro de Poetas. En esa oportunidad, sólo fueron invitados cinco poetas de diferentes puntos de la provincia, pero a partir de entonces los encuentros fueron creciendo en número de participantes, hasta que en la actualidad, se reúnen casi dos centenares.
La llegada de la primera poeta chilena Olga Villanueva Díaz, adquiere para los encuentros, la internacionalidad.
“Poeta: mi casa no tiene verja!
porque no quiero! que detengas tu arribo!
(...) Tengo siempre un insomnio
y a toda hora el vino
añejo de la hermandad”.
Este fragmento de su poema “Mi casa abierta”, publicado en su libro “Orbita 50” en 1966, ha sido una suerte de vaticinio. ¿Habrá presentido el poeta, que con el paso de los años, su llamado, llegaría a todas las provincias argentinas y trascendiendo fronteras, a los países latinoamericanos? ¿Qué fuerza lo animó a buscar a los poetas asegurando la convergencia de voces y sentimientos?
En la actualidad, toda Villa Dolores, es una casa sin verja, donde siempre en octubre, la poesía florece en cada patio y la amistad se renueva en el abrazo.
- Con el lema “Poesía y amistad”, Oscar Guiñazú Alvarez, instala un diálogo entre la palabra y el sentimiento. La palabra, uno de sus grandes amores y la amistad, fundada en el respeto, la franqueza y la mano siempre generosa en afectos.
Hombre de acción, dedicaba pocas horas al descanso. Su día comenzaba mucho antes que los pájaros elevaran su canto de alabanza al sol. Era la hora del encuentro con el ángel de la poesía.
De ese insomnio casi permanente, nació su vasta obra poética. Después de los libros ya mencionados, ha publicado: “Compartir el tiempo”, “Contra Reloj”, “Resplandor de la Memoria”, “Geografía exterior”, “Cuerdas Tensas”, “Calles con Esquinas”, “Y ...Poemas Circunstanciales”, “A lo largo del sol”, “Desde la voz al Grito”, “Ven a decir tu luz”, y “Torrentes Infinitos”.
Varios libros quedaron en silencio, es decir, inéditos. El tiempo se le fue, organizando encuentros.
En sus versos, encontramos que el poeta asume lo eterno y lo cotidiano, en el devenir del tiempo.
Sin ánimo de señalar críticamente los aciertos o desaciertos estéticos de la obra de Oscar Guiñazú Alvarez, destacamos la fuerza impulsora que lo hizo un incansable trabajador de la cultura. Más allá del poeta, inmerso en su disciplina creadora, encontramos al hombre, en actitud de noble generosidad, de espíritu íntegro, con un claro sentido de la amistad.
Estamos refiriéndonos a una vida que fue y a una obra que aún permanece. Una vida dedicada a la docencia y a la literatura, sus dos grandes amores.
Cuando lo conocí en 1975, me asombró su capacidad de trabajo y el ingenio con que sorteaba toda dificultad. Y así fue que elegí un camino, sostenido por su comprensión y su sabiduría. Todos encontraban un espacio en la calidez de sus afectos.
Con el tiempo entendí los objetivos que guiaban la inquebrantable vocación de Oscar Guiñazú Alvarez.
Solía decir que los poetas salvarían el mundo, por que ellos buscaban la luz de la palabra, como elemento purificador del espíritu.
Mucho se ha trabajado desde 1962. El tiempo ha soplado sobre la vida. Mientras tanto, nos nacieron hijos, nietos, poemas y libros, a la vez que se agrandaba nuestro corazón, para contener a todos los amigos que nos dio la poesía.
Encontrarse, comunicarse, compartir y crecer juntos, han sido y son las razones que nos han mantenido en la continuidad. Hacer de la poesía, un instrumento de paz, amor y entendimiento, con la finalidad de llegar al hombre, esa es la consigna.
Buscar el equilibrio, elevar todas las voces en un solo canto nos permitirá trascender las estrellas y encontrar la armonía del canto universal.
Oscar Guiñazú Alvarez, encendió el fuego hace cuatro lustros, en Villa Dolores, Capital de la Poesía. Los poetas se reúnen a su alrededor, para celebrar la Palabra.
Teresa Gómez Atala
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001
Teresa Gómez Atala