Tarde de verano
VIII
La delicada tarde
se mueve finamente en el verano
dispensa su oficio
sin que la niebla de su sopor se advierta.
¿Se sabe por qué, hay una mayoría que atraviesa esta
/calle
esta calle y tantas calles
en esta tarde calurosa
sólo siguiendo sus zapatos
que improvisan pasos caprichosos
por su cuenta?
¿Nunca son ahora en la calle numerosa?
¿Está fuera de sus cuerpos?
Llevan sus ojos fijos en sus pantallas
en la arbitrariedad de sus fantásticos guiones
con los millones de impresiones y diálogos
y cálculos y planes instantáneos
y viajes misteriosos
hacia países y siglos inexistentes
y ráfagas de miedo
de vergüenza y orgullo
y las iluminaciones repentinas
y los desasosiegos
y las miradas de horas perdidas y olvidadas
y el golpe exacto en el mentón del adversario
y los minúsculos tentáculos
del veneno semanal
con los ojos esterilizados
por el fermento de los pequeños odios inútiles
y la veloz respuesta precisa
y el agua contaminada de los remordimientos
y los naufragios imperceptibles
y las excusas y los malentendidos
arrojados al viento.
¿Serán menos que nada en este instante?
¿frías que error?
¿Se sabe por qué ninguno se agacha para recoger las
migajas de esta tarde
esta tarde de verano como otras
que transcurre majestuosamente?
No.
No se sabe.
No se sabe por qué.
Gianni Siccardi
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