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23 de enero de 2017

Existencialismo, Witold Gombrowicz


Lunes, 5 de mayo de 1969

Existencialismo, Witold Gombrowicz

El existencialismo es la subjetividad.
Personalmente, soy muy subjetivo y me parece que esta actitud corresponde a lo real.
El hombre subjetivo es el hombre concreto.
No un concepto del hombre, sino Pedro o Pablo, pues el concepto del hombre no
existe, dice Kierkegaard.
A causa de ello, al existencialismo le resulta monstruosamente difícil hacer
razonamientos, pues los razonamientos se basan en conceptos y sólo gracias a la traición
de Heidegger, que se adueñó del método fenomenológico, puede hablarse [frase
incompleta].
El existencialista es un hombre subjetivo, libre. Tiene lo que se llama la libre
voluntad, al contrario de un hombre visto desde el exterior científico, siempre sometido a
la causalidad, como un mecanismo.
Esta atrevida tesis de que el hombre es libre parece absolutamente insensata en un
mundo en que todo es causa y efecto. Se apoya en una sensación elemental: somos libres y
no hay medio de convencerme de que si muevo la mano izquierda no es porque yo quiero.
No es fácil precisar en qué se funda esta posibilidad de libertad.
Supongo que está fundada en una diferencia de tiempo. El tiempo del hombre no es
el pasado sino el futuro. Si se hace algo, no es a causa sino para. «Leo para acordarme
de», etcétera.
Si se trata del pasado, estamos ante la causalidad; en el porvenir, en la existencia del
hombre, nos las tenemos que ver con el futuro.
Podemos decir, más profundamente, que en nuestra conciencia se encuentra la misma
ruptura interior que se revela, por ejemplo, en la física.
El hombre, este Ser para sí, está dividido en dos (con una abertura). Es en esta nada,
en este vacío (esta abertura), donde se introduce la noción de libertad. La libertad tiene un
papel enorme en Sartre porque es el fundamento de su sistema moral.
Sartre es un moralista y es curioso que en la filosofía francesa se produzca de nuevo
la misma desviación observada por Husserl en Descartes.
Descartes, de una forma categórica en extremo, reduce el pensamiento a la sola
descripción de la conciencia, pero de repente, aterrado ante la aniquilación de Dios y del
mundo, se traiciona a si mismo. Reconoce la existencia de Dios. Y de inmediato deduce de
la existencia de Dios la existencia del mundo.
Pues bien, en el caso de Sartre nos las tenemos que ver, a mi juicio, con la misma
cobardía. En El ser y la nada hay hasta unas quince páginas en las que Sartre hace
esfuerzos dramáticos para fundar lógicamente un fenómeno que parece por completo
evidente: la existencia de otro hombre distinto de «mí». Por ejemplo, el fenómeno de la
existencia de Witold es el mismo que el de una silla.
Sartre analiza todos los sistemas: Kant, Hegel, Husserl; y demuestra que ninguno de
éstos tiene posibilidad alguna de reconocer al otro. ¿Por qué? Porque ser hombre es ser
sujeto. Es tener una conciencia que reconoce todo lo demás como objeto. Si yo admitiera
que Witold tiene también una conciencia, entonces, yo soy por fuerza un objeto para
Witold, que es el sujeto. Es imposible ser a la vez sujeto y objeto.
Ahora bien, aquí es donde Sartre se asustó. Su moral tan extremadamente
desarrollada se niega a admitir que no haya otros hombres porque, si el otro es objeto, ya
no hay deberes morales.
Sartre, siempre desgarrado entre el marxismo (científico) y el existencialismo (lo
contrario) se asustó igual que Descartes. Declaró simple y honestamente que, aunque sea
imposible reconocer la existencia del prójimo, no hay más remedio que reconocerla como
una evidencia que salta a la vista. Aquí naufraga de forma dramática toda la filosofía de
Sartre, todas sus posibilidades creadoras, y este hombre, dotado de un genio
extraordinario, se convierte en un simple bonachón (marxismo-existencialismo) que, en el
fondo está obligado a hacer una filosofía de concesiones. Su pensamiento se convierte en
un compromiso entre el marxismo y el existencialismo. Y a partir de ese momento, cada
uno de sus libros se convierte en la base de un sistema moral en que todo sirve para
sostener una tesis ya concebida de antemano. Ahora bien, la base de este sistema moral es
la famosa libertad sartriana.
Dice: «Soy libre, me siento libre». Por tanto, tengo siempre la posibilidad de elegir.
Esta elección es limitada porque el hombre está siempre en una situación y puede elegir
solamente dentro de esa situación. Ejemplo: puedo quedarme en la cama o ponerme a
caminar, pero no puedo elegir volar, porque no tengo alas. Existe la libre elección de
aquello acerca de lo cual el hombre es responsable. Si me niego a escoger entre dos
posibilidades, ésta es también una manera de elegir la tercera actitud. «Si no se quiere
escoger entre el comunismo y el anticomunismo, existe la neutralidad». Sartre dice
también que el hombre es creador de valores. Se trata de la consecuencia directa de un
ateísmo obstinado, el más consecuente de toda la filosofía.
Esta es la situación: dado que hemos perdido la noción de Dios, convirtámonos
entonces, nosotros mismos, a causa de nuestra libertad absoluta, en creadores de valores.
Y, en este sentido, podemos hacer lo que queramos. Ejemplo: si ésta es mi elección, puede
parecerme bien el hecho de asesinar a X o de no asesinarle. Las dos Posibilidades existen,
pero, al elegirlas, me elijo a mí mismo como asesino o no.
Aquí creo reconocer en la filosofía un exceso de intelectualismo y la decadencia (el
debilitamiento) de la sensibilidad. Los filósofos, salvo Schopenhauer, parecen personas
cómodamente sentadas en sus poltronas y que tratan del dolor con un desprecio
absolutamente olímpico, desprecio que desaparecerá cuando vayan al dentista y
comiencen a gritar: «¡Ay!, ¡ay, doctor!». Con su desdén teórico hacia el dolor, Sartre
declara que para un hombre que elija el dolor como un bien la tortura puede convertirse en
un placer celestial. Esta afirmación me parece muy dudosa y muy propia de la burguesía
francesa que, por fortuna, ha estado preservada desde hace mucho tiempo de grandes
dolores. A pesar de la afirmación sartriana de que la libertad está limitada por la situación
y por la llamada «facticidad» (el hecho, por ejemplo, de que tengamos un cuerpo, que
seamos un hecho, un fenómeno en el mundo), a pesar de todas estas limitaciones, Sartre
va demasiado lejos.
El hombre existencial es concreto, único, hecho de nada, por tanto, libre.
Está condenado a la libertad y puede elegirse. ¿Qué sucede si elegimos por ejemplo
la frivolidad y no la autenticidad; la falsedad y no la verdad? Como no hay infierno, no
hay castigo. Desde el punto de vista existencial, el único castigo es que este hombre no
tiene una existencia verdadera. Por tanto, no es un existente. He aquí un juego de palabras,
tanto de Heidegger como de Sartre, del que sin duda se burlará quien haya elegido la
supuesta no existencia.
¿Qué porvenir tiene el existencialismo?
Muy grande.
No creo en los juicios superficiales, según los cuales el existencialismo es una moda.
El existencialismo es la consecuencia de un hecho fundamental: la ruptura interior de la
conciencia, que se manifiesta no sólo en las cualidades fundamentales del hombre sino
que —algo extremadamente curioso— es evidente, por ejemplo, en la física, en la que hay
dos medios de concebir la realidad:
—corpuscular
—ondulatorio
Ejemplo: teorías de la luz.
Ahora bien, ambas teorías son justas, como demuestra la experiencia, pero son
contradictorias. Hallamos el mismo fenómeno en la noción de la física referida a los
electrones, en la que hay dos maneras de concebirlos, que son, ambas, justas y
contradictorias. Asimismo, en mi opinión, el hombre está dividido entre lo subjetivo y lo
objetivo de una manera irremediable y para toda la eternidad. Es una especie de llaga que
tenemos, de la que es imposible curarnos y de la que somos cada vez más conscientes.
Dentro de unos años, será aún más «sangrante», pues no hará sino aumentar con la
evolución de la conciencia.
La profunda verdad de la dialéctica de Hegel (tesis-síntesis) aparece aquí. En estas
condiciones es imposible exigir al hombre que sea armonioso, que pueda resolver nada de
nada. Impotencia fundamental.
Ninguna solución.
A la luz de estas reflexiones, la literatura que considera que puede arreglarse el
mundo es la cosa más idiota que imaginarse pueda.
Un pobre escritor que se crea dueño de la realidad es una ridiculez. ¡Ay, ay, ay! ¡Huf!


Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

20 de enero de 2017

Existencialismo,, Witold Gombrowicz



EXISTENCIALISMO



Domingo, 4 de mayo de 1969



El existencialismo nació directamente del ataque de Kierkegaard contra Hegel.

A decir verdad, no hay sólo una escuela existencialista sino varias; entre otras, las de

Jaspers, Gabriel Marcel (un pobre idiota), Sartre… Pero a decir verdad, el existencialismo

es una actitud que va desde Parménides, Platón, Jesucristo y San Agustín hasta nuestros

días.

Intentaré deciros lo que separa a la filosofía existencial de la filosofía clásica.

En primer lugar, como ya hemos dicho a propósito de Kierkegaard, la oposición entre

lo concreto y lo abstracto.

El asunto resulta extremadamente serio y hasta trágico para la mente, pues razonamos

con conceptos, por tanto, con abstracciones.

Trágico porque el razonamiento puede hacerse tan sólo a través de los conceptos y de

la lógica, y porque las leyes generales no pueden ser formuladas sin conceptos ni lógica.

Por otra parte, los conceptos no existen en la realidad (muy importante).

Pero aún queda una objeción elevada por Kierkegaard contra Hegel: «La verdad

hegeliana está concebida de antemano», la elección entre nuestras concepciones no se

realiza como consecuencia de un razonamiento, sino que son elegidas previamente. El

razonamiento sirve sólo para justificar una elección anterior. (Es imposible luchar contra

lo que el alma ha escogido; Zeromski)*.

Hegel concibió su mundo de antemano, dentro de su razón, etcétera. Por tanto, es

premeditado. Un defecto más del razonamiento abstracto, y es el drama de la mente. A

causa de esto, el razonamiento no es posible.

¿Cómo son posibles, en estas condiciones, un razonamiento existencialista o un

sistema filosófico como el de Heidegger o el de Sartre?

Hay un método que vino en ayuda de los existencialistas: es el método

fenomenológico de Husserl.

Heidegger fue el alumno preferido de Husserl. Husserl no le perdonó nunca que se

aprovechara de la fenomenología para fines completamente diferentes, creando así el

primer sistema existencialista. ¿Por qué el método fenomenológico?

Es una nueva reducción del pensamiento, que ya había sido reducido por Descartes,

Feuerbach y otros.

Esta reducción consiste en lo siguiente. Husserl dice: puesto que no podemos decir

nada del noúmeno (cosa en sí), ponemos entre paréntesis el noúmeno; es decir, que de lo

único que puede hablarse es de los fenómenos.

El noúmeno es, por ejemplo, esta silla tal y como es verdaderamente, y el fenómeno

es la silla tal y como la vemos —o vista por una hormiga—, condicionada por nuestra

posibilidad de ver. Esto no concierne sólo a nuestras facultades físicas de recepción, sino

también a las facultades de la mente, como Kant demostró (a saber, que el tiempo y el

espacio provienen de nosotros y no del objeto en sí).

Husserl dice: puesto que no podemos saber nada del noúmeno, lo pongo entre

paréntesis. De la existencia de Dios, por ejemplo, no sabemos nada.

Y, regresando con ello al famoso cogito ergo sum cartesiano, Husserl pone entre

paréntesis el mundo y todas las ciencias que conciernen al mundo (biología, física,

historia). No quedan más que las ciencias que se refieren a nuestras facultades, como las

matemáticas, la lógica, la geometría, etcétera.

Puso entre paréntesis a Dios y a las ciencias.

Podéis imaginar las extraordinarias consecuencias de ver a través del método

fenomenológico.

Ay, que no sé si Isa existe,* ¡tengo una idea de Isa en mi cabeza!

De igual forma, yo no he nacido nunca. De ningún modo nací en 1904.

Sólo sé que tengo en mi conciencia la idea de mi nacimiento en 1904 y que tengo la

idea de 1904 es decir, de todos los años pasados.

Todo ha cambiado de una manera demoníaca. Esto cambia el universo. No hay otra

cosa más que un centro definitivo, que es la conciencia y lo que pasa en la conciencia. La

conciencia está evidentemente sola. La posibilidad de otras conciencias no existe.

La vida no es más que un dato de la conciencia. De igual forma, la lógica, la historia,

mi porvenir, no son nada más que datos de mi conciencia, a la que ni siquiera puedo

llamar «mi» conciencia, puesto que «Mi» conciencia no es sino un dato de «la» conciencia

definitiva.

Todo queda reducido a fenómenos en mi conciencia. ¿Cómo puede hacerse filosofía

en esta situación?

A esta conciencia definitiva no le queda otro remedio que «juzgarse» a si misma.

Como la conciencia es consciente de algo, pues bien, es consciente de si misma. La

conciencia se separa, por así decirlo, en varias partes que pueden describirse así: primera,

segunda y tercera conciencia. Pero esta segunda conciencia puede ser descrita por una

tercera conciencia y esto es justamente lo que hago al hablar de la tercera conciencia.

Os ruego que no olvidéis que ésta es una manera en extremo rudimentaria de

presentarles la fenomenología.

Queda todavía una ley de la conciencia formulada por Husserl, y que recibe el

nombre de «intencionalidad» de la conciencia, es decir, que la conciencia consiste en ser

consciente. Pero, para ser consciente, hay que ser siempre consciente de alguna cosa. Y

esto significa que la conciencia nunca puede estar vacía, separada del objeto. Esto lleva

directamente a la concepción del hombre de Sartre, quien dice que el hombre no es un ser

en sí, como lo son los objetos, sino que es un ser «para sí», que es consciente de si mismo.

Esto conduce a una concepción del hombre separado en dos, con un vacío. Por esta razón

el libro de Sartre incluye el nombre de la nada. Esta nada es una especie de surtidor, de

Niágara que va siempre de lo interior a lo exterior.

Por ejemplo, soy consciente de este cuadro, mi conciencia no está sólo en mí, está en

el cuadro (objeto de la conciencia). La conciencia está, por así decirlo, fuera de mí.

Cuando leí esto en El ser y la nada, lancé un grito de entusiasmo, puesto que es

justamente la concepción del hombre que crea la forma y que no puede ser auténtica de

verdad.

Por suerte Ferdydurke apareció en 1937 y El ser y la nada en 1943. He aquí por qué

alguno me atribuye en su bondad el haber anticipado el existencialismo. Volvamos a lo

nuestro.

He hablado del método de la fenomenología de Husserl porque éste hizo posible la

filosofía existencial. A decir verdad, el existencialismo no puede dar lugar a ninguna

filosofía.

Yo soy único, concreto, independiente de toda lógica, de todo concepto.

¿Qué hacer en esta situación?

¿Ser crucificado como Jesucristo?

¿Perdido en su dolor?

Vivimos solos, morimos solos.

Impenetrable.

Pero con el método fenomenológico podemos organizar los datos de nuestra

conciencia referidos a nuestra existencia. Y es lo único que nos queda.

Se ha comparado el método de Husserl con la forma de comerse una alcachofa, es

decir: observo en mi conciencia una noción.

Ejemplo: el color amarillo. Intento reducirlo a su estado más puro, como la alcachofa,

hoja tras hoja, y cuando por fin llegamos al corazón, nos lanzamos a él y lo devoramos.

La fenomenología es un descenso hasta la noción más profunda, la última, del

fenómeno, y entonces, cuando está depurado, uno se lanza sobre él y lo engulle mediante

una intuición directa.

Recordad que la intuición es un saber directo, sin razonamiento.

Así el existencialismo es la descripción más profunda y definitiva de nuestros datos

referidos a la existencia.

Sartre tomó prestado mucho de Heidegger. Heidegger es más creador que Sartre, pero

Sartre es más claro.

Sartre se propone esta descripción de la existencia. Todavía tengo que hablar un poco

de una diferencia muy profunda entre el existencialismo y la filosofía precedente.

La filosofía clásica era más bien una filosofía de las cosas, en la que incluso el

hombre era tratado un poco como una cosa, mientras que el existencialismo aspira a una

filosofía del SER.

Cada objeto es a la vez objeto más ser.

Es cierto que esta diferencia ha existido casi siempre en la filosofía, incluso en la de

Hegel, filosofía del devenir.

Pero el existencialismo se ha concentrado en esto y en un solo tipo del SER, que es

precisamente la existencia.

Tres tipos diferentes del SER.

1. El Ser en sí (ser de las cosas).

2. El Ser para sí (ser de la conciencia muerta. Ser independiente de esto).

3. Seres vivos y Seres existentes.

La palabra «existencia» significa sólo existencia humana consciente y solamente en

la medida en que se es consciente de la existencia. Los hombres que viven de forma

inconsciente no tienen existencia.

Los animales no tienen conciencia.

Esta es prácticamente la clasificación de Sartre. Es justo el tema de El ser y la nada.

¿Cómo podemos definir las características del «Ser en sí», es decir, del ser de los

objetos?

1º Hay que decir que sólo existen fenómenos (Husserl). Cualquier cosa se manifiesta

como un fenómeno. No podemos decir, según Sartre, que una persona es inteligente si ésta

se manifiesta solamente a través de actos estúpidos. El hombre no es otra cosa que aquello

que se ve de él.

Fijaos en que cada cosa carece de límite.

Lámpara, etcétera, son definiciones arbitrarias santificadas por nuestro lenguaje.

Podemos ver que el existencialismo pasa al estructuralismo.

El Ser en sí no puede ser ni creado por alguien, ni activo o pasivo (dado que éstas son

ideas humanas).

El Ser en sí es opaco.

Es como es, es todo cuanto puede decirse, es inmóvil; no está sujeto a la creación y a

la temporalidad y no puede ser deducido de ninguna cosa (como creado por Dios).

Ser en sí: un ser del que no puede afirmarse nada, sino que es en si tal como es (un

poco como Dios).

Es curioso, el Ser para sí, la existencia humana, es de alguna manera inferior al Ser

en sí. Tiene en sí el vacío, la nada, está formado, por decirlo de algún modo, de dos partes.

Como si estuviera cortado en dos, y esto es lo que le permite ser consciente de si mismo.

Así pues, es un ser secundario en comparación con el Ser en sí.

Resulta curioso: esta comparación rudimentaria que alcanzo a hacer puede parecer

ingenua. Pues bien, conduce al menos a nociones reales, por ejemplo, que el ser humano

está vacío a causa de la famosa intencionalidad de la conciencia. Mientras que una silla es

una silla, la conciencia nunca es idéntica a si misma, puesto que hace falta ser siempre

consciente de algo. No podemos imaginar la conciencia vacía. El famoso principio de

identidad, A igual a A (silla es silla), no se realiza aquí. El Ser de la conciencia es en este

sentido un ser imperfecto. Pero vayamos más lejos.

El Ser en sí no puede desaparecer. Es independiente del tiempo y del espacio. Es

como es, nada más. Mientras que la existencia, el Ser para sí, es un ser limitado que tiene

un final, que muere. (Así al menos se presenta nuestra existencia ante nuestra conciencia.

La existencia ha de ser sostenida como una llama).

Para Einstein el objeto no es otra cosa que una «curvatura del espacio». La silla

representa una cantidad de energía y esta energía puede transformarse en otro objeto o

seguir siendo energía sin diferencia, mientras que la existencia humana comienza y

termina (nacimiento y muerte).

Pero entonces, ¿qué es el hombre como Ser para sí o existencia?

1º El hombre es una cosa, puesto que tiene un cuerpo, y solamente así, como cuerpo,

puede estar en el mundo. Sartre se lanza aquí a reacciones muy subjetivas: dice que el

hombre como cuerpo está de más. Provoca náuseas; de ahí el título: La náusea.

2° El hombre es una cosa porque es un hecho (facticidad). Por ejemplo: tengo mi

pasado, ya he sido hecho, definido, realizado. Pero cuando me dirijo hacia el porvenir,

salgo del mundo de las cosas para entrar en la realización de mí mismo.

3º El hombre es una cosa por su situación; esto es lo que le priva de su libertad.

He aquí la famosa cuestión de la libertad, que hace que seamos responsables de

nosotros mismos. Por supuesto, tenemos dos sentimientos completamente contrarios. Por

una parte, somos tan sólo el efecto de una causa. Ejemplo: si bebo es porque tengo sed. Si,

según el freudismo, tengo un complejo, es el resultado de un trauma. Por otra parte,

estamos absolutamente seguros de ser libres. Nadie puede quitarme el sentimiento de que

soy yo mismo quien decide si debo mover la mano o no. Pues bien cuando contemplamos

a otras personas, éstas se nos presentan como la consecuencia de una causa.

Para un médico no hay duda de que las enfermedades de su paciente obedecen a

causas. Este sentimiento de libertad, que es tan fuerte en nosotros, no nos concierne más

que a nosotros mismos, mientras que vemos a los demás como mecanismos. De este

modo, el Ser en sí tiene siempre su causa cuando se presenta; no tiene ni comienzo ni fin.

La libertad es únicamente la particularidad del Ser para sí. Es evidente que aquí se

produce una ruptura entre los sentimientos de la causalidad universal y nuestro

sentimiento de libertad, que proviene de la diferencia esencial entre el saber científico y el

saber existencial. Esto es muy importante porque define los límites de la ciencia, que

nunca puede ser el fundamento de la filosofía, porque solamente la conciencia puede ser

consciente de la ciencia, mientras que la ciencia nunca puede fundar la conciencia.

Además, la ciencia ve al hombre desde el exterior, como un objeto entre otros.

Diferencia entre la operación de apéndice desde el punto de vista del médico que

trata al enfermo como un mecanismo, y desde el punto de vista del enfermo. Para el

enfermo esta operación es vivida. Es subjetiva y tiene que ser sufrida por él y nadie más.

Hay otra cosa: en cuanto al pasado, nos sentimos sometidos a la causalidad, mientras que

el porvenir parece depender de nosotros mismos. Por esto decía Heidegger que el tiempo

existencial es el futuro. Cada cosa que el hombre hace puede ser considerada desde el

punto de vista del pasado. Muevo la mano porque tengo ganas de fumar. O del futuro:

muevo la mano para encender la pipa.

Por tanto, puede afirmarse que la libertad es propia solamente de la existencia,

mientras que la causalidad es lo propio del Ser en sí.

El existencialismo no es una ciencia.

En el existencialismo el todo no es un mecanismo, la suma de los elementos significa

siempre alguna cosa más que la suma total. Supongamos que las palabras que forman una

frase no sean solamente una cantidad de palabras, sino también un sentido. Entre la

manera de ver al hombre como objeto, desde el exterior, propia de la medicina, la

psicología, la historia, etcétera, y la del existencialismo, que consiste en sentir, por así

decirlo, desde dentro, en su ser, hay un ABISMO

 Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

19 de enero de 2017

Lección sexta HEGEL, Witold Gombrowicz

 En 1969, ya muy enfermo y obsesionado con la idea de acabar de una vez, pensaba
cada vez con mayor frecuencia en el suicidio. Su mujer, Rita, y un joven admirador,
Dominique de Roux, hoy un prestigioso ensayista y novelista, le pidieron a Gombrowicz
que les diera clases de filosofía con el fin de sumergirle en la única materia que siempre le
había apasionado. Aquellos apuntes son los que, reunidos por sus «alumnos», han dado
lugar a este Curso de filosofía en seis horas y cuarto, un repaso de los principales sistemas
de pensamiento moderno desde Kant y a la vez la afirmación de su propio credo
filosófico: el arraigo de una filosofía en la existencia concreta. 
Lección sexta
HEGEL
Sábado, 3 de mayo
Biografía aburrida. Siglo XIX. Profesor en Berlín.
Kant.
Fichte: filosofía del Estado y de la ley.
Schelling: naturaleza artística.” Su filosofía está muy influida por la estética y el arte.
Hegel lo atacó violentamente.
La tesis fundamental de Hegel: lo que es racional es real, lo que es real es racional.
No es tan difícil. La idea principal es que el sujeto es correlativo (dependiente) del
objeto, que uno no puede existir sin el otro.
Imaginad que no existe más que una cosa. Si no hay conciencia, esta cosa no existe.
Sobre esta base formula Hegel su teoría de lo real.
El mundo es una cosa; es conocido en la medida en que es asimilado por la razón, por
una conciencia racional. Hegel da una imagen grandiosa de este proceso.
Supongamos que entro en una catedral. Al principio no veo más que la entrada,
fragmentos de muros, detalles arquitectónicos que no se explican por si mismos. En fin,
veo la catedral de un modo fragmentario. Sigo adelante. A medida que avanzo, veo cada
vez más aspectos de la catedral y por fin llego al otro extremo y la veo entera. Descubro el
sentido de cada fragmento. La catedral ha penetrado en MI RAZÓN. Este es precisamente
el proceso de nuestro desarrollo en el mundo. Cada día comprendemos mejor el mundo,
nos damos mejor cuenta de la razón de cada fenómeno. Por tanto, el mundo existe para
nosotros un poco más cada vez. Llegará un momento, el momento final de nuestra historia
y del género humano, en que el mundo será plenamente asimilado. Ese día desaparecerán
el tiempo y el espacio, y la conjunción del objeto con el sujeto se transformará en un
absoluto. Fuera del tiempo y del espacio. Ya no habrá movimiento. Entonces, ¡zas!, el
ABSOLUTO.
Como veis, semejantes sistemas metafísicos tienen una estructura bastante fantástica.
Incluso cuando los sistemas se vienen abajo sirven para comprender un poco mejor la
realidad y el mundo. Esta idea del progreso de la razón en Hegel se realiza a través de un
sistema dialéctico que hoy en día es de la mayor importancia y que se formula poco más o
menos así:
Cada tesis encuentra su antítesis en un grado más alto. Esta síntesis aparece de nuevo
como tesis y encuentra su antinomia, etcétera. Por tanto, es una ley de desarrollo basada
en la contradicción. Según Hegel, nuestra mente se halla fundada en esta contradicción
porque es imperfecta, porque conoce la realidad tan sólo parcialmente. Por tanto, sus
juicios son imperfectos.
Hegel descubre esta contradicción en la base misma de la mente: por ejemplo,
cuando decimos todo tenemos que admitir lo singular. Cuando imaginamos una cosa
negra hay que pensar también en otro color porque la idea misma del color es una
oposición entre éste y el resto de los colores. Esta misma oposición se encuentra en el
desarrollo histórico del Estado.
Por ejemplo, una dictadura provoca una revolución y una revolución reencuentra su
síntesis en un sistema que no corresponde ni a la dictadura ni a la revolución; un sistema,
pues, de poder limitado que, a su vez, se ve corregido por un sistema, por ejemplo,
oligárquico.
Asimismo, cuando pensáis todo, estáis obligados a pensar nada, y así es como se
avanza, paso a paso, en esta catedral.
La filosofía de Hegel es una filosofía del devenir, lo que constituye un gran paso
adelante, este proceso del devenir no aparece en las filosofías anteriores. No es sólo un
movimiento, sino un progreso, puesto que este proceso dialéctico nos sitúa siempre en un
escalón superior, hasta el logro final de la razón, y este proceso, en Hegel, está
naturalmente fundado en el progreso de la razón, es decir, de la ciencia. Lo que le lleva a
conceder la mayor importancia a la historia.
Para Hegel la naturaleza no es creadora. No avanza. El sol, por ejemplo, sale y se
pone siempre de la misma manera. Ahora bien, lo creador es el devenir humano, que se
expresa sobre todo en la historia. Ya pueden observarse los grandes abismos que se abren
para la mente entre lo que llamamos ahora lo sincrónico y lo diacrónico.
Este abismo forma parte de las grandes contradicciones que siguen caracterizando a
la mente humana, como, por ejemplo, la de objeto-sujeto o la teoría del continuo
einsteiniano, la teoría de los cuantos de Planck, la forma de concebir el electrón, o la teoría
corpuscular y ondulatoria de la luz. La mente humana aparece en esta perspectiva como
algo formado por dos elementos diferentes que no se reencuentran jamás.
El hombre es precisamente esta abertura.
Otra fórmula de Hegel que os dará idea de su lenguaje un tanto complicado: el
hombre es el principio a través del cual la razón del mundo llega a la conciencia de si
misma.
Echemos ahora un somero vistazo a la lógica de Hegel. Esta se presenta, grosso
modo, así:
Afirmo que no existe ninguna cosa, pero, dado que lo afirmo, entonces, al menos,
existe mi afirmación. Por tanto, el ser existe (en oposición a la cosa). Pero puesto que el
ser en sí no significa nada, al decir ser, debo decir que alguna cosa es. Llego, por este
camino, a reconocer que la categoría del ser puede ser pensada solamente con la del noser;
lo que ya os dije al hablar de la antinomia de la mente. Pero quiero mostrar
simplemente cuál es el punto de partida de esta lógica.
La diferencia entre la lógica tradicional y la de Hegel es ésta: según la lógica
tradicional, todo lo que es es idéntico a si mismo y nada se contradice. Es sencillamente el
famoso principio de identidad, según el cual, A equivale a A.
Ahora bien, en Hegel nada es idéntico a si mismo y todo se contradice. (La
imperfección de la razón que avanza: hasta que no haya visto enteramente la catedral, el
sentido es imperfecto. A igual a A no se realiza aquí).
Esto conduce a lo que he anunciado al comienzo: la base de la realidad es el
pensamiento. Basta comparar el mundo hegeliano con el mundo de Aristóteles o el de
Santo Tomás para comprender que el hegeliano es la verdad en marcha, el lugar donde la
humanidad forma sus leyes y el hombre se convierte en un peldaño de la historia.
La importancia que Hegel concedió a la historia ha contribuido ciertamente al triunfo
del pensamiento de Hegel.
Para daros una idea de este pensamiento en sus detalles, y que os mostrará hasta qué
punto mis resúmenes están lejos de contener todas estas cosas, quisiera hablaros de un
libro importante de Hegel: la Fenomenología del espíritu, segundo tomo.
El capítulo sexto (para mostrar el camino de su pensamiento). El espíritu verdadero,
la eticidad, se divide en: el mundo ético, el mundo humano y divino y el hombre y la
mujer.
Esto se subdivide en:
1º La nación y la familia. La ley del día y la ley de la noche, que a su vez se
subdivide en:
A. La ley humana
B. La ley divina
C. Los derechos del individuo
2º El movimiento, en ambas leyes (siempre devenir):
A. Gobierno-guerras-potencia negativa
B. (Muy importante) La relación ética entre el hombre y la mujer en el sentido de
hermano y hermana
C. La influencia recíproca de la ley divina y humana
3º El mundo ético como infinitud, por tanto, totalidad.
El análisis hegeliano de estos temas consiste siempre en descubrir y definir el
movimiento dialéctico al que están sometidos. Esto le lleva a resultados verdaderamente
sorprendentes, a pasajes famosos como el de la dialéctica del amo y del esclavo.
Aún no he hablado de un tema extraordinariamente importante en Hegel, el del
Estado y los pueblos (naciones).
Para Hegel la realidad del Estado es superior a la del individuo. Para él, el Estado es
la encarnación del Espíritu en el mundo. He aquí algunas definiciones que nos permiten
comprender su concepción del Estado:
El Estado es la realidad de la idea moral. Es el espíritu moral en tanto que querer —
voluntad—, evidente para si misma y sustancial, que piensa por si misma y sabe y realiza
lo que sabe en tanto que saber.
Esta horrible frase muestra el sentido más profundo de la idea hegeliana que, de
manera muy superficial, puede expresarse así: para la filosofía anterior, el hombre estaba
sometido a una ley moral instituida por Dios o, como en Kant, sometido a un imperativo
moral. Es decir: el hombre avanza, pero la ley ya existe. Ahora bien, en Hegel todo se
mueve. El hombre, al avanzar, labra su propia ley, y no hay ninguna ley fija fuera de la
constituida por el proceso dialéctico. En Hegel no solamente el hombre sino las leyes
están en marcha, porque son imperfectas.
Otras dos definiciones del Estado en Hegel.
1º El Estado es la realización del querer individual.
2º El Estado es el espíritu que se expande convirtiéndose en la forma y la
organización del mundo. Analiza a continuación las diversas formas de gobierno. Y lo
somete al proceso dialéctico: el gobierno capitalista provoca una dictadura contraria, la del
proletariado. La dictadura del proletariado lleva a una forma superior que podrá reunir los
aspectos buenos de cada forma precedente, etcétera.
Tesis-antítesis-síntesis.
Comprenderéis con qué gula se lanzaron los comunistas sobre esta idea. Para ellos, la
revolución conduce a una dictadura del proletariado, pero después se llega al Estado ideal,
donde la fuerza no tendrá nada que hacer.
Hegel debe su gloria en primer lugar a Marx, y en segundo lugar a los marxistas.
La guerra, para Hegel, es también un proceso dialéctico donde lo inmoral lleva a lo
moral.
El Estado se transforma, al fin, en la encarnación de la divinidad.
Hegel / Kierkegaard
Ataque de Kierkegaard
Es el último gran sistema metafísico que ha tenido lugar. Según la ley dialéctica de
puro estilo hegeliano, la tesis reencuentra su antítesis, y Kierkegaard es la antítesis.
Kierkegaard fue un pastor danés, gran admirador de Hegel. De repente, le declara la
guerra y se produce uno de los momentos más dramáticos de la cultura.
El ataque de Kierkegaard contra Hegel se resume así:
Hegel es absolutamente irreprochable en su teoría, pero esta teoría no vale nada.
¿Por qué?
Porque es abstracta, mientras que la existencia (es la primera vez que aparece esta
palabra) es concreta.
En Hegel no hay más que abstracciones y conceptos; por ejemplo, he visto mil
caballos que tienen todos algo en común, y formulo entonces el concepto de una cosa:
caballo, animal de cuatro patas, etcétera. Pero resulta que justamente este caballo nunca ha
existido, puesto que cada caballo concreto tiene su color. De suerte que el concepto, con el
que la filosofía clásica actúa desde los tiempos antiguos, como en Demócrito o Aristóteles,
como desde Santo Tomás hasta Spinoza, Kant y Hegel, está en el vacío.
La filosofía clásica dice: el hombre.
La abstracción no corresponde a la realidad. Es, por decirlo así, del otro mundo.
Aquí es donde el pensamiento encuentra su contradicción interior más violenta.
Y es la base, por usar el lenguaje hegeliano, de una antítesis que nos lleva
directamente a la existencia.
El existencialismo aspira a ser sobre todo una filosofía de lo concreto. Pero se trata
de un sueño; con la realidad concreta no pueden hacerse razonamientos. Los
razonamientos usan siempre conceptos, etcétera. El existencialismo es, por tanto, un
pensamiento trágico pues no puede bastarse a si mismo, tiene que ser una filosofía
concreta y abstracta al mismo tiempo.
La filosofía de Kierkegaard es una reacción contra la de Hegel.
A partir de Husserl el existencialismo se hace posible, puesto que el método
fenomenológico de Husserl consiste en las investigaciones de la verdad entendida como
esencia.
Es una descripción de nuestra conciencia, una suerte de aplicación al yo del método
aristotélico. Pero, mientras que la filosofía de Aristóteles es una clasificación del mundo,
el método fenomenológico de Husserl consiste en la depuración y la clasificación de los
fenómenos de nuestra conciencia.



 Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

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