«Peter Camenzind»
Hermann Hesse
Recuerdo el «Camenzind»
lejanamente como algo frío; papel lleno de color otoñal y sobriedad.
Bertolt Brecht
Fue para mí una gran alegría que Usted
acogiese con tanta simpatía mi mezcla un poco agria de muchacho campesino y
poeta. La única alegría profunda y el único enriquecimiento que puede obtener
un autor de una publicación, son precisamente esas tres o cuatro cartas de
amigos comprensivos...
Usted ha estudiado el carácter peculiar de
Peter Camenzind con claridad y sutileza extraordinarias. Me reprochan que mi
descripción de las impresiones de la infancia de Peter sea tan poco infantil, y
me alegra que Usted no lo haya dicho también. Pues el relato de estas
impresiones está escrito por Peter, hombre ya adulto y hecho. Para todos
nosotros la infancia no es lo que quizás fue en realidad, sino lo que
entendemos por tal como adultos, una imagen del recuerdo mezclada con
revelaciones posteriores y nostalgia.
Y poco importa lo que sea de Peter al final.
No se trataba de hacer que llegase a ser algo, sino de desarrollar hasta donde
él pudiese sus aptitudes personales en el fuego de la vida.
Pero basta ya de hablar de él. Ahora queda en
manos de la crítica oficial que ya lo analizará y desplumará. Para mí el éxito
del libro significa mucho. Espero que, aunque no tenga éxito comercial, eleve
un poco mi nombre y mi crédito literario, para que mi existencia gane solidez e
impulso.
(Carta, 1904)
Hermann Hesse
Sobre «Peter Camenzind»
A los estudiantes franceses con
motivo del tema de la «agrégation» de este año.
Ustedes, jóvenes compañeros, han encontrado
entre los temas que les presenta esta vez el programa de la «agrégation», el tema
«H. Hesse, le romancier, en particulier: Peter Camenzind». Esto les llevará a
muchos a leer por primera vez «Peter Camenzind» y a pensar sobre él.
Constatarán que es sobre todo una obra
temprana, de juventud, mi primera novela, escrita en Basilea en los primeros
años de este siglo y publicada en 1903 por vez primera. Procede por lo tanto de
un tiempo ya legendario, anterior a las grandes guerras y a los cambios
profundos de la época, de la atmósfera de paz y despreocupación, de la que tal
vez hayan oído hablar a sus padres o abuelos. Sin embargo, no respira contento
ni satisfacción, porque es la obra y el testimonio de un joven, y el contento y
la satisfacción no son rasgos de la juventud.
El descontento y la nostalgia de Peter
Camenzind no se refieren a las circunstancias políticas sino, en parte, a su
propia persona, de la que exige más de lo que probablemente podrá dar, y en
parte a la sociedad, a la que critica de manera juvenil. El mundo y la
humanidad, a los que todavía ha tenido poca ocasión de conocer, le resultan
demasiado hartos, demasiado autosatisfechos, demasiado escurridizos y
normalizados; él quisiera vivir con más libertad, con más nobleza, con mayor
intensidad y belleza, que ese mundo al que desde el principio se siente
opuesto, sin darse cuenta de lo mucho que le seduce y atrae.
Como es poeta, se vuelve, en su deseo
irrealizado e irrealizable, hacia la naturaleza, la ama con la pasión y
devoción del artista, encuentra temporalmente en ella, en su entrega al
paisaje, a la atmósfera y a las estaciones, un refugio, un lugar de veneración,
meditación y exaltación.
En este sentido, como Ustedes saben, es un
típico hijo de su época, la época alrededor de 1900, la época de los
«Wandervógel» y de los movimientos juveniles. Trata de alejarse del mundo y la
sociedad y volver a la naturaleza, repite a pequeña escala la rebelión, entre
valiente y sentimental, de Rousseau, y por ese camino se convierte en poeta.
Sin embargo, y éste es el rasgo que
caracteriza este libro juvenil, Peter no pertenece a los «Wandervógel» y a las
asociaciones juveniles, al contrario, en ninguna parte se integraría peor que
en esos grupos tan convencionales e ingenuos como arrogantes y ruidosos, que
tocan la guitarra en torno a los fuegos de campamento o se pasan las noches
discutiendo. Su meta, su ideal no es ser hermano en un grupo, cómplice en una
conjura, voz en un coro. En lugar de comunidad, camaradería e integración,
busca lo contrario; no quiere recorrer el camino de muchos, sino seguir
obstinado su propio camino, no quiere marchar con los demás y adaptarse, sino
reflejar y vivir en su propia alma la naturaleza y el mundo en nuevas imágenes.
No está hecho para la vida en colectividad, es un rey solitario en un reino de
sueños, que él mismo ha creado.
Creo que tenemos aquí la idea dominante que
está presente en toda mi obra. Es verdad que no me he quedado en la peculiar
actitud de ermitaño de Camenzind; en el curso de mi evolución no he eludido los
problemas actuales y nunca he vivido, como creen mis críticos políticos, en una
torre de marfil —pero mi primer y más acuciante problema no fue nunca el
Estado, la Sociedad o la Iglesia, sino el ser humano, la persona, el individuo
único sin normalizar—. En este sentido se puede tomar perfectamente el
«Camenzind», por insignificante que pueda ser, como punto de partida para un
estudio y un análisis de toda mi vida.
Muchas cosas de este librito les resultarán
curiosas, anticuadas y extravagantes. Peter Camenzind simplifica a menudo
demasiado cuando piensa y formula, tiende a sobrevalorar demasiado lo natural y
lo primitivo, lo ingenuo y lo intuitivo, frente al mundo del intelecto y la
cultura.
Con una sonrisa le sorprenderán a veces
haciendo alardes y fantaseando como en la historia inventada de su estancia en
París.
No tengan miramientos con mi Peter, analícenlo
bien con los medios de su ciencia. Mientras tanto se ha hecho viejo y ha
perdido en su largo camino ya parte de su susceptibilidad y de sus manías.
(Carta, 1951)