Me pase hora y media
observando una pareja de novios,
ella morocha, flaca, rasgos bonitos.
No tenía un cuerpazo, más bien era
menudita.
El rubio, ojos claros, camiseta de river de
entrenamiento,
pelo corto, músculos de gimnasio, barba de
5 días.
Tomaban mate con yerba CBSE energía.
Me llamó la atención que en todo ese
tiempo,
casi una hora no se dijeron nada, ni una
palabra.
Ese silencio como tumba que ahoga
pensamientos,
ese no decir nada como sarcófago de
secretos.
Miradas.
La
mirada de él refleja un lugar
donde quizás enterró a su última amante.
La mirada de ella ahogada en azogue,
ahorcada en el espejo del baño
de la cabaña que alquilaron.
Pienso en ellos,
en los recuerdos que nunca tendrán.
Pienso en ella
y el traje roído y desteñido del príncipe
azul.
Pienso en él y el cuento de Chejov.
Pienso en mi y me reprocho cosas.
Pienso en ellos
y en la gente que construye
sus propias cárceles de zonas de confort
mientras desdibujo mi vida.
José Luis Colombini
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