Hans Magnus Enzensberger es un poeta y ensayista alemán nacido en Kaufbeuren, Baviera (Alemania) el 11 de noviembre de 1929.
Es uno de los creadores más agudos y significativos de nuestro tiempo. Ha fundado y dirigido revistas culturales (Kursbuch y Trasatlantik), es un poeta extraordinario, ensayista personalísimo y polémico, autor teatral, realizador de documentales cinematográficos, etc. Galardonado en 2002 con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
T. B. (1546-1601), Hans Magnus Enzensberger
Se oculta tras ojos fríos y arrogantes, bajo el mondo
cráneo,
este pálido tejido, sensible, un magma eléctrico.
Caprichos
de la evolución. Véase el narval, por ej. Tiene dos
incisivos:
ínfimo el uno, y el otro, siempre el izquierdo, crece
retorcido,0000
y crece hasta metros y metros, estrías y rebordes
lo adornan, a la izquierda siempre, sólo a la izquierda.
Escarabeos, unicornios, mamuts: fauna quimérica. O
tomemos
aquella alimaña: el Gran Señor con trece años se encoge
de hombros
ante perdices, galgos y monterías; vuelve la espalda a su
clase,
y los ojos al sol que se apaga. Desazón, fastidio,
lujo de precisión: sus criados cargan a través de Europa
un cuadrante; doce metros de diámetro, todo roble y
metal.
Frota su nariz, mutilada en singular duelo a raíz
de altas cuestiones matemáticas: un áureo artificio.
Frota su carne rojiza en una gañana: once bastardos.
No hay tiempo para amar. Sí para el botín abstracto:
saber
a todo precio. Por San Martín, en 1752, más rutilante que
Venus,
centellea de súbito (no daba crédito a mis ojos)
BCas, la estrella tichoniana. Una supernova. Capricho
del cosmos. También, pues, las eternas esferas
celestiales
sufren cambios. Santones europeos descifran el maleficio:
bodas de sangre, negra muerte, harmagedon. Pero él mide
cronométricamente, calcula sus márgenes de error: De
Stella Nova.
Una quimera nueva y costosa: radioespéculos, caveas
plasmáticas,
Big Science. Nueva Isla de Bienaventura: Venus en
Oresund,
las rocas blancas de Hven, una Citerea para la ciencia.
Antojos: cúpulas bizantinas, torres cilíndricas,
astrolabios,
fastuosa relojería, imprentas, artilugios
alegóricos.
Tan sólo la gran esfera armilar cuesta cinco mil
rigsdaler.
El mamut, en cambio, se extinguió. Y unicornios ya no
hay.
El Rey de Escocia cena con el sabio. Abajo, en la
mazmorra,
los cautivos aporrean las férreas rejas: ¡Atajo de
gañanes!
Bajo la mesa, el bufón, un enano, escupe la verdad:
¡Los otros pasan hambre! Sordo rumor subterráneo,
vocifera el rey, carraspea el fénix de la astronomía,
suave
chirriar del engranaje que impulsa la cósmica tramoya.
El sótano palaciego de Uranieborg es una jaula inmensa.
En veinte años, el Egghead graba 777 signos en su esfera
de metal bruñido: cada cruz un astro fijo, y cada astro
un vasallo ultrajado. Delirio de grandeza, hastío. Riñas
con el monarca. El divo abandona Dinamarca. Una caravana:
enano, sirvientes, alforjas y asistentes. Tablas
planetarias
y ante todo los instrumentos. Se hicieron desmontables,
pues un astrónomo debe ser cosmopolita; la ignorancia
impide a los soberanos apreciar su valía.
Otro figurón acoge al figurón: Rodolfo de Praga.
Un río de oro, un río de huéspedes, una casa de locos
repleta de aduladores, curanderos, alquimistas.
Con el nuevo siglo llega a Praga un plebeyo, ocupa
absorto
el puesto más bajo en la mesa. Un grosero, este Kepler.
Sin dinero, sin sextantes, ataca a su amo cual perro
rabioso,
ofende y roba. Aquél, ávido de pompa hasta el último
suspiro,
oro y carne, sucumbe en el delirio; éste, oscuro y
metódico,
descifra los datos, alumbra inmejorables ecuaciones
y extingue por los siglos la luz del muerto. Dos
mutantes.
Saber quimérico, sin saber por qué. En la materia gris
pulsa la evolución. Caprichos albumínicos. Unicornios.
Véase
el narval, por ej., y su incisivo. Las explicaciones
nuestras
no tienen consistencia. Un arma ¿Contra qué? Un
instrumento
¿Para qué? ¿El enser de un ritual que no conocemos?
Hans Magnus Enzensberger
Mausoleo. 37 baladas de la historia del progreso, Hans Magnus Enzensberger
Editorial anagrama (1979) Traducción de Kim Vilar
T. B. (1546-1601), Hans Magnus Enzensberger
Tycho Brahe
Acerca de este sonido (Tyge Ottesen Brahe) (Castillo de Knudstrup, Escania, 14
de diciembre de 1546 – Praga, 24 de octubre de 1601) fue un astrónomo danés,
considerado el más grande observador del cielo en el período anterior a la
invención del telescopio. Su nombre original, Tyge Ottesen Brahe, en danés
moderno se pronuncia [ˈtˢyːə ˈʌd̥əsn̩ ˈb̥ʁɑː].
Hizo que se construyera Uraniborg, un palacio que se
convertiría en el primer instituto de investigación astronómica. Los
instrumentos diseñados por Brahe le permitieron medir las posiciones de las
estrellas y los planetas con una precisión muy superior a la de la época.
Atraído por la fama de Brahe, Johannes Kepler aceptó una invitación que le hizo
para trabajar junto a él en Praga. Tycho pensaba que el progreso en astronomía
no podía conseguirse por la observación ocasional e investigaciones puntuales
sino que se necesitaban medidas sistemáticas, noche tras noche, utilizando los
instrumentos más precisos posibles.
Tras la muerte de Brahe las medidas sobre la posición de
los planetas pasaron a posesión de Kepler, y las medidas del movimiento de
Marte, en particular de su movimiento retrógrado, fueron esenciales para que
pudiera formular las tres leyes que rigen el movimiento de los planetas.
Posteriormente, estas leyes sirvieron de base a la ley de la gravitación
universal de Newton.