La Hormiga, Marco Denevi
Escrito por Pavel Vodnik un día antes de suicidarse. El
texto de la fábula apareció en el número 12 de la revista Szpilki y le valió a
su director, Jerzy Kott, una multa de cien znacks.
Un día las hormigas, pueblo progresista, inventan el
vegetal artificial. Es una papilla fría y con sabor a hojalata. Pero al menos
las releva de la necesidad de salir fuera de los hormigueros en procura de
vegetales naturales. Así se salvan del fuego, del veneno, de las nubes
insecticidas. Como el número de las hormigas es una cifra que tiende
constantemente a crecer, al cabo de un tiempo hay tantas hormigas bajo tierra
que es preciso ampliar los hormigueros. Las galerías se expanden, se
entrecruzan, terminan por confundirse en un solo Gran Hormiguero bajo la
dirección de una sola Gran Hormiga. Por las dudas, las salidas al exterior son
tapiadas a cal y canto. Se suceden las generaciones. Como nunca han franqueado
los límites del Gran Hormiguero, incurren en el error de lógica de
identificarlo con el Gran Universo. Pero cierta vez una hormiga se extravía por
unos corredores en ruinas, distingue una luz lejana, unos destellos, se aproxima
y descubre una boca de salida cuya clausura se ha desmoronado. Con el corazón
palpitante, la hormiga sale a la superficie de la tierra. Ve una mañana. Ve un
jardín. Ve tallos, hojas, yemas, brotes, pétalos, estambres, rocío. Ve una rosa
amarilla. Todos sus instintos despiertan bruscamente. Se abalanza sobre las
plantas y empieza a talar, a cortar y a comer. Se da un atracón. Después,
relamiéndose, decide volver al Gran Hormiguero con la noticia. Busca a sus
hermanas, trata de explicarles lo que ha visto, grita: "Arriba... luz...
jardín... hojas... verde... flores..." Las demás hormigas no comprenden
una sola palabra de aquel lenguaje delirante, creen que la hormiga ha
enloquecido y la matan.
Marco Denevi
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