Juan de la Cruz en la noche
oscura
Profunda es esta guerra y
combate, porque la paz que espera
ha de ser muy profunda;
y el dolor muy delgado
porque el amor de su esperanza
delgado es, e íntimo.
Y como el alma ha de venir a
posesión de dones,
conviene que primero
pobre y vacía de ellos sea.
Pobre, como garganta con sed de
muchas aguas,
vacía, como el mundo.
Y como la tiniebla se aposenta
en el ojo vacío
del alma vaciada
y en la substancia misma de la
duda
terrible del que duda
tiniebla substancial parece y
es.
Y como toda tiniebla y toda
duda
hace a quien duda de tiniebla y
duda,
éste se queda en la tiniebla,
en la tapiada oscuridad,
caído en la trampa, sin salida,
cogido para siempre, temeroso,
asustado,
giñapo agazapado en un rincón.
(Así en el fondo del calabozo
el prisionero
espera el alzado patíbulo, la
horca,
el irrisorio tormento,
o bien, en oscura mazmorra no
espera
sino la definitiva soledad
quien ha asaltado el camino,
o violentado a la doncella, o
acaso asesinado
a quien la defendió.)
Como con pies atados y
amordazada boca
y mano encarcelada y ojo ciego,
violador, asesino, ladrón de
camino real,
así está Juan, sin nada o nadie
nunca,
purificado por amor
a nadie,
a nada,
nunca,
crucificado, muerto, tenebroso
y en la tiniebla.
Así.
De «Las monedas contra la losa»
(1973)
Carlos Bousoño
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