Poemanombre
Para vos, que preguntaste, irónica:
¿Ahora a mi también me vas a escribir
un poema?
Si
este poema fuera algo tangible,
algo
latiente, vivo, algo más que palabras
como
un pan o un ladrillo,
como
el pan que se sienta a la mesa del pobre
o el
ladrillo que le alza la casa hasta la altura
del
aire que transpira,
si
este poema fuera como un diente de sangre,
de
esa sangre que aun rota le muerde el ojo al dólar,
si
este poema fuera los dedos que les faltan
a
las manos de América, cortados por las balas,
si
fuera al menos parte, el olor, el tamaño
de
esos besos que fundimos en la noche de lluvia
sobre
un jeep al que entramos sólo porque allí estaba
como
se entra en un árbol o en una calesita,
si
fuera una granada, una saliva, un puño,
te
lo daría, amada, ay mi amor, te lo daba,
por
correo, seguro, te lo mandaba ya
con
una mariposa postal de ávido vuelo.
Pero
es sólo un papel que me duele en la mano,
sólo
una tinta inerte como sangre de muerto
(hablo
de este poema y no de todos, claro)
y yo
para vos quiero, ya sabes, lo viviente,
lo
que respira o pesa, algo mas que palabras.
Por
eso ahora mismo lo emborrono, lo tacho,
por
eso ahora mismo pongo tu nombre al dorso,
un
graciela violento, mural, desorbitado
con
una panfletaria letra en rojo, nocturna,
ahora
mismo estrujo este papel inútil
que
sin embargo al dorso le nombra en alarido,
lo
ovillo, apelotono, crispo, convierto en piedra,
una
pequeña, fuerte, nominal piedra clara
y
ahora mismo también salgo a la calle, salgo
para
tirárselo, no a cualquiera, se entiende,
por
ejemplo a la cara de un bancario ascendido,
a un
cabal propietario de vaquitas ajenas,
a un
tendero al acecho, a un prestamista rápido,
a un
extremista teórico como insulto en voz baja,
a
cualquier presidente, en fin, de la desgracia,
le
tiro el papelito, tu nombre, piedra mía,
le
tiro con tu nombre, con tu nombre lo corro,
fijate,
con tu nombre, tibio como los yuyos,
con
tu nombre , fijate, que en migas doy a un pájaro,
tan
luego con tu nombre, fijate, que es de azúcar
pero
que yo enarbolo como piel de batalla
porque
sé que sabés de qué lado está el sol,
que
hay armas como flores, que hay barbas que son luces.
Le
tiro, te lo juro, no a cualquiera, de acuerdo,
pero
le tiro, hermosa, lo golpeo, graciela.
Te
imaginas qué gloria, te das cuenta qué gracia,
voltear
muñecos turbios con tu nombre consigna,
abrir
sitio en la tierra a gracielazo limpio.
Osvaldo
Guevara
De Siempre
deseando verte… -Selección amatoria-
Cartografías
ediciones, Río Cuarto, 2010