Anquises sobre los hombros
Todos
llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
Débiles aún,
su peso nos impide la marcha,
Pero luego se
vuelve cada vez más liviano,
Hasta que un
día deja de sentirse
y advertimos
que ha muerto.
Entonces lo
abandonamos para siempre
En un recodo
del camino
y trepamos a
los hombros de nuestro hijo.
Horacio
Castillo
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