Con una perfección exquisita... Juan L. Ortiz
Con una perfección exquisita
—exquisita ¿verdad?, hermanos míos
pálidos y rotos—
el Domingo —ligera nube lila
de paraísos y luz propia de flores—
se evapora.
Gracias a vosotros,
al oscuro trabajo de vosotros,
puedo estar yo aquí sentado
mirando cómo el cielo último al morir
vuelve su faz hacia el jardín,
y éste quiere subir y da dos o tres notas luminosas
antes de exhalarse todo para la noche.
Cómo se corresponden estas muertes
—¿verdad, hermanos míos?
Yo oigo el final suspiro de estas frágiles vidas
y me estremezco.
¿Pero qué os doy, hermanos míos,
qué os doy por vuestro oscuro trabajo?
¿Qué os daré?
¿Armas para vuestras guerrillas?
¿Cantos que os prendan alas de fuego a vuestros pasos?
¿Luces sensitivas para las cosas
que rodearán vuestros lejanos hijos
de numerosas y delicadas presencias?
Ah, sólo quizás
simples, torpes reflejos animistas o mágicos.
Juan L. Ortiz de El alba sube. . . (1933-1936)
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